Hace dos veranos Eugenie Gege Pirat hizo las maletas rumbo a Tenerife. El CN Echeyde la anunció como un “fichaje de lujo” y no era para menos. Ganadora de tres ligas en Francia e internacional por su país, tenía los próximos Juegos Olímpicos de París, en 2024, en su cabeza.
Gege Pirat pasó de ser “la guinda del pastel”, según la entidad, convirtiéndose en capitana, a desaparecer, de un día para otro. El Echeyde prescindió de sus servicios, aunque no se anunciara, y, tras casi dos meses, explica ahora todo lo que sucedió.
–Usted llega al CN Echeyde hace dos veranos como referente claro y es, por así decirlo, una de las caras del club y del equipo femenino. Aparece en medios de comunicación, en redes sociales pero, de repente, se esfuma. Es más, su salida no se anuncia. ¿Por qué?
“Eso se lo tendría que preguntar a los que gestionan el club. Creo que cuando no sacas información es, quizás, porque no sabes cómo enfocarlo. De hecho, no hay un motivo claro por el que se me echa. A partir de ahí, las cosas no se han hecho bien, ellos lo saben y por eso no ha habido ninguna noticia sobre mi salida del club. Mi caso es un claro ejemplo de que algunos clubes no están preparados para gestionar según qué situaciones”.
–Pero su llegada fue completamente distinta…
“Sí, porque fue genial. El año pasado me acogieron muy bien, realmente me sentí importante y agradecida. Mi llegada fue un boom, me sentí muy bien anímicamente, porque es clave cómo te trata y te cuida el entorno, más cuando yo me planteaba mi presencia en los próximos Juegos Olímpicos de París. Participaba en todas las entrevistas, en proyectos internos… Firmé el contrato de este año pensando que era un referente para este equipo”.
–¿Cuándo cambia todo?
“Empiezo a ver cosas que no se corresponden con mis principios y estando tan involucrada en este proyecto no quería que se relacionase mi nombre con según que actitudes, decisiones o imágenes que se transmiten. Llego al club como jugadora, pero me implico en más aspectos para ayudar a desarrollar el equipo femenino del Echeyde y apoyar al desarrollo del club. Sacrifiqué aspectos de mi vida por este proyecto y cuando veo que hay cosas que no se están haciendo bien, trato de cambiarlas. Las comento y desde ese momento todo empieza a cambiar. Parecía que les incordiara por dar un feedback que antes apreciaban y noto que no se me hace caso en absolutamente nada. Se me da una palmadita en la espalda en plan ‘sigue adelante’ y se me reprende por pedir profesionalidad y por intentar aportar mi visión como jugadora de experiencia sobre las cosas que no se están haciendo del todo bien con el grupo. En esas me diagnostican un trastorno, un desequilibrio hormonal que me lleva a una situación física y mental muy agotadora. Pasé todo el verano planificando el equipo, llegando con mucho desgaste mental a principio de temporada. Hacía el trabajo sucio, pero sin tomar una sola decisión. A partir de ahí empecé agotada mentalmente Necesitaba un tratamiento que era dopante, se lo comuniqué al club y ahí nadie me ayudó. Las cosas fueron de mal en peor. En el agua yo no me encontraba bien y nadie me apoyaba”.

–¿Pero de qué margen de tiempo estamos hablando?
“Desde que acabamos la liga el año pasado, a lo largo del verano, veía cosas, pero a raíz de empezar los entrenamientos hay decisiones que ni me cuadran ni me gustan y siento que se deteriora la relación del club conmigo. Me sentí invisible, mi trastorno no se estaba tomando en serio y eso me restó mucha seguridad a la hora de competir”.
–Se habla mucho de salud mental en el deporte, muchas veces desde los propios clubes y federaciones, pero da la sensación de que queda mucho camino, seguramente demasiado, por recorrer.
