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La última obra de César Manrique, ¿en un lugar equivocado?

La escultura ‘Homenaje a Santa Cruz’, que se erige frente al Parque Marítimo, fue diseñada por el artista cuatro días antes de morir para la rotonda de entrada a la capital; los ingenieros que materializaron el boceto ven viable hoy un cambio de ubicación
Montaje fotográfico de la última obra de César Manrique en la rotonda de entrada de la capital
Montaje fotográfico de la última obra de César Manrique en la rotonda de entrada de la capital
Montaje fotográfico de la última obra de César Manrique en la rotonda de entrada de la capital, lugar propuesto inicialmente por los ingenieros que materializaron el proyecto. DA

Solo César Manrique podía ser capaz de imaginar una gran escultura sobre un vertedero. Su pasmosa facultad para contemplar una realidad muy distinta a los paisajes convencionales a la vista de todo el mundo volvió a quedar de manifiesto cuando, a principios de los años 90, trasladó a su equipo de trabajo, enfrascado entonces en la redacción del proyecto de la mayor obra civil del artista en la capital tinerfeña, el Parque Marítimo, la necesidad de erigir un gran emblema escultórico como homenaje al pueblo de Santa Cruz sobre la mayor montaña de basura de la Isla, que ya entonces quería pintar de verde y que hoy es un palmetum único con centenares de especies vegetales de todo el mundo. Era su particular guinda y su rúbrica personal al espléndido complejo de piscinas que empezaba a tomar forma en los planos.

A la vuelta de un viaje a Marbella para conocer sobre el terreno la propuesta realizada por el alcalde Jesús Gil de construir un gran auditorio en una cantera al aire libre -donde hoy se celebra el festival internacional Starlite-, Manrique, gran amante de la simbología, dibujó en el despacho de sus amigos y colaboradores Juan Alfredo Amigó y José Luis Olcina, en la calle San José número 24, un bosquejo del móvil de hierro y acero llamado a convertirse en un icono de la capital tinerfeña. “Vamos a dibujar el Homenaje a Santa Cruz”, comentó en la oficina, y se puso a realizar los trazos básicos del monumento. A nadie se le pasaba por la cabeza que cuatro días más tarde el artista perdería la vida, a los 73 años, en un accidente de tráfico en su isla natal, a escasos metros de su fundación.

Aquel dibujo, que permaneció más de dos años guardado en una gaveta, fue rescatado por Juan Alfredo Amigó y José Luis Olcina, los dos ingenieros de caminos que trabajaron codo con codo con Manrique en los últimos 25 años de su vida, mientras avanzaban las obras del Parque Marítimo. Ambos, conscientes del valor de la última creación del pintor y escultor lanzaroteño, decidieron sacar adelante su proyecto de despedida y así se lo comunicaron al Ayuntamiento. La idea de César de elevar la escultura móvil al cielo en la actual zona del Palmetum se desechó por dos razones. Primero, porque en aquel momento seguía siendo un basurero (ni siquiera se había construido aún la red de desgasificación ni la escollera para impedir que los lixiviados acabaran en el mar) y segundo, porque un lugar de tanta amplitud y tan elevado exigía una obra de un tamaño descomunal, lo cual resultaba inviable desde el punto de vista económico.

ROTONDA TRES DE MAYO SANTA CRUZ
Estado actual de la rotonda ubicada en la parte superior de Tres de Mayo. F. Pallero

Se barajó entonces una alternativa distinta a su actual ubicación en la plaza del Castillo Negro: la nueva rotonda incluida en el plan vial de Santa Cruz, justo a la entrada de la capital, en la confluencia de las avenidas Manuel Hermoso Rojas y Benito Pérez Armas, una opción defendida inicialmente por los ingenieros, que entendieron que el diseño se adaptaba mejor a un lugar más céntrico y de mayor movimiento de vehículos y peatones y que, además, se convertiría allí en un símbolo de la ciudad. Pero finalmente la idea fue descartada porque la glorieta aún no se había creado.

Después de varias reuniones con el Ayuntamiento de Santa Cruz, se decidió finalmente colocarla frente al Parque Marítimo, emplazamiento que vio con buenos ojos el grupo empresarial Domingo Alonso, patrocinador de la escultura, al entender que la placa inaugural en la que figuraba el apoyo económico de la empresa resultaba más visible por los transeúntes en ese punto de la ciudad.

CESAR MANRIQUE ESCULTURA PARQUE MARÍTIMO
Emplazamiento actual de la escultura, junto al Parque Marítimo. F. Pallero

A pesar de su volumen y características técnicas, los ingenieros aseguran que se trata de una escultura fácilmente desarmable y transportable, por lo que consideran viable un cambio de ubicación hasta la rotonda de entrada a la ciudad. De hecho, ambos no descartan que algún día pueda hacerse realidad su idea original de erigir el homenaje de César Manrique a Santa Cruz en el emplazamiento entre las dos céntricas avenidas.
Sobre Juan Alfredo Amigó y José Luis Olcina recayó la responsabilidad de interpretar el diseño y la ingeniería de la figura póstuma de Manrique (al igual que ocurrió con el Parque Marítimo), mientras que su construcción corrió a cargo de Aquilino Dorta Pérez, profesional con un amplio bagaje en obras móviles del lanzaroteño. El Homenaje a Santa Cruz, de 15 metros de alto, 9 de ancho y 6.500 kilos, se levantó sobre una estructura fija de acero forrada de hierro en color blanco y otra móvil sobre un eje interior de acero inoxidable de 16 aspas que giran en la dirección del viento. La parte superior se resolvió con forma de diamante y la inferior se complementó con dos pirámides invertidas.

El monumento fue oficialmente inaugurado por el entonces alcalde de Santa Cruz de Tenerife, Miguel Zerolo, el 22 de septiembre de 2000, ocho años después del fallecimiento del autor de la idea y del boceto. Allí, en la plaza del Castillo Negro y junto a la Casa de la Pólvora, dos emblemas históricos de la capital chicharrera, permanece la firma de despedida de César Manrique, que nunca imaginó que aquel bosquejo improvisado en la oficina de la calle San José significaría mucho más que un homenaje a Santa Cruz. En realidad había dibujado el agradecimiento eterno de una ciudad y una isla a su genialidad.

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