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Sánchez logra que la UE permita rebajar la luz en España y Portugal

El Consejo Europeo, en una decisión excepcional que tiene en cuenta la singularidad de la “isla energética” de la Península ibérica, autoriza una solución específica y temporal
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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, habla ante los medios en Bruselas. EP

España podrá fijar un precio de referencia al gas con el que se produce la electricidad y así rebajar al fin los precios de la luz, cuyo notable aumento es una de las causas que mayores estragos está causando en los bolsillos de la ciudadanía. Al menos en eso confía el Gobierno de Pedro Sánchez, quien ayer reconoció en Bruselas que “el objetivo que nos habíamos marcado lo hemos cumplido”, asegurando que lo conseguido “cubre las expectativas” que se había marcado para esta cita del Consejo Europeo (CE).

La clave radica en que tanto nuestro país como Portugal han dejado de manifiesto una singularidad que les permite adoptar “medidas excepcionales y limitadas en el tiempo para reducir los precios” de la energía sin que ello afecte al resto de socios europeos, dada su condición como “isla energética” respecto a los demás países.

La clave para rebajar el precio de la luz

Sobre cómo espera el Gobierno lograr “una reducción significativa de los precios”, desde Moncloa se anuncia el inminente establecimiento de un precio de referencia al gas que se utiliza para producir electricidad y que será sustancialmente más bajo que el actual. Como el gas marca el precio diario de la luz, con esta medida se bajarán los precios de la luz. Puesto que con ello los productores de electricidad que utilicen gas ofertarán sobre el precio de referencia, recibirán una compensación por la diferencia. Dicha compensación, dice el Gobierno, “se obtendrá de los beneficios extraordinarios que ahora ganan muchas centrales eléctricas y que, al dejar de ganarlos, permitirá bajar precios y realizar la compensación”.

Mientras tanto, la invasión rusa de Ucrania entra “en una nueva etapa”, anunció ayer Moscú, desde donde se dan por cumplidas sus “misiones especiales”, tras lo cual aseguran que se centran en la “liberación del Donbás”, dos provincias separatistas del este del país. Rebasado el primer mes del conflicto, los refugiados se acercan a la cifra de cuatro millones mientras las bajas militares son relevantes, a tal punto que los rusos ya reconocen 1.351. Peor aún es el precio que paga la población ucraniana, imposible de cuantificar por mucho que poco a poco vaya aflorando la realidad, como es el caso del bombardeo a un teatro en Mariúpol del que ayer se cifraron en al menos 300 las víctimas civiles.

Se reaviva la opción de un golpe interno para derrocar al ‘zar’ Putin

Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania se despejó cualquier duda sobre dos asuntos: Putin había cruzado todas las líneas rojas, y los únicos que pueden derrocar al nuevo zar sin convertir al planeta en un vertedero radiactivo son los componentes de su círculo de poder, esos mismos oligarcas y mandos gubernamentales contra los que se dirigen todo tipo de sanciones desde Occidente.

Tras llegar al poder en el 2000, su escalada ha sido notable. Si bien la segunda guerra chechena comenzó en 1999, Putin la libró hasta su fin en 2004. Luego llegó la agresión a Georgia por Osetia del Sur (2008) y, en 2014, la anexión de Crimea. Definitivamente, lo que durante la Guerra Fría se denominaba Kremlinología ahora es Putinología. Todo pasa por él.

Ayer, el británico The Times informó de que el FSB (Servicio Federal de Seguridad ruso) estaría planteándose deponer al presidente Putin mediante un golpe de Estado. Dicha fuente habría enviado al menos una docena de misivas a Vladímir Osechkin, uno de los opositores más firmes al régimen, donde le expresaría el “caos y el descontento” de los servicios de seguridad con la invasión a Ucrania.

Según el citado medio, hay temor ante la situación de precariedad en la que podría quedar Rusia debido a las sanciones internacionales. Sea real o mera propaganda, no hay otra vía.

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