
Con la presencia del sol y el paso de los días parece haber llegado la calma al antiguo campamento militar de Las Raíces, donde se ha levantado un albergue para 2.400 inmigrantes, que a día de hoy ocupan 500 personas, casi todas procedentes de Marruecos, con algún mauritano y “una veintena de africanos”, señala Abdelali, refiriéndose a un grupo de senegaleses, a la vez que advierte que “ya somos muchos, hay mucho ruido y empiezan a haber problemas”.
Este inmigrante, que ya lleva cuatro meses en Canarias -llegó a Las Raíces, como sus compañeros Abdessadik, Sharat, Ahmed y Monim, desde Gran Canaria-, nos comentó que “van a meter aquí a 3.000 personas durante dos meses y no creo que podamos resistir”, recordando que el deseo mayoritario de los que “nos jugamos la vida en el mar” es “llegar a la Península, no a Canarias, aquí también hay problemas como en Marruecos. Queremos ir a la Península o a Europa, donde nos esperan familiares”, lamentando que ahora “nosotros tenemos que esperar dinero de nuestras familias en Marruecos, cuando ellos pagaron nuestros viajes para que le enviáramos dinero. Queremos trabajo, no estar encerrados, pasando frío y sin apenas comida”, se quejó Abdelali, traduciendo también a Ahmed, mientras caminaban ayer entrada la tarde hacia el supermercado Terencio, a unos 200 metros del campamento, en la carretera general de La Esperanza, justo al lado de la gasolinera Pcan y el supermercado Alteza, que visitan casi a diario.
Ahora, con mejor tiempo, los rostros de los migrantes reflejan menos angustia, pero en todos se aprecia el temor a la deportación, llegando incluso a denunciar que “la Policía nos tiró los pasaportes al mar para que no pudiéramos seguir camino a la Península”, insiste Abdelali.
Asimismo, se quejaron de la escacez de comida, por lo que “tenemos que salir a comprar al supermercado”, desvelando que, además, “esa comida tenemos que guardarla, porque te la roban en la carpa”. Las instalaciones se siguen mejorando, como se vio ayer con el trasiego de operarios entrando y saliendo del recinto, y en breve habrá cocina caliente.
Lejos de los rumores que hablan de robos en los supermercados, en Terencio se han mostrado encantados de tener a casi medio millar de nuevos clientes. “No ha habido ningún robo, nos ayudan a aliviar la crisis”, comentó una cajera.
Tras el tumulto ocurrido el lunes, cuando medio centenar de migrantes salió del campamento con sus pertenencias y dispuestos a no regresar, ayer fue un día tranquilo, pese a la llegada de tres guaguas con otro centenar de magrebíes. Todos los que salieron lo hicieron en pequeños grupos, no más de cinco personas, para comprar o caminar por las calles cercanas, junto a vecinos que hacían footing o paseaban al perro.
ONG Cruccem
El presidente de Cruccem, la ONG encargada de la gestión del campamento, admitió ayer que hay escasez de alimentos y frío en este centro, carencias que, según la ONG, han sido trasladadas al Ministerio de Migraciones.
La ONG también aclara que dentro del campamento, que es de estancia voluntaria, no ha habido agresividad ni motines, sino migrantes que llegan con incertidumbre sobre si llegarán a su destino final en la Península o en Europa, y con el temor de ser devueltos a sus países.