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Los Falcón, tres generaciones de músicos con mucha suerte

Felipe, su hijo Emilio y su nieta María son integrantes de la banda de música de La Guancha, a la que ingresaron con la misma edad: 13 años
Los Falcón, tres generaciones de músicos con mucha suerte
Felipe, su hijo Emilio y su nieta María son integrantes de la banda de música del municipio, a la que ingresaron con la misma edad: 13 años. Fran Pallero

Felipe, Emilio José y María Falcón son la prueba fehaciente del dicho popular que reza: “de tal palo, tal astilla”. Abuelo, hijo y nieta forman parte de tres generaciones de músicos guancheros, integrantes de la Agrupación Musical La Esperanza de La Guancha (AMLE), fundada hace 99 años por el cura orotavense Domingo Hernández González, al percibir que en las fiestas y procesiones del municipio siempre faltaba la música.

El sacerdote tenía algunos conocimientos y motivado por Vicente Carrera, maestro del pueblo y de origen sevillano, no dudó en compartirlas con los alumnos y hacer de director, “pese a que no estaba muy bien visto que un cura lo fuera”, apunta Felipe.

Fueron 18 los niños que formaron aquella primera banda, que tocaba con instrumentos usados y prestados, y otros que confeccionaba la gente, como el bombo, cuyo parche era de cuero de cabra. Eran todos varones, entre los que encontraba Juan Luis Reyes, uno de sus fundadores, director durante muchos años y el verdadero artífice de su supervivencia porque luchó mucho para que no desapareciera. Además de un músico con preparación era tío de Felipe y quien lo motivó a estudiar música desde pequeño. La dejó por un tiempo, “porque a esa edad lo que quiere uno es jugar”, y después volvió otra vez a retomar las clases y a tocar el requinto, “un clarinete de menor longitud y afinado en Mi bemol y no en Sí, porque no tenía brazos para alcanzar el clarinete, que era lo que me gustaba, aunque son dos instrumentos muy similares”.

A los 13 años Felipe llegó a la banda. La misma edad que tenían su hijo Emilio y su nieta María, cuando se incorporaron. Y aunque se trata de una casualidad, dejan de lado las supersticiones porque en su familia este número es sinónimo de suerte.

Era una época en la que casi todo el mundo estudiaba música, quizás en La Guancha más los hombres que las mujeres, porque no existía una oferta cultural como la actual, y que hubiera una banda y se impartieran clases de música, atraía a los más jóvenes. Además, a esa edad, ser integrante de la misma implicaba salir y conocer otros pueblos, sobre todo en verano, una época en la que siempre había actuaciones. “Prácticamente estábamos siempre tocando en un pueblo. Además, el uniforme atraía, en aquel tiempo era una chaqueta blanca y un pantalón azul y vestía bastante bien ser músico”, relata Felipe.

Pasodobles, zarzuelas, boleros, vals, tangos, y algún tema bailable del momento formaban parte del repertorio. Con 17 años lo compaginó con la orquesta Coimbra, en la que estuvo 20 años, y a tocar el saxo alto de manera autodidacta. Pasó por varios instrumentos hasta llegar al saxofón, ique lo acompaña hasta hoy.

La música fue y es el centro de su vida. Y aunque a veces piensa que tiene que dejar paso a las nuevas generaciones, luego se pregunta “qué hace si tsiempre ha estado a su alrededor”. También familiarmente. Su hermano se dedicó profesionalmente a la música en Venezuela, sus dos hijos también son músicos (el hermano de Emilio toca en la Orquesta Comunitaria de Gran Canaria), su nieta es miembro de la banda y su nieto más pequeño está pidiendo paso para entrar.

En junio de este año Felipe cumplirá 63 años en la AMLE, convirtiéndose así en el integrante más veterano, por edad y por ser el que más tiempo lleva. “Y seguiré siéndolo hasta que los compañeros me lo permitan”, bromea.

Su hijo Emilio lleva ligado a los acordes y las partituras desde que nació, como parte de la naturaleza de su familia. Siempre le atrajo la música y por eso iba muchas veces a ver ensayar a su padre.

A diferencia de él, eligió la trompeta, pese a que su primera elección fue el oboe, un instrumento muy caro del que la banda carecía. “Casualmente fui a un ensayo de la orquesta con mi padre y vi a Jorge, un antiguo músico, tocando la trompeta, me decidí a empezar y todavía sigo con ella”, cuenta.

