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Tres historias con final feliz en Tenerife: la recompensa a la lucha de Vanessa, Yeray y Tadrian

Las denuncias de los jóvenes tinerfeños Vanessa Abreu, Yeray Núñez y Tadrian de Ara, recogidas en DIARIO DE AVISOS, demuestran que toda lucha tiene su recompensa
final feliz en Tenerife

Hay quienes piensan que los finales felices solo están en las películas y en los cuentos; que la solidaridad es un valor en extinción y que la mayoría de las veces la esperanza se pierde fácilmente porque el cansancio y el hastío para hacer frente a la excesiva burocracia dificulta la vida, más que solucionarla.

Fundamentalmente, cuando ésta ya es compleja a causa de una enfermedad y todo lo que conlleva no solo para quien la padece, sino para su entorno más cercano.

En las dos últimas semanas DIARIO DE AVISOS fue, de alguna manera, protagonista de tres historias que demuestran todo lo contrario. Tres historias reales que han tenido un final feliz gracias a la valentía de sus protagonistas y sus familiares, quienes se han atrevido a denunciar mientras otras personas callaban sea por miedo, vergüenza, comodidad o simplemente, por creer que levantar la voz era un esfuerzo en vano.

La realidad de Vanessa Abreu, Yeray Núñez y Tadrian de Ara demostraron que los políticos cuando quieren y los dejan pueden ayudar a sus vecinos, que la administración no es sinónimo de burocracia sino también de buen hacer, y que toda lucha tiene su recompensa.
Yeray Núñez es un joven tinerfeño afectado con una cefalea de racimo o cefalea de Horton, uno de los dolores más intensos que puede padecer una persona.

Los afectados se enfrentan a un sufrimiento tan insoportable que en ocasiones se desmayan y es tan agresivo que prefieren quitarse la vida antes de seguir soportándolo.

Esta enfermedad se caracteriza por dolores diarios, entre uno y diez episodios que pueden durar desde 15 minutos hasta tres horas y se localizan en un lado de la cabeza, el ojo o la nuca. Además, aparecen bruscamente a la misma hora, como un despertador, y desaparecen de la misma manera.

Su presentación impide la realización de actividades a los que lo padecen y tienen que abandonar su trabajo, estudios o responsabilidades, generando invalidez y discapacidad laboral, económica, social y familiar.

El tratamiento farmacológico es la primera elección en este proceso. En muchos casos genera efectos secundarios y se incorpora como coadyuvante la inhalación de oxígeno, con notable evidencia científica asociada a su uso en este trastorno, con grandes beneficios sobre el paciente, evitando nuevas patologías por los fármacos y reducción de costes sanitarios.

Canarias es la única comunidad autónoma que no autoriza el uso de la oxigenoterapia domiciliaria para aplacar las durísimas crisis que sufren estos pacientes. Y así lo denunció Yeray, de 33 años, a quien hasta la semana pasada le denegaban una bombona de oxígeno para poder luchar contra sus dolencias. Pero no es el único, ya que en Canarias al menos 40 pacientes podrían ser tratados con oxigenoterapia domiciliaria.

Hace unos años, un grupo de neurólogos del Archipiélago remitió un escrito al Servicio Canario de la Salud (SCS) para solicitar que se tuviera en cuenta esta propuesta para el tratamiento de sus pacientes por los beneficios que supone para calmar los frecuentes episodios de dolor. Pero el SCS lo denegó escudado en que la indicación de oxígenoterapia no está financiada por el Sistema Nacional de Salud para estos pacientes, pese a que en otras comunidades se había autorizado.

Finalmente, esa bombona de oxígeno llegó por sorpresa a su domicilio de Tegueste días atrás y ha supuesto una gran alegría y una mejora de su calidad y esperanza de vida, al disminuir las horas de dolor y de sufrimiento innecesarios.

La misma respuesta recibieron Víctor de Ara y Sandra Hernández cuando pidieron al SCS una nueva silla de ruedas eléctrica para su hijo Tadrian, de la misma edad, con síndrome de Angelman, un trastorno genético que causa un retraso en el desarrollo, problemas del habla y el equilibrio debido a una desviación de la columna, discapacidad intelectual y, a veces, convulsiones. En una enfermedad rara que se conoce también como síndrome del niño feliz porque las personas afectadas suelen estar siempre sonrientes.

En el caso de Tadrian, ha ido evolucionando con la edad. Actualmente tiene na discapacidad del 90%, solo se comunica con gestos, no puede vestirse ni comer solo, y tampoco habla. Pese a ello, le denegaron su principal vehículo de movilidad con el argumento que no es él quien lo conduce y por lo tanto le corresponde una silla “normal”.

Pero lo más indignante para estos padres es que ningún médico ha visto a su hijo. Visitaron a todos los profesionales con competencias en el asunto y se limitaban a leerle los requisitos que debían cumplir para disponer de una silla eléctrica, porque la normativa del Sistema Nacional de Salud exige el manejo autónomo de la misma, algo que es imposible de cumplir para alguien que tiene, como Tadrian, una discapacidad total y que precisa del apoyo y la asistencia de otra persona las 24 horas del día, todos los días del año.

Tuvieron claro desde el principio que iban a llegar hasta las últimas consecuencias para darle a su hijo una mayor calidad de vida así que decidieron contar su caso en las páginas de este periódico.

Fue entonces cuando el concejal de Bienestar Social de Puerto de la Cruz, Jonás Santana, y un trabajador social contactaron de manera personal con la familia y prometieron ayudarla.
“No tengo palabras”, repetía el martes Sandra una y otra vez cuando el edil llegó a su casa con la nueva silla. “No me lo esperaba ni por asomo y menos de esta manera, que un político dijera que iba a hacer algo y lo hiciera, porque nosotros no le dijimos nada, ya que el responsable de conseguirla era el SCS y no lo hizo”, declaró.

La joven portuense Vanessa Abreu tiene 24 años y desde su adolescencia su vida es un calvario debido a un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) de origen nervioso.
Siempre fue de complexión delgada y deportista desde muy pequeña, practicó natación, ballet y en la actualidad integra la cantera del equipo de fútbol femenino del Club Deportivo Tenerife. No sabe cuándo comenzaron sus problemas con la comida, pero tiene claro que quiere curarse de su anorexia y recuperar su vida.

Con el confinamiento sus problemas se agravaron hasta el punto que el año pasado ingresó en seis ocasiones en el Hospital Universitario de Canarias (HUC), en una de ellas permaneció cuatro meses aunque ello no ayudó en su recuperación. Le prometieron derivarla a un centro de la Península especializado en TCA, donde hay apoyo psicológico permanente y profesionales “que te enseñan a comer”.

Pero ese día no llegaba nunca y Vanessa decidió iniciar, con el apoyo de su familia y amigos, una huelga de hambre para reclamar su ingreso y requerir, al mismo tiempo, una unidad específica de TCA en Canarias, para que no sea necesario hacer traslados, ya que hay personas que no pueden pagarlos.

Contactó con el Diputado del Común, inició una recogida de firmas en la plataforma Change.org, una iniciativa que inició en 2022 el realejero Tony Arteaga con este mismo objetivo: que se abra el primer hospital de día en las islas en el que se traten la bulimia o la anorexia.

Tras una espera que se le hizo eterna, la joven ingresó el pasado martes en una clínica de Barcelona para empezar a curarse de una enfermedad que ha puesto en peligro su vida.
Tres historias reales con un desenlace feliz que, además, han dejado como ejemplo que ningún esfuerzo es en vano.

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