Fran Pallero, Ramón de la Rocha y Arturo Rodríguez nos han contado la actualidad canaria desde su óptica particular -en el sentido más literal de la expresión- a lo largo de las últimas décadas. Los tres fotoperiodistas, que desde sus inicios conforman un “triángulo” de amistad y entrega a la toma de instantáneas, coincidieron en el CIFP César Manrique, en Santa Cruz de Tenerife, cursando el ciclo formativo en Imagen y Sonido. De ahí surgió un compañerismo que alcanzó su punto álgido el 19 de septiembre del año pasado, cuando pudieron trabajar mano a mano en la cobertura informativa del volcán de Cumbre Vieja.
Capturando instantes durante las evacuaciones de Todoque, frente las coladas de lava o retratando los rostros tras el drama humano. Los tres contaron, desde sus respectivos ámbitos, lo que sucedía en la Isla Bonita: Pallero, como jefe de Fotografía de DIARIO DE AVISOS; De la Rocha, como enviado especial de la agencia EFE, y Rodríguez, con encargos de diversas publicaciones nacionales e internacionales, entre las que destacan National Geographic o El País. Y, si bien sus caminos siempre han estado entrelazados, lo cierto es que cada uno dio sus primeros pasos en esta materia por un motivo diferente.
“Empecé a hacer fotos en el instituto y, desde que cogí la cámara, fue un flechazo. En 1992, entré en el servicio militar y me la llevaba en la mochila de combate”, cuenta Pallero, que recuerda un momento muy concreto en que su cabeza hizo click: unas maniobras en Fuerteventura a las que acudió como voluntario y de las que se valió para, aparte de hacer los ejercicios correspondientes, inmortalizar a sus compañeros de batallón. Posteriormente, al culminar su formación castrense, pensó en la FP como una manera de profesionalizar lo que hasta entonces había sido un hobbie llevado con intensidad.
En el transcurso de los años siguientes, simultaneó las clases con prácticas en EFE, gracias a la oportunidad que le brindó el veterano Cristóbal García. Pasó una temporada en Madrid, en el Centro de Estudios del Vídeo (CEV), complementando los conocimientos adquiridos en Tenerife. Y, sobre su aterrizaje en el decano de la prensa canaria, explica que “había una cabina de teléfono delante del Colegio Mayor en el que me quedaba. Llamé a la redacción y me dijo la redactora jefa, Carmen Ruano, que me pasara”.
Así, se vio cubriendo lucha canaria por la noche, para más tarde incorporarse al equipo de gráficos que asistía a las ruedas de prensa diurnas y, finalmente, hacerse cargo de la jefatura de departamento. A lo largo de su trayectoria, si tiene que destacar dos eventos que le hayan marcados son el volcán de La Palma y las riadas en la capital tinerfeña. En el caso palmero, indica que se dividía entre trabajar hasta la extenuación, sin descanso, para relatar lo sucedido, y, por otra parte, mirar el drama y el sufrimiento de cerca.

Ramón de la Rocha también estudió en el CIFP César Manrique. Cuenta que Pallero y él, antes de conocerse, se encontraban en actos a los que acudían para tomar fotos motu proprio. El destino, sin embargo, tenía previsto que sus trayectorias tuvieran un punto de coincidencia: el primer día de clases, donde hablaron y congeniaron, entablando una amistad que perdura hoy.
Aunque el fotoperiodismo no era su opción principal, al menos al cumplir la mayoría de edad. Empezó Ciencias Empresariales en la Universidad de La Laguna (ULL), y, de repente, en el tercer curso, algo en su interior le pedía parar. Se tomó un año sabático y, con la mente despejada, vislumbró cómo el interés por las cámaras fotográficas que cultivaba desde pequeño, cuando a los ocho años jugaba con la cámara de su tío -aun no teniendo carrete dentro-, podía pasar a un primer plano y convertirse en una alternativa laboral.
Lo que hizo que finalmente optara, de entre todas los perfiles de egreso que otorga ese ciclo formativo, por el fotoperiodismo, fue una manifestación en frente al rectorado de la ULL. Pallero y él fueron, como solían hacer, para poner en práctica lo aprendido. Los fotógrafos de las principales cabeceras tomaron algunas imágenes y se marcharon del lugar, mientras los dos jóvenes entusiastas se quedaron más tiempo. De esa manera pudieron ser testigos de la salida de la entonces máxima responsable de la institución académica, Marisa Tejedor, para hablar con los alumnos de la concentración.
Aquello fue un golpe de suerte. Un redactor de DIARIO DE AVISOS, José Luis Zurita, les preguntó si querían publicar alguna de las instantáneas que guardaban en sus carretes en el periódico, a lo que rápidamente accedieron. “Fuimos a casa de Fran y revelamos las fotos en su cocina”, detalla sobre los medios de los que disponían entonces. La portada la protagonizó una de las tomadas por Ramón, algo que le despejó nuevamente las dudas: lo suyo era ilustrar información.
