
Los Juegos Paralímpicos acaparan estos días la atención de todo el mundo deportivo. Cada cuatro años, el deporte adaptado tiene un escaparate único lleno de historias de superación. Pero los que llegan ahí son pocos, muy pocos. La realidad para las personas con discapacidad que quieren realizar deporte en Canarias no es tan sencilla. Se necesita inversión, es evidente, pero también una mayor sensibilización y una apuesta por parte de las instituciones. El deporte mejora la vida de personas con discapacidad. Es así de claro.
“Llamé a Deportes del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y, textualmente, a la hora de preguntar por actividades deportivas para personas con discapacidad te dicen que puedes hacer cualquier cosa de las que ofertan, pero claro, sin monitores ni oferta específica de deporte adaptado. En Santa Cruz no hay oferta deportiva para personas con discapacidad. Es un desastre”. Lo indica Ana Mengíbar, presidenta de la asociación Queremos Movernos, de las que más trabajan en la Isla para personas con discapacidad.
Por desgracia, no solo ocurre en Santa Cruz de Tenerife, sino, en general, en toda Canarias. Así lo afirma Mariona Masdemont, coordinadora en Canarias del programa Relevo Paralímpico, que cuenta con el apoyo del Comité Paralímpico Español y la Fundación Disa: “Ocurre en muchos lugares y, ojo, en ese caso hablamos de una capital, por lo que en otros lugares llega a ser un drama. Por suerte hay excepciones, pero la tónica general es que cuesta mucho incluir la discapacidad en la rutina diaria a nivel institucional y de clubes”.
La pandemia
Cuando el panorama no era bueno, con muchas carencias a todos los niveles, llegó la pandemia. Eso provocó que todo empeorara y ahora, cuando poco a poco se intenta recupera la normalidad, la sensación es la de que las personas con discapacidad no son la prioridad, como admite Ana Mengíbar: “Nosotros queremos que exista transversalidad, que, por ejemplo, si Cultura realiza una exposición que la misma sea accesible, que todos podamos disfrutar de la cultura”.
Mengíbar, además, pone un ejemplo muy claro de la desatención que han sufrido: “Tras la última reforma de la piscina Acidalio Lorenzo, las entradas y salidas son accesibles, pero los vestuarios no. Es decir, que no se preocuparon de, en esa reforma, dar accesibilidad a los vestuarios para que sean usados por todos. No solo ocurre con esa piscina: en Santa Cruz hay lugares en los que no solo las personas con discapacidad no pueden hacer deporte, es que ni siquiera pueden ser espectadores porque los recintos no están adaptados”.
Mengíbar se queja, en el caso de la piscina, de que las actividades, como en otros muchos lugares, se ofertan solo en verano, pero que las familias necesitan “disfrutar de ellas todo el año”, algo en lo que coincide plenamente Mariona Masdemont: “Necesitamos proyectos sostenidos en el tiempo. Realizar actividades puntuales no servirá si las familias de esas personas no ven, poco a poco, como su familiar va mejorando y encuentra los beneficios de la actividad física”.

Mariona está al frente de Relevo Paralímpico, un proyecto que busca en las Islas a personas que quieran hacer deporte a la vez que tratan de sensibilizar a clubes e instituciones: “Independientemente de su edad o de su discapacidad, queremos que hagan deporte. Queremos, además, que la discapacidad esté incluida en el tejido de los clubes ante la necesidad de que exista una cantera. No hay nadie, o muy pocos, detrás de los que estamos viendo ahora en los Juegos Paralímpicos de Tokio”.
Por ello, busca información, al no existir un censo de personas con discapacidad en Canarias, porque, otros de los aspectos a tener en cuenta por parte de las instituciones es la necesidad de contar con instalaciones próximas a los lugares de residencia: “Nos encontramos, en muchas ocasiones, con personas adultas que no han hecho nunca deporte y es muy difícil sacarlos de sus casas. Las historia cambia su trabajamos eso desde niños y si, además, logramos que sea cerca de sus hogares”.
Otra de las reivindicaciones de Queremos Movernos es esa, que las instalaciones municipales permitan disfrutar “de un derecho fundamental como es hacer deporte” a las personas con discapacidad, como insiste Ana Mengíbar: “Los cursos de verano ya acabaron, como me dijeron a mí en otro municipio al que llamé. Nosotros queremos que sea todo el año y que sea cerca de las casas, que es lo necesario. Y no creemos que sea un trabajo que tengan que asumir los clubes, sino las instituciones. En este caso, el Ayuntamiento de Santa Cruz. No lo queremos todo de golpe, pero sí que, poco a poco, trabajen”.

