La histórica peluquería de Román, en La Laguna, ha cerrado sus puertas para siempre tras cuatro décadas de actividad. Por los peines, tijeras y brochas de su propietario, Román Afonso, han pasado miles de clientes a lo largo de todos estos años. Ahora, recién jubilado, le toca guardar las herramientas, anécdotas y recuerdos, algo que no le resulta sencillo. “No me atrevo ni a quitar el cartel”, confiesa desde el otro lado del teléfono uno de los últimos barberos tradicionales que quedaban en la ciudad de Los Adelantados.
Este lagunero, que cumplirá 81 años en 2023, inició el proyecto de su vida a principios de los años 80, tras adquirir y acondicionar el pequeño local ubicado en los bajos del popular Edificio Aguere, al que se accedía por la calle El Juego.
Recuerda que los vecinos de la zona se quedaron sorprendidos al ver el enorme trasiego de clientes prácticamente desde el 4 de septiembre de 1981, la fecha de apertura. No hubo ningún secreto: Román llevaba a sus espaldas más de 20 años de experiencia, pues aprendió el oficio en la antigua barbería que su padre, que se llamaba igual, abrió en 1943, en la calle Antonio Zerolo Herrera, lo que le sirvió para contar con una buena clientela al principio de su trabajo en solitario.
Con su padre se curtió desde que tenía 16 años, edad a la que decidió dejar de estudiar. Cuenta a DIARIO DE AVISOS que a su progenitor “le costó un disgusto” cuando le dijo que quería ser barbero, básicamente porque “él (su padre) estaba hasta las narices por lo mucho que se trabajaba entonces”.
Recuerda que fueron años difíciles. “Trabajaba todos los días desde las ocho de la mañana hasta las once de la noche sin parar”, relata. Y así pasó buena parte de su juventud: de casa a la peluquería y de la peluquería a casa. “Llegamos a partir un año subiendo el puente que iba a Rancho Grande”, apostilla.
En las décadas de los 50 y 60 “solo había tres o cuatro peluquerías en el centro de La Laguna”, explica, por lo que el trabajo diario era intenso. Decidió ‘independizarse’ por un cúmulo de circunstancias: por un lado, el edificio en el que se ubicaba la barbería de su padre era antiguo y las humedades ya afectaban al interior del establecimiento y, por otro, la relación con sus propietarios no era la mejor. “No se podía aguantar”, asegura.

Carmita, el mejor fichaje
Así, Román fue preparando su nueva peluquería poco a poco. Sin prisa, pero sin pausa. Cuando terminó, trasladó los sillones de la barbería de su padre a la suya, con ayuda de sus cuñados Antonio y Carmelo, y se puso a trabajar. Previamente, había puesto “unos cartelitos hechos a mano en la pared y los espejos, en los que ponía ‘próxima apertura en Galería Cine Aguere, entrando por la calle El Juego”.
El lagunero afirma que el mejor fichaje que ha podido hacer es el de Carmita, su esposa, también peluquera. “Me ayudó bastante porque ella tenía su clientela y entraba más dinero para pagar los recibos”, detalla. Román no escatima en elogios hacia su compañera de vida. “Cortando el pelo es una profesional maravillosa”.
Años más tarde se sumó uno de los dos hijos del matrimonio, Román, a quien le apasiona la peluquería de señoras, pero lamentablemente “tuvo que dejarlo porque era alérgico a algún componente de los tintes”.

Una barba llena de gofio
Entre las anécdotas graciosas que recuerda Román, elige una que tiene que ver con un cliente que trabajaba en un molino de gofio. “Venía a afeitarse con la barba llena del polvo del gofio, y una vez, cuando yo estaba mojando la brocha, llegó otro y le dijo que se levantara y se lavara primero”, cuenta sin poder contener la risa.
Ese y otros recuerdos perdurarán en la memoria de este barbero, quien, como el resto de sus colegas, ha tenido que adaptarse a las nuevas tendencias. “Al principio, la gente joven venía a cortarse el pelo con tijera y navaja, pero después cambió la cosa con los rapados”. Así, fue cambiando el modelo de trabajo para poder competir con las numerosas peluquerías que se fueron abriendo en La Laguna.
“Hoy se trabaja mucho con la moto, como la llaman, pero siempre he dicho que la tijera es la que realmente da forma a la cabeza”, asegura sin ambages. No obstante, los tiempos y las modas mandan. Apunta que todavía “queda un par de chicos, que son hijos de peluqueros, que hacen muy bien los cortes tradicionales”.
“Pasar por aquí será complicado”
Román también vive en el casco histórico de La Laguna, por lo que reconoce que se le hará complicado pasar por el local de la calle El Juego, que acaba de traspasar a otra persona. “No me atrevo a quitar el cartel. Llamé a un amigo para que lo retirara”, confiesa.
Lo deja porque se jubila. “No me queda otro remedio”, dice. Ya lleva varios años trabajando medio día. Ahora se dedicará a estar en casa con su mujer. “Iremos al apartamento que tenemos en Las Caletillas, donde tengo un pequeño jardín que regar. Así me entretengo. Y también veré mucho al Barça, que no te quepa duda”.