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Los suicidios en el puente Zurita reabren el debate: “Aún estoy esperando por la llamada del psiquiatra”

Aquellos que conocen el lado más oscuro de la depresión solicitan la integración de grupos de apoyo, así como más profesionales en la sanidad pública
Los suicidios en el puente Zurita reabren el debate
Los suicidios en el puente Zurita reabren el debate. | Fran Pallero

El puente de la muerte. Así es como muchos vecinos de la capital tinerfeña denominan al puente Zurita después de las últimas desgracias acaecidas en el citado emplazamiento. Y es que los ahora fallecidos, incapaces de gestionar el dolor, deciden acabar con su vida desde las alturas. Otros sucesos de la misma índole, en cambio, resultan frustrados por la intervención de los propios transeúntes. Desdichas que lamentan los residentes del santacrucero barrio de Salamanca que, desde hace un tiempo, piden al Ayuntamiento la instalación de vallas protectoras contra el suicidio, tal y como se llevó a cabo en el puente Javier de Loño.

Precisamente, a finales del pasado mes de agosto, un joven murió tras precipitarse desde el puente Zurita. Al lugar de los hechos se trasladaron de inmediato los recursos de emergencias, pero estos solo pudieron confirmar el peor de los desenlaces. Es entonces cuando resurge el debate en redes sociales acerca de la salud mental en Canarias, llevando el mismo a una pregunta clara: ¿colocación de vallas antisuicidios o asistencia rápida y de calidad en la sanidad pública?

El último intento de Gloria por quitarse la vida ocurrió hace cinco años. Lleva más de 20 arrastrando una depresión debido a los malos tratos que sufrió por parte de su exmarido. “Era infiel, me mentía y me hacía sentir culpable de todo”, cuenta a este periódico la vecina de la localidad palmera de Garafía, quien supo que necesitaba ayuda en el momento en que “me di cuenta de que mi vida no tenía sentido”.

Asegura que necesita terapia para sobrellevar su situación, pero “aún estoy esperando a que me llame el psiquiatra”. El caso de Gloria es complejo: no puede pagar las sesiones de un profesional privado porque cobra una pensión de apenas 500 euros después de haber sufrido una mala praxis traumatológica. “Tenía un negocio propio y ahora me han reconocido la invalidez”, agrega.

La afectada sigue padeciendo ataques de ansiedad, algunos de ellos en plena madrugada. “A día de hoy, estoy trabajándome yo misma” gracias a su asistencia a prácticas de yoga, que “me ayuda a controlar la respiración”. Sin embargo, admite que la decisión más importante que ha tomado para aliviar su tristeza ha sido trasladar su residencia desde Gran Canaria a La Palma: “He cambiado completamente mi vida y ahora estoy más tranquila; ayuda vivir en el campo”.

Los suicidios en el puente Zurita reabren el debate

María del Carmen, por su parte, ha estado prácticamente toda su vida en manos de profesionales de la salud mental pertenecientes a la sanidad pública. “La depresión siempre ha vivido conmigo”, relata esta tinerfeña, afincada en el Valle de San Lorenzo, en Arona. Afortunadamente, ha recibido tratamiento desde hace años por el mismo psicólogo del Hospital del Sur, al que “le estoy muy agradecida”. No obstante, es consciente de las dificultades con las que se topa la gente joven para obtener una simple cita médica en un periodo prudencial.

A este respecto, pide a los responsables del sector que fomenten los grupos de apoyo para que las personas que padezcan ciertas afecciones puedan relacionarse e intercambiar experiencias. “Hay que hablar de la depresión, sobre todo con la población más joven que, en numerosas ocasiones, está perdida y no sabe a quien acudir”, manifiesta la aronera, a quien se le parte el corazón “cuando me entero de casos de adolescentes que mueren por ser incapaces de gestionar el sufrimiento”.

El detonante sucedió cuando una serie de infortunios familiares y personales trastocaron su vida: “He pasado por fases en las que no he querido ducharme ni levantarme de la cama”. La entrevistada se define como una persona “muy alegre y fuerte de cara al público, que siempre anima a los demás”. Lamentablemente, su tristeza, “que solía llevarla por dentro”, la empujó a intentar suicidarse. “Es un panorama complicado porque las personas no saben cómo actuar ni qué decir. De hecho, no entendían que estuviera cabizbaja porque, según decían, tenía la vida resuelta”, relata María del Carmen, que ha salido hacia delante por varios motivos, entre ellos cuidar de una madre dependiente.

A sus 64 años, confiesa que “he sido, soy y seguiré siendo depresiva”. Pese a la medicación que continúa tomando, se siente fuerte y utiliza esa energía para animar y apoyar a “la gente que sé que lo está pasando mal”. El entusiasmo de María del Carmen se palpa desde el primer instante en su voz, que revela una absoluta empatía por amparar la depresión en otras mentes, otras vivencias. Aunque, como bien recoge el refranero popular, la procesión se lleva por dentro, tal y como lo sabe a la perfección María del Carmen: “Si quieres caminar, te presto mis zapatos”.

La buena noticia es que la salud mental ha pasado a formar parte de la agenda setting y son numerosos los medios que dedican páginas y minutos a la ansiedad y la depresión. Pero aquellos que conocen el lado más oscuro de esta enfermedad silenciosa coinciden: necesitamos más profesionales.

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