erupción la palma

Toda una vida en un cuarto de hora

Vecinos de Todoque regresan fugazmente a sus casas para elegir en 15 minutos qué salvan de sus viviendas y de qué se despiden para siempre

“Quince minutos para recoger toda una vida”, resumía ayer un vecino de la zona baja de Todoque mientras esperaba con su vehículo el permiso de las autoridades para regresar efímeramente a su casa y recoger, en un segundo turno exprés, enseres y recuerdos antes de que la apisonadora de lava se tragara su vivienda. Como él, numerosos residentes en este núcleo del municipio de Los Llanos de Aridane que, entre la angustia y el agobio por la premura de tiempo, afrontaban la tensa espera en caravana al volante de sus coches y camionetas intentando decidir qué salvar y de qué despedirse para siempre.

“Ayer nos llevamos ropa, mobiliario y documentos, hoy venimos a buscar recuerdos”, explicó uno de los afectados. Otro vecino, después de salir prácticamente con lo puesto el día de la evacuación, apuntaba en una lista sus prioridades: “Las medicinas de mis padres, los colchones, la cuna de mi hijo de un año, las fotos de la vida de mi familia y de mi infancia…”. Son algunas estampas de una tragedia que crece con el paso de las horas a medida que se van conociendo historias que dibujan el mapa humano de la desolación, como la de Jorge, un vecino desalojado que cada día se sube a una loma para ver si su casa en Los Campitos sigue en pie. Es un trago que, reconoce, afronta diariamente con “pánico, terror y mucha angustia”.

Los muros de rocas incandescentes, que ayer superaron los 12 metros de altura como consecuencia de su avance más lento, no solo arrasan viviendas, colegios, carreteras y fincas de plataneras y aguacates. También sepultan raíces, sueños, recuerdos, ilusiones y proyectos de vida. Imágenes como la de una vecina de Todoque llorando desconsolada en la parte trasera de una camioneta mientras sujeta un colchón y rodeada de los enseres que salvó in extremis de su vivienda han conmovido al mundo entero y reflejan la magnitud de la catástrofe. Aunque lo parezca, no es una estampa de Afganistán. Es la desgracia descomunal que sufre el Valle de Aridane.

Paralelamente ya se empieza a hablar también de una “catástrofe psicológica”. Los profesionales en esta materia se esmeran estos días en apoyar emocionalmente a los afectados, escuchar sus problemas y poderles brindar los recursos necesarios que les ayuden a reducir la presión que sufren. Trabajan un duelo que se manifiesta en estados de shock, cuadros de estrés, frustración e incertidumbre. Una de las psicólogas calificaba ayer el servicio que presta como una “atención en diferido”, por cuanto los afectados no han sido testigos de la destrucción de sus viviendas al ser evacuados previamente.

En puntos de concentración como el acuartelamiento de El Fuerte, lugar que acoge a gran parte de los vecinos desalojados de sus hogares, los psicólogos aseguran que encuentran a diario ejemplos de resiliencia y sostienen que el hecho de sentirse acompañados por otros vecinos ayuda a afrontar este tipo de situaciones tan complicadas de gestionar emocionalmente. “El mal compartido genera una sensación que hace que se sobrelleve mejor”, resumía ayer otra psicóloga que atiende a los vecinos evacuados en las instalaciones militares de Las Breñas. Aunque puntualizaba que “con los mayores cuesta un poco más”.

A la espera de que el volcán dé alguna señal de cierta debilidad, ya sea en un descenso de la deformación de la isla o en una reducción de los niveles de emisiones de dióxido de azufre (los dos parámetros más fiables, según los científicos), la erupción estromboliana de Cabeza de Vaca ha deparado una imagen cargada de simbolismo que ha sorprendido al mundo: la de una casa amarilla, con tejado, chimenea y un par de palmeras asediada e incomunicada por un mar petrificado de lava que a última hora siguió su curso ladera abajo, dejando a la vivienda como un oasis en medio del infierno. La fotografía de Alfonso Escalero, realizada a través de un dron, ya se ha convertido en un icono gráfico de la resistencia, un emblema para la esperanza y un monumento a la reconstrucción.

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