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Elsa López: “Lo que hay que cambiar es el pensamiento, no el lenguaje”

Una conversación con Amada Elsa López (Guinea Ecuatorial, 1943) siempre se hace corta. Su pasión por la lectura empezó desde muy pequeña gracias a una “magnífica” profesora y a su madre, que era una gran aficionada a la lectura que le fue inculcando su amor por los libros. Premio Taburiente de la Fundación DIARIO DE AVISOS 2018 recuerda como el primer día que dio clases en una academia en Madrid con tan sólo 22 años se echó a llorar de los nervios.

-¿Cómo nace su pasión por la lectura?
“Pues mire, mi madre leía mucho. Era una gran aficionada a la lectura. Tenía en África una gran biblioteca con libros que o bien le mandaban de la Península o compraba cuando llegaban los barcos. Incluso tenía libros que, en aquella época, estaban prohibidos. Cuando llego de África a La Palma me encuentro también en una casa donde mis dos tíos, que eran maestros, me contaban historias, y donde mi abuela materna también leía novelas de amor y del oeste y recuerdo perfectamente que se las quitaba de la cómoda donde las guardaba. La lectura es fundamental en mi vida y se ve afianzada cuando llego a la Península, porque la familia de mi padre, mis dos tías, también eran profesoras. Me contaban leyendas, historias, mitos griegos…Una tía me contaba los romances como si fueran cuentos y ese mundo mágico me fue envolviendo. Yo era muy mala estudiante. Suspendía ciencias, pero en literatura siempre sacaba buenas notas. Mi profesora de Lengua, Doña Carmen García siempre alababa mis redacciones y eso me fue motivando a pesar de que me presionaban para que hiciera Farmacia como mi padre”.

-¿Farmacia?
“Imagínese. Mi camino, desde luego, era la Literatura. De hecho todavía hay mucha gente que cree que soy licenciada en Lengua y Literatura, pero no. Soy licenciada en Filosofía y lo soy por amor porque estaba en la cola para matricularme en Lengua y Literatura y ví en la cola de al lado a un chico guapísimo y le pregunté: ¿tú que vas a estudiar? Filosofía, me dijo; ¡Ah, que bien, yo también!, le contesté. Y me puse en su misma cola. Fue mi primer amor”.

-Y al final catedrática en Filosofía.
“Con los años me he dado cuenta de cómo me ha influido la filosofía. Y aún me doy cuenta como la filosofía me enseña a entender cosas”.

-Sin embargo, hay quien cree que la filosofía debería desaparecer del curriculum escolar ¿qué importancia puede tener ahora aprender a razonar?
“No sólo aprender a razonar, sino a algo más importante, aprender cómo piensan los demás hasta llegar a la conclusión de que el pensamiento es múltiple y de que puedo dialogar con todos. A mi la filosofía me ha servido para dudar y para ir madurando en mis opiniones. Mi ideología a los 18 años no es la misma que ahora. Aunque siga pensando lo mismo en la base, ahora matizo mucho más. A los 18 años pensaba que el comunismo era lo ideal. Tenía fotos del Che Guevara en todas las habitaciones, pero viajando me he dado cuenta de muchas cosas”.

-Unamuno decía que el nacionalismo se curaba viajando ¿no?
“Por eso siempre le digo a los chicos que hay varias cosas esenciales para desarrollar la mente: leer todo lo que pueda, viajar, y, sobre todo, ser crítico. Los jóvenes no están siendo educados para ser críticos. ¿Sabe por qué quieren quitar la filosofía? Porque nos enseña a eso, a ser críticos, y no interesa en una sociedad donde nos quieren tener atados. No interesa que la gente aprenda a razonar. Mire, si uno se aferra a un pensamiento único está perdido porque así nunca entenderás a los demás”.

-¿Tendría ahora fotos del Che?
“No, no llevaría fotos del Che, pero sinceramente sigo pensando que la idea del comunismo sigue siendo buena. Los hombres son quienes ejecutan mal las ideas. He cambiado el pensamiento por la manera atroz con lo que algunos hombres han ejecutado las ideas”.

-Desde su faceta como docente ¿cree que esa curiosidad por investigar, por leer y descubrir cosas se ha perdido con las nuevas generaciones?
“Yo no soy tan pesimista. Mire, cada vez que me llaman para ir a un instituto a dar una charla, sea la edad que sea, siempre digo que si, y le juro que salgo rejuvenecida y llena de energía. Los jóvenes se preocupan si tú los preocupas. Y siempre detrás de esa preocupación tiene que haber un profesor preocupado. El problema es que se nos llena la boca diciendo que la educación es fundamental, pero ¿cómo haces esa educación? ¿Cómo haces que un chaval lea El Quijote con 16 años?. ¿Estamos locos? El Quijote hay que leerlo cuando uno entiende donde está la gracia y el ingenio… Creo que las leyes de educación las hacen los pedagogos, no los maestros”.

-Usted siempre ha sido una gran defensora del feminismo ¿cómo cree que ha evolucionado este movimiento?
“Mis hijos me dicen que en política soy un dinosauro. Con el feminismo sigo siendo de los 70. He luchado por los derechos de la mujer sin aliento, pero no debemos perder la objetividad. De acuerdo que hemos aguantado durante siglos que los hombres ocupen puestos que no se merecían, pero si queremos revertir esto no podemos hacerlo discriminando al hombre con palabras como la paridad. La igualdad no es discriminar. No quiero reparar un error cometiendo otro. Si una mujer vale ocupara el puesto que le corresponde. Y si un hombre vale también, no hay que apartarlo para poner a una mujer solo por ser mujer. No nos carguemos todo lo que hemos conseguido por un género. Hay que corregir cosas, pero no cayendo en el absurdo”.

-¿Qué opina del lenguaje inclusivo?
“Mire yo quiero ser natural hablando y decir lo que pienso sin tener miedo a no pronunciar una o o una e. No quiero limitar mi pensamiento a la lengua. No quiero doblegarme a la lengua. Lo que hay que cambiar es el pensamiento no el lenguaje”.

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