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La lucha de Berta para hacer frente a un trasplante doble

Esta joven tinerfeña se recupera de una operación de la que debía salir con un páncreas y un riñón nuevos, pero que solo tuvo éxito al 50%
Berta en su cama del Hospital Universitario de Canarias, donde se recupera de la intervención a la que fue sometida el pasado 7 de febrero. / DA

Una casa con balcón, una terraza, un patio, una azotea, son espacios que el obligado confinamiento que trajo la pandemia de la COVID puso en valor. Sin embargo, a veces, una simple ventana vale por todos los balcones, terrazas, patios y azoteas del mundo. Si no, que se lo digan a Berta Catalina Alfonso Suárez, ingresada en el Hospital Universitario de Canarias desde el pasado 6 de febrero, fecha en la que recibió la llamada que pondría fin a dos años de ocho horas diarias de diálisis peritoneal. Un doble trasplante de páncreas y riñón la esperaba, casi 15 días después, aunque las cosas no salieron todo lo bien que Berta necesitaba, esa ventana de la habitación en la que está ingresada, y que da a la calle, le ha dado el “chute de energía” que necesitaba para ponerse bien e irse a casa. Sus padres y sus amigas, con megáfono incluido, han hecho que esta joven tinerfeña de 34 años, enfrente su recuperación con los inconvenientes que las restricciones por la COVID imponen, y que solo permiten que su novio, Víctor, la visite a diario, durante una hora y 45 minutos.

La historia de Berta, a través de sus propias palabras deja entrever a una mujer en la que la resiliencia adquiere todo su significado. “Desde los 11 años me detectaron diabetes tipo I. A raíz de eso pasé por una retinopatía diabética tras la muerte de mi tía. Estaba sacando la carrera de Ingeniería Industrial, especialidad en Mecánica, pero llegué a quedarme sin visión y tuve que dejar de estudiar. Pero mi ilusión siempre fue ser ingeniera y creo que eso me dio fuerzas para recuperarme, así que, tras cuatro años retomé la carrera y la saqué”.
Esa fuerza de voluntad es la que la ha acompañado en estos últimos dos años, en los que sus riñones dejaron de funcionar. “Me había hecho una analítica y me llamaron del laboratorio que fuera a Urgencias. Tenía un fallo renal agudo y me colocaron un catéter subclavia para empezar a dializar inmediatamente. Tras unos meses haciéndome hemodiálisis pasé a diálisis peritoneal, algo que me dio muchísima calidad de vida, ya que es un tratamiento que haces en casa y mientras duermes”. “ Tengo que reconocer -continúa Berta- que me he sentido muy afortunada a pesar de todo, porque la diálisis merma, te desintoxica sí, pero físicamente te destruye, así que en mi caso estoy agradecida a los los especialistas de diálisis peritoneal de La Candelaria. No tengo cómo agradecer todo lo que hicieron por mi, en especial el enfermero Roberto”.

Y entonces, después de dos años, sonó el teléfono. “Me dijeron que almorzara tranquila y luego me acercara al hospital para hacerme las pruebas, que había aparecido un donante”. Admite que fue muy impactante porque no lo esperaba. “Me habían paralizado el trasplante por el tema de la COVID, el de riñón se seguía haciendo, pero el doble no, por seguridad”. Y es que el trasplante de Berta era de páncreas y riñón, una de las opciones que le habían dado cuando entró en la lista de espera para operarse. “Te dan tres opciones: riñón, páncreas y riñón, o primero riñón y después páncreas. Yo elegí la segunda porque, aunque es la más complicada, si sale bien (una de cada diez lo hace), es la que mejores resultados da”. “Cuando comprobaron que los órganos a trasplantar estaban bien, me ingresaron, y el domingo por la mañana entré a quirófano”, añade esta joven luchadora.

Fueron nueve horas de operación, tiempo que, sin embargo, no resultó suficiente para lograr un éxito completo. “No tengo recuerdos muy nítidos porque estaba saliendo de la anestesia; solo que me desentubaron, me hicieron pruebas y la cara de un médico joven mirándome con pena. Me cuentan que no paraba de repetir que no quería que me operaran”. Berta sabe, porque se lo han dicho, que la volvieron a meter a quirófano a las dos de la mañana, y durante otras cuatro horas, la intervinieron para retirarle el páncreas que le habían colocado. “Hizo un trombo y estaba colapsándome el sistema, había que retirarlo, mi vida corría peligro”, cuenta. “De hecho, el riñón no terminaba de arrancar porque el páncreas había hecho el trombo, por eso estuve tantos días en la UCI, desde el domingo hasta el jueves; lo normal no es estar tanto tiempo”, añade.

