la palma

Los diez días de “vida” oficial del volcán, un plazo “intuitivo”, pero necesario

Hoy quedan ocho jornadas en virtud del acuerdo por consenso alcanzado por el Comité Científico para dar por extinguida la erupción, un plazo fijado por “precaución y responsabilidad”, reconoce Nemesio Pérez
La vigilancia, aún cuando el volcán no vuelva a dar signos de actividad y descienda hasta llegar a cero, va a continuar en La Palma en un horizonte a largo plazo. Involcan
La vigilancia, aún cuando el volcán no vuelva a dar signos de actividad y descienda hasta llegar a cero, va a continuar en La Palma en un horizonte a largo plazo. Involcan

Las emociones también se cuelan en las reuniones del Comité Científico y del Pevolca al frente de la emergencia por la crisis volcánica vigente en La Palma, una situación que se prolongará durante varios meses.

Los expertos que han seguido al detalle la vida y evolución del volcán creen asistir al final, lo que permite que puedan dejarse llevar, después de casi tres meses, por un optimismo sosegado, contenido en la vigilancia al volcán, a cuyo cráter, con más de un kilómetro de diámetro, ya han accedido vulcanólogos del Involcan. El coordinador de esa entidad, Nemesio Pérez, reconoce que el límite de diez días que se han dado para señalar la “muerte” de la erupción es el resultado de un consenso, pero señala que “no hay ningún sustento científico. Los días establecidos son intuitivos y para mantener la máxima precaución”.


En ese terreno de la cautela, Pérez reconoce sentirse “cansado” después de tres meses en La Palma, con jornadas de trabajo de entre 11 y 15 horas de lunes a domingo, una afirmación que rechaza casi de inmediato para subrayar que “en este contexto no tengo derecho a quejarme”.


Nemesio Pérez, que reconoce que “tengo los dedos de los pies y las manos cruzados para que este sea una muerte definitiva del volcán”, pide “precaución y no bajar la guardia con respecto a la vigilancia”. “Es importante que la población sepa que la zona de exclusión, aunque el volcán se apague, tiene peligros asociados al riesgo volcánico”. Se refiere al futuro a corto y medio plazo en un mensaje que va dirigido a las miles de personas desalojadas de El Remo, La Bombilla, Puerto Naos, Jedey y Las Manchas. Es este último barrio donde mayor acumulación de ceniza hay y donde se llevan a cabo con especial insistencia mediciones de gases. “Queremos que la gente vuelva a casa, pero no va a poder ser así y no porque no queramos ni porque sea una decisión caprichosa, sino por una cuestión de responsabilidad con la seguridad de las personas, porque los riesgos en esas zonas existen y lo primero es preservar la vida”, indica.

Nemesio Pérez. DA


La visión de Nemesio coincide con la de Rubén López, uno de los miembros del Instituto Geográfico Nacional (IGN), que destaca la calma de los parámetros, pero advierte de que “las zonas de exclusión tienen riesgos y no estamos fuera de la emergencia, porque puede haber alguna reactivación de este proceso eruptivo”. López reconoce sentirse optimista ahora que todo acaba. “Es gratificante poder decirle a tanta gente, después de ver tanta angustia y de esa convivencia insoportable con la permanente caída de ceniza, que esto está acabando y que pueden liberar, al menos, parte de esa angustia”, dice.


Con el volcán moribundo, tiene la certeza de que les quedan muchos meses de trabajo en La Palma. Tanto es así que en el IGN se han establecido ya turnos de trabajo hasta el periodo vacacional de Semana Santa del próximo 2022. “Nos queda por delante un trabajo ingente”. Recogidas de muestras, exploración y estudio de la evolución, procesar datos y seguir investigando. Esa es la tarea que tienen ahora por delante en un espacio de más de 1.100 hectáreas de coladas volcánicas, “donde se han llegado a medir espesores de hasta 60 metros”, recuerdan desde Involcan. “Queremos que la gente vuelva a casa, pero eso no va a ser posible”, subrayan. La emergencia continuará y la vigilancia se extremará para evitar que, en el epílogo del volcán, los gases puedan generar daños personales que hasta ahora se han evitado.

Rubén López. DA

El vulcanólogo Juan Carlos Carracedo opina que “con toda probabilidad asistimos al final de la erupción” en Cumbre Vieja, en La Palma, y cree que el plazo de diez días que se ha dado el comité que asesora al Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca) “es más burocrático que científico”.


Otro vulcanólogo, Vicente Soler, del CSIC, que participa en las deliberaciones del Pevolca, indica que el señalamiento de esos diez días, de los que ya solo restan ocho, es “una forma de ser precavidos” y de dar tiempo a que “el magma comience a solidificarse en su parte más somera”, lo que excluiría por completo una hipotética reactivación del volcán. Ambos coincidieron, en declaraciones a la Agencia Efe, en que el volcán comenzó a mostrar “signos de debilidad” hace semana y media. En la fase de explosividad del pasado fin de semana, en referencia a la reactivación del domingo, es considerada por estos expertos como una especie de “último estertor”, apunta Carracedo, de “despedida y cierre”, anota Soler. “Sacó a la superficie todo lo que le quedaba. Y como no tiene la posibilidad de nuevo aporte -de magma-, se ha extinguido”, sostiene Juan Carlos Carracedo.

Juan Carlos Carracedo. DA

Comprobar las estructuras de todo lo que ha quedado en pie

La vuelta de los miles de desalojados a sus hogares no será posible a corto plazo. No solo por la amenaza de los gases que seguirá emitiendo el volcán, sino por la necesidad de comprobar el estado de las estructuras, la existencia de fisuras y la estabilidad. A esa expectativa se suma la ingente tarea en la retirada de ceniza. Eso no impide que los mancheros piensen en recuperar su barrio cuanto antes, como todos los que esperan un regreso a los barrios de la línea costera a ambos lados de la colada volcánica, que llega a superar los tres kilómetros de anchura en algunos puntos de su recorrido.

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