
Las piernas de Ricardo mueven con la pasión de un gran padre los 192 kilos de ilusión que van encima de esa bicicleta con la que ha recorrido dos veces el Camino de Santiago, y con la que participó, por ejemplo, en la última Maratón Internacional de Santa Cruz de Tenerife. De ese peso, 92 kilos son suyos, 56 del vehículo y el resto son de Andrés, su hijo.
Al fondo, la plaza del Obradoiro; debajo, una calzada que cada vez parece empinarse más; a los lados, una multitud de personas que jalean su esfuerzo por llegar y cumplir con el gran reto; delante, Andrés, emocionado, respondiendo con cariño al cariño recibido y en la cara, lágrimas.
La emoción de Ricardo se nota en su voz cuando describe el momento tan especial que vivieron tanto él como su hijo culminando por segunda vez el Camino de Andrés, tal y como han definido su proyecto, tan deportivo como solidario. Andrés tiene “una barrera muy grande”, como dice Ricardo, una discapacidad física y cognitiva que no le impide sentir, vivir ni creer. Y más con el apoyo tan fuerte que tiene en su progenitor, una persona que no escatima ni un esfuerzo para darle a su hijo la posibilidad de disfrutar con lo que más le gusta, el deporte. Para ello, entrenan dos horas casi a diario con la bicicleta adaptada, donde Andrés va sentado sintiendo el aire en su rostro y el aliento de la gente en su pecho.
Pero el esfuerzo no es solo el que se ve cuando la sociedad indivisible forma parte de una prueba o acomete un reto. Detrás hay horas y horas de entrenamiento, “porque Andrés siempre me está esperando para salir”, preparado como el motor de un vehículo al que le da el combustible las duras piernas de su padre y porque, “si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, tal y como reza ese lema que Ricardo y Andrés han tomado como bandera para sus retos.
En Buenavista del Norte nadie escapa a sus hazañas, pero la pareja se ha hecho con un lugar en el corazón de miles de personas. “En Santiago la gente lloraba de vernos llegar al Obradoiro, nos agradecían el esfuerzo que hacíamos, porque muchos se sentían identificados con nosotros o, simplemente, empatizaban”, relata un orgulloso Ricardo, que tiene en mente el poder cumplir un nuevo reto, el de dar la vuelta a las ocho islas.
Ya han recorrido Tenerife y cuando la pandemia lo permita, acometerán el resto del desafío. Mientras, para mantener a punto la maquinaria, participan en pruebas locales como la Correayo, celebrada en Güímar, o la Maratón de Santa Cruz, o, simplemente, salen a entrenar por Buenavista entre los ánimos de la gente que aprecia su esfuerzo y que reciben como respuesta el cariñoso saludo de Andrés con sus pulgares hacia arriba.
“Hemos vivido experiencias inolvidables, no sé qué sería de Andrés sin poder disfrutar del deporte”, reconoce Ricardo, que quiere que su hijo pueda volver a sentir esa alegría de verse arropado por su gente de Buenavista como ya ocurrió cuando completaron el reto de dar la vuelta a Tenerife. “Fue único, estar allí, con nuestra familia, nuestros amigos y vecinos, la gente de nuestro entorno y muchas más personas que no nos conocían y a los que se les veía emocionados de ver lo que estaba sucediendo”, detalla el motor del Camino de Andrés, un camino que solo acaba de comenzar.