
Lo encontramos rodeado de anturios, gladiolos y gervasias en el patio del convento dominico, justo detrás de la sacristía de la Basílica. Prepara, para celebrar la festividad del 2 de febrero, los adornos florales del altar mayor y del trono de la Virgen de Candelaria. Es el güimarero Jaime Estévez, su fiel acompañante durante 30 años.
Ese es el tiempo que cumplirá en agosto Jaime Estévez como camarero de la patrona de Canarias, se diría que el tinerfeño más cercano a ella, desde que recibiera el encargo del recordado prior Jesús Mendoza. “Un privilegio y una responsabilidad”, dice Jaime, que si cabe, se esmera especialmente en que no falte ningún detalle cuando de una celebración, como el 2 de febrero, se trata.
Eso sí, afirma que “este año irá más sobria, no llevará sus joyas más caras, como la pulsera de esmeralda ni el rostrillo de oro”, destaca, atendiendo a la pandemia en la que estamos asumidos. Pero sí llevará sus medallas que la acreditan como alcaldesa honoraria de Candelaria y, la más reciente, de presidenta honoraria del Cabildo de Tenerife. Para esta ocasión, desde hace unos días, Jaime Estévez ha vestido a la Virgen con uno de sus mantos que le regaló la comunidad hindú en el año 2001, de uno de los colores más tradicionales, el rojo, que ya lució en la visita en 2009 a La Laguna.

Estévez no solo es el encargado de vestir y desvestir a la patrona, sino también de los adornos florales a través de su Floristería Leomami. “Este año solo habrá flores en el trono, al pie del altar mayor y en las columnas que le rodean, sin grandes gastos”, incidiendo de nuevo en la sobriedad que quiere darle a la ocasión, cuando todos los actos se reducen a eucaristías dentro de la Basílica, sin procesiones tan sentidas como la de Las Candelas que debería celebrarse esta noche.
Estévez no sabría decir cuántos mantos tiene la Virgen, aunque se habla de más de 30, “ponibles tendrá unos 20”, a la espera de que lleguen tres más donados por la devota comunidad hindú de la Isla, según adelantó el prior Juan Ramón Enjamio en DIARIO DE AVISOS hace unas semanas, además de haber recibido recientemente la donación de otro manto blanco donado por un señor que ha querido mantenerse en el anonimato.

Recuerda el camarero de la Virgen que “desgraciadamente, buena parte de sus mantos se perdieron a poco de inaugurarse la Basílica en 1959, cuando estaban guardados en un baúl y una inundación terminó por pudrirlos. Solo se pudo salvar parte de un manto largo blanco, que se cortó y hoy lleva la Virgen de Santa Ana, con aplicaciones de caracolillos, así como el reconocido traje verde que le regaló el torero José Mata de La Palma”.
“Hoy -prosigue Estévez-, toda la vestimenta de la Virgen está bien colocada en perchas para evitar que vuelva a ocurrir lo mismo que aquella vez”. De todos esos mantos, el más antiguo es uno de terciopelo antiguo, “muy sevillano, pero muy estropeado por el sol”.
Jaime Estévez, haciendo historia, recuerda igualmente que el manto que llevó la Virgen cuando se inauguró la Basílica en 1959 lo lleva hoy la Virgen de Santa Ana, con seis o siete apliques nuevos, incidiendo de nuevo en la “buena relación” entre la Patrona de Canarias y la patrona de Candelaria, vecinas a escasos 100 metros, que ahora, por los efectos de la pandemia, están confinadas en sus camerinos, sin posibilidad de procesionar, para evitar las aglomeraciones de sus fieles cristianos y hasta hindúes de Tenerife y de Canarias.