violencia de género

Las víctimas de sumisión química alzan la voz y piden “protocolos efectivos”

Una de cada tres agresiones sexuales se producen empleando fármacos o drogas para anular la voluntad de la mujer; el 70 por ciento de los agresores son conocidos de la víctima
Sumisión química
Sumisión química

Las agresiones sexuales continúan engrosando las listas de delitos vinculados a la violencia machista que lamenta nuestro país día sí y día también. Tras el intenso debate social acerca de la tipificación de delitos sexuales, a raíz del caso de La Manada ocurrido en 2016, llega a la ecuación otra artimaña que busca anular la voluntad de la víctima para el fin abusivo. La sumisión química se define en el Código Penal como la práctica delictiva “sobre personas que se hallen privadas de sentido, así como la que se cometa anulando la voluntad de la víctima mediante el uso de fármacos o drogas”.

Son numerosos los informes que señalan que el uso de sustancias tóxicas para manipular el comportamiento de las mujeres ha aumentado en los últimos años. De hecho, la estimación del Instituto Nacional de Toxicología es que el 33 por ciento de las agresiones de índole sexual se producen empleando burundanga, alcohol etílico u otras drogas de abuso (ketamina, fentanilo, atropina…), es decir, una de cada tres. Pese al pudor que puede suponer para una afectada admitir la injusticia, aunque la culpa recaiga única y exclusivamente sobre el agresor, muchas se han atrevido a denunciar públicamente los hechos, desencadenando, a su vez, una sucesión de testimonios que asusta por la frecuencia de los mismos.

El 33% de las agresiones sexuales se producen con sumisión química

Instituto Nacional de Toxicología

Gloria Martínez inició a comienzos de año una petición en la plataforma Change.org para exigir un protocolo sanitario unificado y apoyo moral y económico a víctimas de sumisión química: “Fui una marioneta durante tres horas en manos de unos agresores que me suministraron estupefacientes para dejarme inconsciente y agredirme sexualmente […] Me sentí completamente abandonada tanto por la Sanidad como por la Justicia”. La campaña, cerrada por parte de su creadora debido a la angustia que le produce el caso, rozó las 200.000 firmas. “Después de varios meses con esto necesito descansar, pero seguiré peleando por los derechos de las víctimas de sumisión química”, afirmó.

Marta Asensio, por su parte, reconoció que su expareja la sometía a una reiterada anulación de la voluntad con el propósito de cometer abusos sexuales. “Durante años sufrí sumisión química y ahora estoy decidida a luchar para que ninguna mujer vuelva a pasar por esto”, cuenta en el citado portal de activismo, donde también solicita “protocolos efectivos”. “Desinformación, falta de medios, jueces que te piden pruebas, hospitales donde no te las ofrecen, policías que te hacen repetir tu historia miles de veces: esto es lo que sufrimos las supervivientes”, plasmó.

Un caso confirmado en Santa Cruz

Un panorama que podría extrapolarse a cualquier parte del territorio nacional debido a su tendencia alcista. Según han explicado fuentes de la Policía Nacional a DIARIO DE AVISOS, en Tenerife se han dado diversas sospechas de delitos de abusos sexuales por sumisión química, pero hasta ahora solo se ha podido confirmar uno de ellos, sucedido en la capital tinerfeña. La Policía Local de Santa Cruz de Tenerife también reconoce que “no es fácil confirmar” un crimen por sumisión química. Las víctimas presentan a menudo un elevado sentimiento de culpa y vergüenza que las disuade de denunciar.

Precisamente esta semana ha salido a la luz el caso de una mujer que aseguró haber sido forzada a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad por dos varones en la madrugada del 27 de julio de 2016 en una caravana en el aparcamiento de la carpa del campeonato del mundo de windsurf, celebrado Fuerteventura. No obstante, la falta de pruebas terminó con la absolución de los jóvenes acusados de abuso mediante escopolamina, la conocida popularmente como burundanga, que asombra por lo fácil que puede adquirirse a través de internet.

A este respecto, el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) advirtió de la necesidad de agotar todas las medidas de investigación para detectar la presencia de sustancias que producen la sumisión química. “Los rastros del suministro de drogas se pueden detectar no solo en las horas inmediatas a la agresión sexual, sino también en los días e incluso semanas posteriores a la perpetración del delito”, informó el TSJC en una nota, puntualizando que “los avances en la ciencia permiten detectar restos biológicos más allá del plazo de 72 horas, por lo que se recomienda ampliar esa ventana temporal hasta los 7-10 días”.

El agresor es un conocido de la víctima en el 70% de los casos

Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias

La Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias manifiesta a este periódico que en el Protocolo de Atención a Mujeres Víctimas de Agresiones Sexuales del Servicio Canario de la Salud se contemplan los referidos delitos con el propósito de facilitar al personal sanitario el conocimiento y la toma de muestras que podrían corroborar los hechos. Asimismo, desde el departamento abogan por hacer visible el problema y actuar como sociedad. Por ello, instan a las víctimas a denunciar ante las autoridades y acudir siempre a un centro sanitario para prevenir problemas de salud, como enfermedades de transmisión sexual, problemas ginecológicos o embarazos no deseados, entre otros.

Sumisión química: modus operandi

Los responsables de la sanidad canaria advierten de que el modus operandi suele ser el mismo: mujer joven en un ambiente supuestamente carente de peligro que, tras consumir una bebida, pierde la conciencia en un corto periodo de tiempo. Y es que, según indican, el agresor es un conocido de la víctima en el 70 por ciento de las ocasiones. “Los síntomas inespecíficos -habitualmente neurológicos- de la mujer, unidos a la angustia, la ansiedad y la amnesia parcial o total de los hechos, hacen que su relato adquiera relevancia”, agregan.

De lo que no se habla, no existe, y afortunadamente la sumisión química está siendo cada vez más visibilizada en nuestra sociedad. Por un lado, para que los agresores entiendan que sus violaciones no quedarán impunes y, por otro, para trabajar en lo que efectivos policiales y personal sanitario coinciden al ser preguntado: prevención y denuncia.

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