Un día, el profesor Antonio Tejera Gaspar le dijo a Pepe Tejero (Puerto de la Cruz, 1965), peluquero de caballeros de profesión, tras leer su obra “Guanches, tiempos de guerra” (Le Canarien, 2017): “Pepe, has escrito un novelón”. Y es que a este hombre que almuerza hoy conmigo en Los Limoneros se le ocurrió, entre cortar una barba y arreglar una maltrecha cabellera, o teñir a un señor de rubio platino, escribir una novela de casi 500 páginas sobre la conquista de Tenerife. Los protagonistas principales son el mencey Bencomo y el adelantado Fernández de Lugo, que más de una vez tuvo que salir a escape para librarse de la nube de piedras que le lanzaban los guerreros guanches que defendían su territorio. Ahora que se cuestiona hasta retirar los frescos del salón de plenos del Parlamento de Canarias que reflejan la rendición del pueblo guanche, Pepe Tejero Cintado se convierte en narrador de aquellos hechos. Su novela es pura tarea de investigación, la he leído en tres días y reconozco que está bien ambientada y que se nutre de personajes de la historia. Pepe Tejero no cursó sino estudios básicos, por eso es más impresionante aún su tarea. Utiliza expresiones y palabras guanches que yo ni siquiera conocía y Pepe tiene también de guanche el nombre de su mujer, Auixhua. Y creo que sus tres hijos también llevan nombres de los primitivos habitantes de Canarias. Tejero no sólo sabe de proezas de guanches y derrotas y victorias de castellanos. Conoce al dedillo las hazañas militares y políticas de Bernardo de Gálvez, héroe de Pensacola, gobernador de Nueva España, que vivió su adolescencia en La Gorvorana (Los Realejos) y fue distinguido por George Washington con la nacionalidad norteamericana. Su retrato figura en la Sala de Fundadores de los Estados Unidos, en el Congreso de la nación, en Washington.
-Me va a resultar difícil resumir esta conversación. ¿Aparto los papeles y me fío de la memoria?
“Haz lo que te parezca”
-De las tijeras y el peine a currarte una novela que revela cosas.
“Pura vocación. Me gusta conocer, me gusta leer, me gusta atesorar libros”.
-¿El más antiguo?
“Una edición de El Criticón”.
-Pues si es una primera edición tendrá que ser de 1651. Gracián la publicó en varias partes.
“Sólo te voy a decir que es de las primeras y que me la regaló un amigo que había desalojado un piso. Bien, te diré la fecha, es de 1734”.
-Qué suerte. Volviendo a tu novela, ¿por qué los guanches?
“Porque me apasiona la historia de mi tierra. Mi familia vino de fuera, somos ocho hermanos, que están dispersos. Hasta tengo uno que ejerce como director de un casino de juego en Londres. Yo soy muy canario y siento mucho mi tierra. Y me puse a investigar”.
–Un barbero que investiga.
“Soy consciente de que un barbero es también un quitapenas, un sicólogo. Y quizá me fui formando en el arte de aprender de los demás y de ofrecer a los clientes mis pequeñas vivencias”.
-Sin estudios, autodidacta. ¿No veo yo un poco de osadía ahí?
“Humildemente. Cuidando mucho la ambientación, descendiendo a los detalles. Soy muy autocrítico, conmigo y con mi novela. Partía de muchos datos que me fueron interesando. Al principio lo enfoqué todo hacia una investigación histórica, luego fui transformando el relato y me salía una novela. El profesor Tejera Gaspar me dijo: “Pepe, no sé si tus lectores van a ser capaces de digerir tanta información”. Y he de decirte también que los últimos capítulos discurren a una gran velocidad”.
-Hablemos del ámbito histórico.
“Desde diez meses antes de la conquista a la rendición de los guanches de Tenerife”.
-¿Quién fue el héroe y quiénes los traidores?
“Hay muchos héroes, pero el gran personaje es Bencomo. Y el traidor, Añaterve, que acabó en Venecia, aunque algunos dicen que el guanche de Venecia fue realmente Bencomo. La historia es difusa”.
(A Pepe Tejero le gusta la política actual. Y también la antigua. Además de Bernardo de Gálvez me habla de Blas de Lezo, el gran militar español. Pero es que también habla de John Hopkins y de Francis Drake, como si los conociera de toda la vida. Me dice que ha tenido que lidiar con muchos clientes desanimados con el sexo, con el amor, con problemas familiares. Y repite que un fígaro es una especie de sicólogo, que tiene que escuchar mucho y hablar alguna vez. Aunque me da que no cumple del todo con la máxima. Pepe no para de hablar. Vivió en Suecia, porque una vez se casó con una sueca; habla varios idiomas. Se ha leído los libros de piratería de Antonio Rumeu de Armas, ha leído a Viera, a Antonio Bethencourt Massieu, naturalmente a su referente, Antonio Tejera, ya citado. Y mantiene teorías curiosas sobre la derrota de Nelson a manos de las Milicias Canarias de don Antonio Gutiérrez, minimizando la participación de los franceses en la batalla contra el almirante inglés).
-Cuéntame lo más gracioso o lo más trágico que te ha pasado en la barbería. Puro cotilleo, como ves.
“Una vez vino un señor a pelarse y me dijo: “Acabo de encontrar a mi mujer en la cama follando con su mejor amiga”. Era un cartero, que salió temprano de su trabajo y llegó a su casa antes de tiempo”.
-¿Y tú qué le dijiste?
