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Juan Diego Amador puede con los vientos huracanados de las Georgias del Sur

El lagunero y sus compañeros de expedición superan las adversidades para, en una semana, completar a pie una ruta helada de 35 kilómetros en el archipiélago austral

“Parecía que iba a ser una tarea fácil: tan solo 35 kilómetros, con una altitud máxima de 600 metros. Pero una serie de borrascas desprendidas del sistema antártico nos han azotado durante las últimas tres semanas. Así que lo que iba a ser tres días y dos noches de travesía, se han convertido en una semana bajo el temporal”, comenta el montañero y aventurero lagunero Juan Diego Amador, cuando culminó el viernes una nueva expedición que añadir a su ya extenso historial: la conocida como ruta Shackleton en las Georgias del Sur, un archipiélago inglés austral entre Las Malvinas y la Antártida.


Comenta Amador que la mayoría de los días hemos estado atrincherados, unos salvando la vida y otros ganando metros a la ruta, luchando contra el viendo y las bajas temperaturas extremas. “En estas condiciones, hemos sido cinco intrusos indefensos en un mundo de hielo y piedra, donde nuestras vidas han dependido del rigor de fuerzas elementales sombrías que se burlaban de nuestros pequeños esfuerzos por atravesar Georgias del Sur. Pero hemos sabido poner en práctica la adaptabilidad, que más que ningún otro rasgo es esencial para la vida en situaciones extremas”.

La expedición tuvo que sobreponerse al frío y sobre todo a vientos huracanados. / J.D.A.


“Como cada mañana durante las últimas siete jornadas y con la esperanza de tener buenas noticias, lo primero que hice fue comunicarme con los compañeros del barco. Ezequiel me confirmó que se esperaba una pequeña mejoría para los siguientes dos o tres días y luego de nuevo una borrasca. Así que después de valorar la meteorología, las condiciones anímicas y físicas de mis cuatro compañeros y las condiciones del terreno que teníamos por delante, decidí esperar un día más para confirmar la mejoría y luego lanzarnos lo más rápido posible a recorrer los siguientes diecisiete kilómetros de glaciares que nos separaban de Breakingwind Ridge, el último paso camino a Bahía Fortuna. A partir de ahí, el resto de la ruta sería un paseo”, relata Juan Diego.


Aún en la oscuridad de la madrugada, los expedicionarios españoles recogieron las tiendas y abandonaron la última cueva de hielo. “Con las primeras luces del amanecer nos adentramos en el campo de hielo Nineteen-Sixteen. En nuestras miradas se podía leer el temor a que la previsión nos jugará otra vez una mala pasada. Durante los siguientes seis kilómetros la tensión fue palpable, el aire se podía casi cortar, no solo por el intenso frío, sino por el silencio con el que progresábamos. Cada uno en sus pensamientos, pero todos con un objetivo común: salir de aquel infierno blanco en que se había convertido nuestra ruta. En las dieciocho horas que tardamos en completar la etapa apenas hice algunas fotografías y grabé unos pocos vídeos. A pesar de que el paisaje invitaba a parar, sabía que no podíamos entretenernos.

Tuvieron que necesitar una semana para culminar 35 kilómetros de recorrido a pie. / J.D.A.


Nos costó casi una hora más llegar hasta Breakingwind y arrastrar hasta ahí los packraft. Desde ahí deberíamos divisar Bahía Fortuna, pero no fue así, una vez arriba encontramos la misma niebla que nos venía acompañando”.


Relata el montañero lagunero, el único canario que ha ascendido el Everest, que “antes de dormirme, reflexioné sobre lo maltrechos que terminamos esta travesía Shackleton y lo a punto que estuvimos de no volver. Pero también me sentí satisfecho por gestionar los problemas derivados de algo inevitable, el mal tiempo. Sin duda la perseverancia y la voluntad de vivir de todos nos han abierto el camino para salir de aquel frío infierno”, para añadir que “vine con unas grandes expectativas, hacer la ruta Shackleton, ascender al Paget y recorrer las principales bahías de la costa este de las Georgias del Sur. Sin embargo una vez más la montaña ha marcado sus pautas y la he sabido escuchar, respetando sus ritmos, armándome de paciencia y leyendo entre líneas cada uno de los mensajes. Así que aunque no haya cumplido con todos los propósitos, si lo he hecho con la mayoría, y sobre todo, con el más importante, regresar ilesos y más amigos que antes. Por eso hoy termino este día con sensaciones que solo producen las grandes aventuras, esa íntima sensación de plenitud que da el saber que hice lo que tenía que hacer”, reflexiona Amador.

La cara amable la dieron los pingüinos rey, en el llamado Serengueti del Sur. / J.A.D.


En su última crónica antes de organizar el largo regreso Tenerife, tuvo un recuerdo para sus seres queridos: “Vino a mi memoria el recuerdo de mis padres, agradeciéndoles en cualquier lugar del cielo que se encuentren que hace veinte años me regalaran mi primer libro de Sir Ernest Shackleton (explorador de las Georgias del Sur en 1914). Con ese gesto sembraron la semilla que estos días ha dado como fruto uno de los viajes más extraordinarios que he podido realizar”, y con el objetivo cubierto, Juan Diego Amador dedicará los últimos días a visitar algunas de las colonias de pingüinos, focas y elefantes marinos que convierten a las Georgias del Sur como el Serengueti del Sur, “la cara amable de esta dura expedición”, comenta el tinerfeño, que ha realizado esta expedición junto a los también cuatro montañeros y tres encargados del barco que les trasladó hasta allí durante 1.300 kilómetros: Juanma, Ignacio, Ricardo y Domingo, Rafael, Ezequiel y Santi.

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