“Yo entreno al 2000 por cien. Lo que no gusta es ver una imagen en las redes, de cara al público, de club solidario, del que yo he formado parte, y luego ese club no me apoya a mí. Es paradójico. Apoyas causas, pero cuando tienes a alguien a quién ayudar no lo haces. Como deportista quieres ser tu mejor versión, física y mentalmente. Mi situación de salud me llevó a olvidarme de mis necesidades para lograr el objetivo. Pero te das cuenta que sólo importa que ganes, cueste lo que cueste. Les hice un comentario sobre esto, para montar un buen equipo, un equipo que tiene futuro y un club con buenas bases, no se trata de ganar sino de cómo se gana y del bienestar de las personas que sacrifican su vida para esto. Claramente no les ha importado, de hecho, me lo dijeron, ‘no veo el problema”.
–¿En algún momento usted se dirige al club para decirles que no está bien y les pide ayuda?
“Sí, a varias personas. Me dijeron que tampoco era para tanto y que siguiera adelante sin rechistar. No me salté ningún entreno ni partido aún sintiéndome exhausta y muy frágil. Busco un tratamiento alternativo, para no llevar el otro, dopante, pago 2.000 euros de mi bolsillo para estar mejor, regreso tras las Navidades y, otra vez, la misma dejadez por parte del club. Estuve mejor tres semanas, lo que duró el tratamiento, luego no. Tampoco nadie se interesó por ello. Sigue habiendo un tabú sobre la salud mental y tampoco se cuida la salud física. Se insiste mucho en entrenar, pero no en aspectos como la nutrición o cuidar ese entorno del deportista. No se puede hablar de profesionalizar un deporte cuando está claro que las exigencias no son equitativas con las condiciones y el trato que se da”.
–¿Llegó a no querer meterse en el agua?
“Sí, las personas que lo han padecido más, mi entorno más cercano, sabían que necesitaba un descanso, pero yo no me lo podía permitir, porque tenía que responder al compromiso que es un equipo, más siendo capitana. Yo recuerdo encontrarme antes de entrenar y sentir una fatiga extrema, no querer ir, pero preparar la mochila e irme al entreno a veces con una sonrisa, otras con una sensación de vacío enorme. Me ha pasado durante meses. Me sentía muy abandonada”.
–Todo mientras trata de gestionar esas otras cosas que siente alrededor de su figura…
“Como, por ejemplo, desaparecer completamente de las redes sociales. Se me exige ser la capitana perfecta sin reconocérseme nada. Es sencillo, se puede ver la diferencia, me ciño a redes sociales, entre la temporada pasada y esta. Mientras, la exigencia como capitana sigue subiendo, se me recriminaban cosas que nada tenían que ver conmigo. Parecía que el tema era más personal que profesional. Dejo de ser alguien. Yo se los dije, les dije que de un día para otro podían mandarme a la mierda, pero nadie me decía nada. Hasta el momento que me lo comunican”.
–¿Cómo asimila eso su cabeza?
“Me culpaba mucho por saber qué había hecho mal. Luego veía que era muy injusto por todo lo que he dado. Que me echaran no era tan importante como sacarme fuera de un proyecto que había sido muy mío. Las Guayotas no se crearon al 100% gracias a mí, pero me sentía responsable del proyecto. Se me invisibiliza completamente y, sobre todo, se hace de menos todo lo que he hecho”.
–En lo deportivo le dicen que su rendimiento no es bueno…
“Sí, y yo pregunto qué es el rendimiento. Me hablan de estadísticas que no hay. Yo soy la primera en reconocer que mi rendimiento no es del todo correcto, que lo he tratado de dar todo, pero, a la vez, pese a mi mal rendimiento, de todos los partidos jugué, como mínimo, tres partes, así que hay algo que no cuadra: si mi rendimiento es tan malo, ¿por qué jugaba tanto?”.
–¿Sus compañeras, la gente del waterpolo, qué dicen?
“Públicamente nada, pero es lo habitual. Era básico, los partidos pasaban y la gente preguntaba que dónde estaba, lo normal. Muchas personas me han escrito, sobre todo mujeres, para mostrarme su apoyo aún y sin saber nada de lo que pasó. Mi familia y mis amigos de verdad cuando abiertamente dije lo que pasaba, con el club y a nivel personal, me han ayudado y han flipado con mi situación. Es que, personalmente, no sé lo que he hecho aún para que me echaran. De hecho, cuando ya habían pasado semanas, me preguntaban ‘¿Pero esto es legal? ¿Te pueden echar así sin más?’ Por eso revisé el contrato con mi asesora y sorpresa: ella redactó un informe sobre todos los puntos que dejan en evidencia que los supuestos contratos no son del todo legítimos y en mi caso, no se ha respetado ni la ayuda por seguro médico ni he infringido ninguna cláusula para que se me despidiera de esta manera”.
