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Huerto terapéutico en La Laguna: trabajar la tierra, recoger diversidad

Siete ONG tinerfeñas ponen en marcha un huerto terapéutico para personas con discapacidad en el Centro Atlántico de la Juventud
Hasta la fecha, en el huerto terapéutico han hecho semilleros y sembrado lechugas y millo; plantas a las que tienen previsto incorporar otras tantas | FRAN PALLERO

Colorido, con un clima envidiable y rodeado de naturaleza, el Centro Atlántico de la Juventud, situado a escasos minutos del casco de La Laguna, rompe todos los esquemas de un edificio público. Y es que no se trata de una instalación cualquiera; en él se da rienda suelta a la imaginación de la mano de sus usuarios finales: los jóvenes. Prueba de ello son sus paredes exteriores, decoradas por voluntarios de distintas partes de la Isla con el apoyo de Boa Mistura, colectivo especializado en acciones de arte urbano. Un cambio de imagen que trajo consigo la nueva directora general autonómica, Laura Fuentes, quien se ha trazado como objetivo tender puentes con las entidades sociales y abrirles las puertas del complejo nivariense.

Y con esa filosofía de “hacer un espacio como la vida misma, en el que todo el mundo cabe” nace el proyecto Cultiva y comparte. Una iniciativa puesta en marcha por siete ONG tinerfeñas mediante la que todos los días, de lunes a viernes, se inculcan a miembros de esas asociaciones valores como el respeto al medio ambiente, la ecología o la inclusión. Así lo explica a DIARIO DE AVISOS su coordinadora, Marta Bohórquez, de la Asociación Bienestar Ambiental (ABIA), que enumera a las otras organizaciones que han decidido sumar esfuerzos para que sus usuarios -mayormente con discapacidad- puedan beneficiarse del huerto terapéutico creado en un lateral del Centro: Queremos Movernos, las aulas enclave de los colegios Echeyde I y Echeyde II, Nahia, Coordicanarias y Plena Inclusión.

El proyecto arrancó hace poco más de un mes, el 15 de febrero, y desde entonces, indica que han ido adaptando el espacio a las necesidades que se han presentado. Por ejemplo, para las personas que se desplazan en sillas de ruedas se colocó una alfombra sobre la tierra y se habilitaron unas mesas con semilleros, con la altura adecuada para que pudieran participar en igualdad de condiciones. Asimismo, aclara que cumplen estrictamente con las normas dictadas por las autoridades sanitarias, contando con un control de temperatura y respetando los aforos. De hecho, en cada jornada participan solo dos grupos, que además tienen asignadas sus propias parcelas para el cultivo. No obstante, detalla que la idea es hacer valer el nombre del proyecto y que, una vez las cosechas comiencen a dar frutos, estos se distribuyan equitativamente entre las entidades.

Sergio, profesor de Echeyde II, acudió el jueves con sus alumnos del aula de integración especial esperanzado de ver germinar las lechugas que plantaron hace pocas semanas, y se manifestaba alegre por haber hallado una actividad de exterior que los educandos pueden realizar con seguridad. “Es nuestro primer contacto con el exterior desde que empezó la pandemia”, aseguraba, al tiempo que decía que, aun así, han querido tomar precauciones adicionales, por lo que “venimos en grupos burbuja”, evitando los contactos con los demás participantes para prevenir contagios de la COVID-19. En condiciones normales, afirma, las clases del aula enclave son muy prácticas, instruyendo a los educandos en materias que les faciliten ser autónomos en su vida diaria, como “que sepan orientarse por la calle o coger el tranvía” sin necesidad de ayuda.

Por otro lado se encuentran Perico e Iballa, de ABIA, encargados de velar por el correcto desarrollo de la parte ambiental del proyecto, en concordancia con los fines de su asociación. En este aspecto, Iballa concreta que han aprovechado un terreno cedido por la Dirección General de Juventud que “prácticamente estaba en desuso”, y en el que han sembrado hasta la fecha “millos y lechugas”; plantas a las que tienen previsto incorporar otras tantas próximamente. El objetivo de la iniciativa, asevera, es llevar a cabo talleres y prácticas que desemboquen “en aprendizaje agroecológico e inclusión”. Destaca, además, el hecho de que las entidades están “perfectamente coordinadas y trabajan bien” de manera conjunta.

Ana Mengíbar, presidenta de Queremos Movernos, no escatima en agradecimientos hacia Laura Fuentes por ceder la parcela del Centro Atlántico y aportar las herramientas de trabajo, como rastrillos y guatacas, aparte de habilitar un cuarto de aperos para que las ONG almacenen los materiales. Una gratitud que hace extensiva a ABIA, que ha hecho posible crear “un huerto plenamente inclusivo”, donde las personas con discapacidad física no ven barreras, sino un entorno amigable en el que disfrutar, relajarse y, hasta cierto punto, desconectar. Igualmente, Mengíbar dice confiar en que otros colectivos se unan al proyecto. Es más, manifiesta que están en contacto con algunos, si bien lamenta que estos huertos terapéuticos no se pongan en práctica en otros municipios de Tenerife “con todos los beneficios que aportan”.

Por el momento y si las restricciones sanitarias lo permiten, Cultiva y comparte estará en funcionamiento hasta el 31 de julio como experiencia piloto. A partir de ahí se valorará su permanencia en el tiempo, aunque Marta Bohórquez, como coordinadora, no ve razones para que no sea así, incluso ve ventajas gastronómicas: “Fomentamos la alimentación del huerto a la mesa; productos kilómetro cero”.

EL CENTRO, UN ESPACIO ABIERTO A JÓVENES Y ASOCIACIONES

El Centro Atlántico de la Juventud, en el número 17 de la calle Wenceslao Yanes González de la Ciudad de los Adelantados, se ha convertido en un espacio abierto a jóvenes y asociaciones de todo tipo. Si bien es cierto que en su interior ya se desarrollaban actividades, con la llegada de la nueva directora general se ha ampliado la programación, organizando actos que tratan de involucrar aún más a los menores de 30 años del Archipiélago. Las entidades que participan en el huerto terapéutico, manifiestan su agradecimiento también hacia los funcionarios del complejo, y en especial al coordinador del Centro, Toño: “Nos ha ayudado enormemente”.

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