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Cronología de un parricidio: del rastro del dinero al fondo del mar

La hipótesis de una huida de Tomás Gimeno junto a sus dos hijas al extranjero nunca fue descartada; ahora, con el hallazgo del cadáver de Olivia, se despejan las incógnitas
La Guardia Civil inspeccionó ayer la casa propiedad de Tomás A. Gimeno en Igueste de Candelaria, donde las dos niñas estuvieron con su padre el día de su desaparición. Foto: Sergio Méndez.
Agentes de la Guardia Civil inspeccionando una de las propiedades de Tomás Antonio Gimeno, el padre de las pequeñas Anna y Olivia | SERGIO MÉNDEZ

“Siga el rastro del dinero”. Es una mítica frase de la película Todos los hombres del presidente sobre el caso Watergate, escándalo que abocó al presidente de Estados Unidos Richard Nixon a renunciar al cargo. Y ese hilo, el de explorar el fin último de las grandes cantidades de dinero que había movido Tomás Gimeno entre dos cuentas de las que era titular, fue de los primeros de los que tiraron los investigadores. Se habló durante semanas de una fuga internacional, solo bastaba saber a dónde y de qué manera; distintos barcos habían merodeado la zona, aunque hubo uno que hizo saltar todas las alarmas por su inusual desvío de rumbo a las proximidades de la costa tinerfeña. Sin embargo, el que parece ser el final de la historia, a falta de conocer los detalles en los que se produjo la muerte de, al menos, una de las niñas, va más allá de eso. DIARIO DE AVISOS hace un repaso por la cronología de un caso de desaparición inédito en la historia del Archipiélago.

El pasado 27 de abril, la madre de Anna y Olivia, de uno y seis años, respectivamente, acudió a las 21.00 horas a la vivienda de su expareja, Tomás Antonio Gimeno, para recoger a sus hijas. Se habían separado hacía un tiempo y tenían la custodia compartida. Tras esperar cerca de una hora, el varón se puso en contacto con ella por teléfono y, de acuerdo con la denuncia por secuestro que se trasladaría más tarde a la Guardia Civil, este le dijo: “No vas a volver a ver a las niñas jamás. Tampoco a mí. Yo me haré cargo de ellas para que estén bien cuidadas”.

Esa misma noche, las cámaras de seguridad del puerto de la capital tinerfeña captaron a Gimeno, que tenía un barco en dichas instalaciones, montándose a la embarcación con dos bolsas de mano. En sus idas y venidas, la Benemérita llegó a pararle por saltarse el toque de queda vigente en aquel entonces, si bien, al no estar en busca y captura -condición que adquiría en días posteriores-, le dejaron proseguir su camino con una propuesta de sanción por no respetar las restricciones sanitarias. Las imágenes revelaron que en todo momento el padre no iba acompañado de sus retoños, y, además, que se comportaba de manera extraña, visiblemente inquieto, nervioso.

En torno a 48 horas después, las autoridades encontraron el barco de Gimeno a la deriva en las proximidades del Puertito de Güímar, así como una silla de bebé flotando en el agua, que fue atribuida a la más pequeña, Anna. En la tercera jornada, un nuevo hallazgo estremecía el corazón de los isleños: se daba a conocer que, tras inspeccionar la embarcación, se había dado con restos de sangre que, no obstante, una vez efectuados los análisis correspondientes, resultaron pertenecer al padre, no a ninguna de las niñas. Y el Día del Trabajador, 1 de mayo, el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Güímar, vistas las hipótesis de su posible huida, emitía una orden de búsqueda internacional. De hecho, hasta 50.000 cajeros automáticos de todo el mundo se empapelaron con la foto de las niñas y el progenitor, con la esperanza de que surgiera una pista.

El 3 de mayo, como adelantó el DIARIO, trascendió que Tommy, como era conocido por sus allegados, había hecho una transferencia de 55.000 euros entre dos cuentas, lo que alimentaba las posibilidades de que se hubiera marchado a otro país con ayuda de alguien. Paralelamente, los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil hicieron nuevos registros en los inmuebles de Gimeno. Es más, este periódico tuvo acceso a las líneas de investigación que se desarrollaban, en las que se valoró su presencia en Cabo Verde o la costa de Sudamérica; trayectos que podría haber realizado subiéndose a una segunda embarcación.

Al día siguiente, la propia madre de las niñas, Beatriz, difundía un tierno vídeo de sus retoños, a fin de que la sociedad canaria no decayera en su intento de encontrarlas, al igual que tampoco lo hizo ella en ningún momento. Alcanzado el 7 de mayo, la familia agradecía el despliegue y la cantidad de llamadas que recibían los servicios de emergencia con posibles pistas, y hacía una petición al padre: que regresara, aunque solo fuera por que las niñas quisieran reencontrarse con su madre. Asimismo, el delegado del Gobierno central en las Islas, Anselmo Pestana, señalaba que los trabajos se habían desplazado al Sur.

En este sentido, cabe destacar que el día 17 del mes pasado se sumaba más equipamiento especializado en la exploración del mar al dispositivo de búsqueda. Y, en concreto, el 29, lo hacía el buque Ángeles Alvariño, del Instituto Oceanográfico, dotado de un sonar de barrido lateral y un robot submarino. La semana pasada, todo parecía apuntar a que ni un equipo de esas características, de lo más avanzado que se ha utilizado nunca en España, daría con nuevos indicios. Sin embargo, el lunes detectaba la presencia de varios objetos donde se focalizó el operativo: una botella de oxígeno y una sábana.

Y ayer, en torno a las 18.00, a 1.000 metros de profundidad y a tres millas de la costa de Tenerife, el Ángeles Alvariño daba con una bolsa de deportes amarrada a un ancla. En su interior, el cuerpo de la pequeña Olivia.

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