–¿Cómo se lo comunican?
“En una reunión de 15 minutos, me dicen que no puedo seguir, porque soy negativa para el grupo y el club, mi rendimiento es malo para lo que cobro y pago un poco por cualquier cosa que haya pasado este año. Un lunes por la mañana me dijeron eso y ya no he vuelto”.
–¿Y ni una llamada más?
“Solo una, porque yo me encargaba del tema de los bañadores. Me llamaron para que devolviera el último pedido que me había llegado y algunas cosillas. Nada más”.
–La sensación en los últimos tiempos es que hay una apuesta por el deporte femenino pero que, en muchas ocasiones, esa apuesta parece quedar más en una inercia, si no una moda, porque los recursos que se le prestan a las mujeres, desde luego, distan mucho de los de los hombres.
“Yo he pensado mucho si conceder o no esta entrevista. Si era bueno o no hablar públicamente. En muchas entrevistas que ofrecí la temporada pasada apoyé al 100% al Echeyde porque para mí apostaban por el deporte femenino. En cierta medida creo que no son conscientes de lo que están haciendo mal. Llevo 20 años dedicada al waterpolo femenino. Si se me ha contratado también es por eso, para aportar mi experiencia, porque el waterpolo masculino no tiene nada que ver con el femenino. En un primer momento me sentí apoyada, pero a partir del momento que el proyecto crece, empieza la codicia, se tuercen las cosas. Sobre todo cuando empiezas a decir que hay cosas que no se hacen bien. Y ahí te echan a la calle. ¿Qué deporte femenino se apoya? ¿El de calladita estás más guapa? Esa actitud sigue muy presente”.
–Cuando yo hablo con usted por primera vez, sin conocernos antes, insiste en encontrar una explicación a lo que le ha sucedido, de querer entender lo que había pasado…
“Por eso, insisto, hablo. Yo me exijo siempre más a mí que al resto, le doy vueltas a las cosas, las analizo, pero es que cuando me echan no se habla de mí como jugadora de waterpolo, se hablan de otros temas, pero no de mí. Al día siguiente sentí alivio, porque esta situación estaba machacándome. Necesitaba salir de allí pitando, pero con el paso del tiempo ves que las cosas que decían no eran ciertas y que yo preguntaba y no se me respondía. Por eso hablaba con gente externa al problema, un poco para ver todos los puntos de vista. Incluso, cuando me despiden, me dicen si me quiero disculpar por algo. ¿De qué me voy a disculpar? Se me puede decir que he criticado mucho, de forma constructiva, una estructura del club que busca la profesionalización. Al final, las deportistas somos personas, y viniendo de un club supuestamente tan familiar, esperas que el apoyo sea real, aunque estás aquí para rendir está claro. Entrenamos mucho y sacrificamos demasiado para que pase lo que está pasando actualmente en este club y en muchos otros”.
–Dice que ese día después de la reunión de 15 minutos siente alivio, pero, con el paso de las horas: ¿cómo encaja que esto supone, posiblemente, el fin de su carrera deportiva?
“Esto ha pasado hace como un mes y medio. La verdad es que esto que me pasa no me deja muchas opciones y me obliga a acabar aquí a no ser que quiera volver a cambiar toda mi vida. El sueño de los Juegos Olímpicos de París es complicado, porque entreno diariamente, pero no como waterpolista. Toca reinventarme. Ya tengo trabajo relacionado con la salud mental y el deporte y proyectos en mente porque, precisamente, quiero que se hagan las cosas mejor y se trate de forma digna a las personas. Me plantee volver a Barcelona, pero finalmente me quedé. Voy a jugar el Mundial Master en Japón en agosto y eso me anima a volver a conectar con el deporte que ha sido mi pasión desde pequeña, viene de familia”.