Las familias
En muchas ocasiones, las familias se presentan como un escollo importante. María Sosa, creadora del Club de la Piruleta, el primer club de baloncesto inclusivo de Canarias, recuerda aún cómo muchas de esas familias veían con cierto recelo la puesta en marcha de este admirable proyecto: “Costó del mismo modo que, con la pandemia, ha costado regresar. Hablamos de personas con patologías asociadas y, como es normal, existía miedo. No es que dejaran de ir a jugar, sino también a los centros ocupacionales. Eso, poco a poco, creo que lo hemos ido cambiando porque se han ido viendo los beneficios de la práctica deportiva”.
Mariona Masdemont recuerda, al hilo de esto, un caso concreto: “Fue un proyecto de tres años en un municipio de Canarias. Las familias no estaban nada convencidas y ahora hacen convivencias, se van de viaje juntos… Creo que es una cuestión de la falta de sensibilización. En ese caso en concreto se pasó del miedo a la satisfacción al ver los beneficios obtenidos”.

Las ayudas
En un ámbito, el deportivo, en el que es cada vez más complicado encontrar patrocinadores, la parte económica asfixia al deporte adaptado.
Casos como el Club de la Piruleta son el mejor ejemplo de ello. Pese a su labor, pese a la repercusión que han tenido, a día de hoy, solo reciben subvención del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife: “La puse en marcha el PSOE y se ha mantenido, pero se ha visto recortada. Al ser un equipo inclusivo no somos ni deporte adaptado ni normalizado, por lo que nos vemos en tierra de nadie”.
Precisamente para poder desahogar a las familias, desde el club no se cobra un solo euro por poder hacer deporte con ellos, a diferencia de la inmensa mayoría de entidades deportivas, por lo que reciben ayudas de alguna empresa, que tiene que ver más con material. Ante esto, como admite María Sosa, tratan de generar ingresos de forma propia: “Sacamos dinero del merchandising que hacemos, de suéteres, llaveros y demás, pero no tener dinero implica, por ejemplo, no poder hacer actividades en el exterior que sean complementarias”.
Desde Relevo Paralímpico uno de los objetivos de poder realizar el seguimiento de las personas con discapacidad en las Islas es poder facilitar esos medios. “Estamos en contacto con esos clubes y queremos también hacerlo con las universidades para poder crear un red que nos permita, por ejemplo, proporcionar una bicicleta adaptada si alguna persona de El Hierro la necesitara. La intención firme es que nadie deje de hacer deporte”.
Ana Mengíbar reitera que la clave es que quede claro que es necesaria “una apuesta seria por el deporte inclusivo y adaptado”, algo que, a día de hoy “no se cumple” como puede verse en el día a día: “El compromiso del Ayuntamiento de Santa Cruz ha sido nulo con el Midayu, con nadadoras como Michelle Alonso o Judit Rolo. ¿Es normal que un club así no dispusiera ni de un local en la ciudad. Por eso se fueron a La Laguna”.
Mientras tanto, hasta que la sociedad se decida a dar un paso, de verdad, al frente, María Sosa pide abandonar uno de los viejos clichés en lo referido al deporte adaptado: el de transmitir pena. “Los paralímpicos que vemos estos días por la tele se superan día a día, no solo en Tokio. Son un ejemplo para todos nosotros, que nos ahogamos en un vaso de agua en muchas ocasiones. Tenemos que darles la importancia que merecen”.