“Le pregunté por qué no se había metido en medio; le dije que habría sido una gozada”.
-¿Y él qué te respondió?
“Pues me dieron ganas, pero no lo hice porque me vine a pelar”.
-Bueno, pasemos a asuntos menos escabrosos. Además de cortar el pelo y escribir, ¿qué haces?
“Soy instructor de buceo y he practicado el buceo de forma profesional”.
-Tú eres una caja de sorpresas, Pepe.
“Eso me dicen algunos. Me gusta saber. Con los niños, en la peluquería, he inventado una especie de juego de pasapalabra y los chiquillos se quedan quietos y así los puedo arreglar sin muchos sobresaltos”.
-¿Eres de enrollarte con los clientes? Me parece que la pregunta sobra.
“Sí, claro, pero realmente a mí lo que me gusta es leer. Mira, yo empecé con Julio Verne a los 11 años y seguí con Isaac Asimov. Y así, hasta hoy. Tengo una biblioteca muy nutrida y, sobre todo, variada. He investigado mucho”.
-Me han dicho que te conoces todas las cuevas que habitaron los guanches en Tenerife. Y que todavía crees que existen muchos vestigios prehispánicos que rescatar.
“No sé si muchos, porque ha habido mucho expolio. Ya es hora de que traigan a Canarias las momias que se encuentran fuera de las islas. Y en cuanto a las cuevas, una vez acompañé a un famoso director de cine para que visitara una habitación aborigen en Icod”.
-¿Y qué ocurrió?
“La cueva estaba acondicionada para que circulara el aire de forma natural. Hacía un calor insoportable fuera y dentro de ella parecía que estaba funcionando el aire acondicionado. Aquel hombre se quedó maravillado. Esto explica también el confort ambiental que lograban los primeros pobladores de Canarias. También en la cueva se habían encontrado algunos vestigios guanches, que afortunadamente están en los museos, catalogados”.
-¿Qué has pretendido realmente con tu novela?
“Te lo diré sencillamente, divulgar la historia”.
-¿Y tiene rigor la ambientación, lo tienen los personajes? Que conste que a mí me parece que sí y que hay mucho mérito y mucha investigación en tu relato.
“Yo soy muy exigente conmigo mismo, como creo que te dije, por lo cual es natural que me preocupe el rigor histórico de la obra. Tiene “Guanches, tiempos de guerra” los ingredientes tradicionales de una novela, pero también la connotación de una novela histórica, que lo es. Por eso el rigor es una parte fundamental de mi trabajo”.
(Lleva 42 años de profesión; empezó como barbero siendo un niño. Su padre, que era conserje de un hotel de lujo en el Puerto de la Cruz, le dio a elegir entre estudiar o hacerse peluquero. Y prefirió lo segundo. Su maestro, de quien guarda un gran cariño y respeto, fue Alfredo Gutiérrez, que era un peluquero vallisoletano que vino a trabajar al Puerto de la Cruz, en la calle Blanco. Vivió los tiempos del turismo sueco en la isla y, claro, se casó con una sueca. Se fue a vivir a aquel país. No tuvieron hijos, sino que adoptaron un perrito que era como un hijo. Más tarde conoció a su segunda mujer, que es canaria, y ya he dicho que le dio tres descendientes, dos gemelos de 9 años y un niño de 13. Ha vivido en ocasiones muy deprisa, pero siempre tiene la sonrisa en los labios. Como sabe tanto, y es autodidacta, a veces los conocimientos se cruzan creando un batiburrillo de nombres, fechas y datos, pero es agradable escucharlo).
-Con todo lo que sabes y todo lo que trajinas en la historia, supongo que preparas algo.
“Bueno, sí, espero que mi libro ya publicado no sea el último, claro”.
-¿Y esa pasión cómo la rentabilizas?
“Tomo notas, rebusco, procuro manejar fuentes muy fiables y hago fichas para futuros relatos”.
-Me da que algo habrá de Bernardo de Gálvez en tu sesera.
“Es que aquí en Canarias se podría encontrar mucha documentación suya. Y de su padre, Matías de Gálvez, que llegó a capitán general y a virrey de la Nueva España, que murió en América sirviendo a su país, pero que también fue vice comandante general de Canarias y administrador de la hacienda de La Gorvorana, en Los Realejos”.
(Y todavía está en pie la casa donde la familia vivió).
-Bueno, pues vamos a estar muy atentos.
“Su historia me parece apasionante y a la barbería va a arreglarse una persona que sabe mucho de su familia. Con él he tenido largas charlas sobre estos personajes que, partiendo de Canarias, significaron tanto en la historia de España en nuestra América”.
(Ya dije que sería difícil trasladar toda la conversación, a veces surgida a borbotones, al papel. Pepe Tejero no tiene prisa, ha cerrado su barbería esta tarde para dedicársela a la entrevista. Por eso salimos de Los Limoneros muy tarde, casi a las seis y media. Y habíamos quedado a las dos, o sea que mi cabeza ya no estaba para muchas bromas. Desde el jueves al domingo he leído su obra. Y me ha impresionado, de verdad. Sólo la conocía por referencias y ahora les digo que si quieren leer 500 páginas de fuentes realmente fiables, cómprenla. Se me ha hecho interesantísima su lectura, sobre todo por el entorno, por la ambientación, por la pasión y por el empeño que ha puesto este hombre en el relato. Y también valoro la humildad de su autor, un hombre sin estudios, pero muy comprometido con la historia de su pueblo).