Esta joven de Tabaiba, que fue concejal del Ayuntamiento de El Rosario durante 17 años, admite que no ha tenido mucho tiempo para lamentar la pérdida de ese órgano. “Estuve dos días sedada y cuando desperté y pregunté por mi páncreas me contaron lo que había sucedido. Estaba tan débil que solo pude centrarme en intentar recuperarme”, explica. Además, “los médicos ya me advirtieron de que tenía que venir preparada psicológicamente porque era muy duro si perdía el páncreas, ya que uno de cada diez falla. El anterior falló y me dije que, por estadística, me tenía que tocar, pero se ve que soy la primera de los siguientes 10”, comenta con admirable sentido del humor.
Ante la posibilidad de un nuevo trasplante, no lo duda. “Si la hay, lo voy a intentar. Lo que pasa es que cuando los órganos son de un mismo donante, como era este caso, el cuerpo solo tiene que luchar contra un elemento externo. Ahora si me trasplantaran un páncreas, ya serían dos elementos externos, pero si eso me permite, aunque solo sean cinco años de una mejor calidad de vida, lo voy a intentar”.
Ese optimismo y esa energía con la que Berta enfrenta el futuro, tiene mucho que ver con la ventana del inicio de este reportaje y con el motivo de que haya querido contar su historia: agradecer el cariño y el apoyo recibido. “Mi novio viene todos los días a verme y fue él el que reparó en que la ventana de mi habitación da a la calle”, cuenta Berta. Así que, después de dos semanas sin ver a sus padres, un día se asomó a la ventana y allí estaban. Su madre, su padre, su abuela y sus primas. Pero aún le quedaba una sorpresa, la que sus amigas le dieron megáfono en mano. “Se compincharon con mi novio. Le dijeron que necesitaba un chute de energía para recuperarme y entonces lo organizaron todo”. “Ese día -continúa- había un montón de calima y Víctor me dijo que me acercara a la ventana para ver el tiempo, la verdad es que no me apetecía, pero lo hice, y ahí estaban las cinco, megáfono en mano, gritando por mí. No me lo podía creer, empecé a llorar, y mi novio me tuvo que agarrar fuerte. Esas cosas las ves en la tele pero cuando te pasan a ti, no hay palabras”. Asegura Berta que, desde ese día, empezó a mejorar muchísimo, tanto, que puede que la semana que viene la dejen irse a casa.

Las amigas con las que Berta comparte vida, alegría e ilusiones. / DA

Sus ‘locas’ amigas

Tatiana es la mejor amiga de Berta, y es una de las cinco que le dio la sorpresa en el hospital. Cuenta que no se lo pensaron mucho. “Estábamos en casa, yo estaba wasapeando con ella y la noté baja de ánimo, y eso en ella no es normal, porque, a pesar de todo por lo que ha pasado, siempre lo ha enfrentado con alegría. Así que les dije a mis hermanas y ami prima si íbamos a ver a Berta. Cogimos el altavoz y para el hospital que nos fuimos”, cuenta entre risas.

“Nosotras somos así, muy alboratadas, muy locas, así que hasta nos resultó normal estar dando gritos por el megáfono saludando a Berta, al menos hasta que el de seguridad nos invitó, muy amablemente, a abandonar el lugar”. Tatiana cuenta que lo importante era que Berta sonriera, “que tuviera el chute de energía que necesitaba, que estuviera animada, sobre todo porque le ha tocado pasarlo sola. Otras veces que fue ingresada yo he estado allí, y también el resto, así que es muy duro para ella”. “Sabía -continúa- que la haríamos sonreír, porque nos conoce y sabe que estamos un poco locas”, ríe de nuevo.

Rebeca, Violeta, Tamara, Lucía, Tatiana, y también Goretti, son los nombres de esas grandes y “locas” amigas de Berta, a las que ella les está infinitamente agradecida.

Micrófono en mano y con la canción Paraíso, del grupo Dvicio, sonando a todo dar, las amigas de Berta se plantaron en el HUC para dedicarle no solo la canción, sino también frases de apoyo, ánimo y mucho amor de las “locas” de sus amigas.

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