Además de componente de la banda, Emilio es profesor de la escuela y director de la banda juvenil aunque su profesión poco tiene que ver con la música: es aparejador. “Esto es un hobby”, recalca, pero le encanta y no le importa dedicarle todo el tiempo necesario.

María también nació mamando música. “A mí la banda me ha visto crecer”, añade. Empezó desde pequeña, a los cuatro años, aprendiendo música y movimiento y luego, con siete, eligió el instrumento. “Conocí la flauta, me llamó la atención, y me decidí”, afirma.

Al contrario de lo que muchas personas suponen, la gente joven se anima a formar parte de la agrupación, dirigida también desde 2015 por Jesús Agomar, una batuta joven. La mitad de sus 47 componentes son menores de 33 años, mayores de 70 solo quedan dos. “La juventud que entró ahora le ha dado un montón de vida a la banda”, sostiene Emilio. Curiosamente, en estos momentos hay más mujeres que hombres “y eso es bueno”.

Uno de los requisitos para formar parte de la banda es asistir a los ensayos, dos veces por semana, y comprometerse a las actuaciones. No hay una edad para entrar, sino cuando se esté preparado. Hay un caso de un chico que lo hizo con 10 años “y promete mucho”, matiza Emilio.

Relevo generacional

El relevo generacional ha sido paulatino. Pero más allá de la edad y de la juventud, Felipe, Emilio y María concuerdan en que la banda es un grupo muy heterogéneo de personas, en el que todas, más allá de la edad, son amigas. “Yo tengo amigos de 13 años, como amigos de 70, somos una gran familia”, resume María.

Y ese ha sido el objetivo que siempre ha mantenido la AMLE, “mantener la llamita de la ilusión siempre encendida, porque si se apaga y la banda se cae, es muy difícil levantarla, como ha ocurrido en otros municipios”.

Felipe rememora algunas actuaciones estando él como presidente del Patronato de Música XVIII de Enero, como la que ofrecieron en el Teatro Campoamor, en Oviedo, representando a la Federación Canaria de Bandas de Música en el tercer festival nacional que se celebró en noviembre de 1997, “e hicimos un gran papel”.

La agrupación se financia con la subvención otorgada por el Ayuntamiento y con las cuotas del alumnado de la Escuela de Música. Siempre ha tenido una vocación viajera, interrumpida por la pandemia de COVID-19 y en ocasiones, por falta de medios económicos, como ocurrió en 1988 cuando fue invitada a participar en los festivales de música de Promenade, Holanda, y, en 1989, a los de Göteborg, Suecia. Un objetivo que pretenden recuperar con motivo de su primer centenario, el 18 de enero de 2024.

Primer centenario

La AMLE cumple 100 años el próximo 18 de enero y ya han empezado a organizar el programa de actos. Se ha conformado una comisión de gente joven, siempre bajo a la supervisión del Patronato de Música XVIII de Enero, ligado a la banda desde sus comienzos.

No solo habrá un gran concierto sino que prácticamente todo el año se harán actuaciones con motivo del primer centenario y también se convocará un concurso para diseñar el logo, como se hizo por los 75 años, entre otras iniciativas que ya están preparando, puesto que “no todas las bandas pueden presumir de cumplir cien años”, subraya Emilio.

Medalla de Oro de la Isla y del municipio y motivo de un libro

La Banda está regida por el Patronato XVIII de Enero que, con la colaboración del Ayuntamiento, gestiona la Escuela de Música donde se imparten clases de lenguaje musical, armonía y composición, especialidades instrumentales, aula de adultos, banda juvenil y, para los más pequeños, Música y Movimiento. Actualmente cuenta con 70 alumnos. Con motivo de los méritos contraídos y coincidiendo con sus 90 años se le otorgó la Medalla de Oro del municipio en enero de 2014 siendo la primera institución en recibir esta distinción. En abril de ese mismo año se editó su primer trabajo discográfico, Semblanzas de la Pasión. La Música procesional de Canarias y el libro La banda en la vida 1924-2014, del escritor, maestro y periodista Salvador Pérez en el que se recogen los 90 años de la vida de una banda con gran proyección cultural y humana. En enero de 2017 el Cabildo de Tenerife le concedió la Medalla de Oro de la Isla premiando además de su trayectoria, el mérito social y su implicación cultural con la sociedad de Tenerife.

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