“Hice las prácticas en el DIARIO, estuve unos años en La Gaceta de Canarias y El Día y ya llevo 20 en EFE”, concreta. De toda esa trayectoria, “sin duda, la erupción de La Palma me marcó”, dice. “Es la primera superficial que he visto, porque estuve en la de El Hierro, pero fue submarina. Recuerdo que algunos amigos me decían ¡Qué guapo! Y yo les decía que también pensaba [más allá de la espectacularidad visual del fenómeno natural] en las personas, en quien lleva toda la vida trabajando por tener su casa y pierde lo que tanto le ha costado bajo la lava”.
Otra cobertura que, asegura Ramón de la Rocha, le costó digerir, es la primera crisis migratoria. “Me acuerdo que la Associated Press (AP) me mandó a Fuerteventura, estuve en una patrullera de la Guardia Civil y, sobre las tres o cuatro de la madrugada, me despertaron porque habían avistado una patera; impresionaba ver a las personas hacinadas”. Ese último movimiento, el migratorio, también ha marcado la carrera de Arturo Rodríguez, que apunta a la crisis de los cayucos de 2008 como uno de los momentos más importantes de su profesión, junto a la erupción de La Palma, isla de la que procede.
Natural del barrio de Mirca, en la capital palmera, Rodríguez se inició en la fotografía cuando su madre le regaló una cámara Kodak. “Era skater y me gustaba salir con mis amigos y sacar fotos de lo que hacíamos”, señala, al tiempo que recuerda que su tío, Cándido Rodríguez, fue un punto de inspiración para él: “Hacía vídeos para Antena 3 y me gustaba observar cómo trabajaba, pero nunca me lo había planteado como algo que se podía estudiar”.
Al cumplir los 16 años, una amiga del instituto le preguntó si podía acompañarla a la Oficina de Juventud del Cabildo porque se iba a apuntar al ciclo de Imagen y Sonido. “¿Qué es eso?”, preguntó él. Al obtener algo más de información, decidió apuntarse, sin saber si lo aceptarían. Cuando le llegó la carta de admisión, explica que “mi madre me dijo que estaba loco, porque tenía que irme solo a Tenerife”, aunque luego, al verlo tan entusiasmado, acabó cediendo.
Preguntado por su encuentro con Fran Pallero y Ramón de la Rocha, indica que “me los encontré en el recreo. Fran estaba enseñando unas fotos de su viaje cubriendo una acción promocional en la muralla china”. Esa fue el inicio de su amistad con ambos, pero también de su relación con el fotoperiodismo.
Fundó, junto al ya mencionado Zurita, un periódico universitario llamado El Siglo XXI, que luego fue absorbido por el DIARIO, por lo que colaboró con esta casa. Un día, su espíritu aventurero le llevó a tomar un avión dirección a Kosovo, algo que generó incredulidad entre sus amistades, hasta que vieron publicado un reportaje en el Decano. Finalmente acabó de freelance, liderando proyectos internacionales. Su portada del National Geographic quedará ya para la historia: en la instantánea se ve a expertos tomando muestras de lava, ataviados con trajes similares a los de un astronauta, con la luna y el volcán de fondo. “Fue un momento mágico”, relata.

LA OTRA ARISTA QUE DIO SENTIDO A TODO: CRISTÓBAL GARCÍA
Los tres fotoperiodistas coinciden en que deben sus carreras, aparte de a su esfuerzo y ga nas, a la oportunidad que les brindó Cristóbal García, quien cuando ellos dieron sus primeros pasos ostentaba responsabilidades de coordinación en la agencia EFE y, de hecho, era una firma reconocida en Canarias.
No obstante, explican que nunca tuvo ningún problema en que el trabajo de Fran, Ramón y Arturo brillara. De hecho, Pallero indica que fue García, fallecido en 2020 como consecuencia de un cáncer, quien valoró su forma de trabajar y le permitió empezar a publicar con la compañía, proveedora de instantáneas para cabeceras de toda España y el mundo.
En la memoria del “triángulo”, que acabó siendo un “cuadrado” de amistad, quedan las noches en casa de Cristóbal, compartiendo pizza y Coca Cola, mientras ojeaban libros de fotografía e intercambiaban opiniones y experiencias. Todo, para crecer juntos y progresar.
“En estos tiempos no hay gente como Cristóbal. Él siempre te echaba una mano”, explica Arturo. Es por eso que, dice, también hacerlo con quienes vienen detrás, como una forma de honrar la memoria de quien sembró, regó y vio crecer a los demás.