Catedrática de Geografía Física por la Universidad de La Laguna durante 42 años hasta su jubilación en 2020, Victoria Marzol es especialista en climatología regional y aplicada, campos que han centrado su docencia en Geografía, Ordenación del Territorio y Ciencias Ambientales así como el desarrollo de sus investigaciones. Fue pionera e innovadora, comenzando por su tesis doctoral en 1987 sobre las precipitaciones en Canarias, al determinar la cuantía y el funcionamiento espacial y temporal de la lluvia en el Archipiélago.
Investigó además los riesgos de las lluvias torrenciales, su concentración y agresividad, elaboró gradientes para el análisis de pluviosidad, frecuencia y evolución. Desde 1992, indaga en el mar de nubes en las cumbres y los valles de Tenerife, la duración de la niebla, así como el potencial hídrico de los stratocumulus subtropicales y cómo captar las gotas de la niebla aplicando métodos no ensayados hasta entonces en Canarias. Se convierte así en referente mundial al demostrar el potencial hídrico de la niebla y su aplicabilidad en Marruecos, donde inició un proyecto en 2006 en la región de Aït Maämrane, y ha sido la artífice de que casi un millar de habitantes de varios poblados remotos puedan tener agua en sus casas, captada por medio de grandes mallas colocadas en el monte Boutmezguida, evitando que las mujeres, adolescentes y niñas dejen de caminar decenas de kilómetros todos los días para buscar agua a los pozos para las necesidades de la familia y dar de beber a los animales. Conocida como Lady o Madame Fog (la señora de la niebla), reconoce una gran satisfacción porque todos estos menores estén escolarizados, las niñas no sean violadas y las mujeres puedan realizar otras actividades productivas.
-¿Cómo llegó a estudiar la climatología e investigar la captación de agua de niebla?
“Yo formé parte de la primera promoción de Geografía de la Universidad de La Laguna, la de 1973, y me decanté por la climatología por la influencia de un profesor en la carrera que me dio esa asignatura y he hizo gustarla. La verdad es que estos últimos 42 años he estado metida en el agua, porque incluso en la tesina, en 1980, elegí el tema de las precipitaciones. En Canarias no había nada o muy poco investigado sobre ese tema. Trabajé la tesina sobre las lluvias en Tenerife y la tesis fue sobre las precipitaciones en Canarias. Así me interesó el aspecto de la entrada del agua de la atmósfera a la superficie terrestre en las Islas Canarias y algo que, además, es muy consustancial a nuestro clima como es la precipitación horizontal, el agua que aporta el mar de nubes chocando contra las vertientes un montón de días a lo largo del año y que es un recurso muy importante para nosotros. Entonces, me interesó ese aspecto de la precipitación”.
-Los datos de precipitaciones que refleja la Aemet no son favorables en Canarias.
“En los últimos cinco años las precipitaciones han ido disminuyendo y es verdad que ha llovido menos en estos dos últimos. En general, está lloviendo menos, pero también es cierto que el régimen de precipitaciones en Canarias es muy irregular, es su rasgo consustancial, y podemos tener cinco años muy secos y después nos viene un año tremendamente lluvioso. Por tanto, es irregular en el tiempo y en las cantidades, porque nos puede caer en un día lo que cae en todo un mes, o en un mes lo que cae casi en un año”.
-¿Cómo afectará esta evolución negativa al Archipiélago?
“Nos afectará muchísimo porque somos unos desconsiderados con este recurso tan esencial y que la ONU reconoció en 2010: el agua potable y el saneamiento como derecho humano. En Canarias consumimos agua en exceso y no la valoramos, incluso cuando preguntaba a mis alumnos, estos me decían que era cara, pero no sabían lo que consumían. El agua en Canarias no es nada cara y, en mi opinión, debería ser más costosa y así nos cuidaríamos de usarla con más detenimiento. Tenemos un consumo desmesurado, 150 litros por persona al día, 20 litros por encima de la media nacional, viviendo en un territorio desértico, donde en algunas islas nos salvan las desaladoras, que están avanzando cada vez más en las islas occidentales. Ya tenemos problemas de abastecimiento. Tenemos cultivos como el plátano o el aguacate que son grandes consumidores de agua, y si cada vez hay menos precipitaciones y sequías mayores, hay que replanteárselo”.
-¿Podría ayudar a resolver el problema del agua en algunas islas captarla del mar de nubes?
“No valoramos el recurso del mar de nubes en Canarias, la única que lo valora es la vegetación, porque si no fuera por esa lluvia horizontal, no existirían y no tendríamos el monteverde, la laurisilva y el fayal brezal. De hecho, las islas más bajitas, como Lanzarote o Fuerteventura, no lo tienen. Particularmente, en algunos lugares de Anaga he recogido en verano de la niebla entre seis y siete veces más agua (unos 3.400 litros en el mes de julio) de lo que se recogió en forma de lluvia (500 litros por metro cuadrado), pues aunque sean nubes que no producen lluvia, en su interior contienen una enorme cantidad de gotas minúsculas que pueden colectarse cuando rozan con un obstáculo. Esa vegetación está bebiendo de esa agua y si no fuera por ese mar de nubes, en verano, que es cuando no llueve de forma convencional, se secarían. Ahora bien, ese recurso no ofrecería una solución definitiva ante el problema del agua para uso humano o animal en Canarias. Con un consumo de 150 litros, tendríamos que poner muchos metros cuadrados de lona y consumir menos, porque hay que tener en cuenta que este recurso es frecuente, pero no es constante, es decir no lo tienes asegurado los 365 días, entonces, es irregular. Podemos tener una semana en la que no entre el mar de nubes y nos ha sucedido el pasado invierno, que hemos tenido muchos días de tiempo Sur. A pequeña escala, hemos puesto mallas en Teno y estamos dando de beber a cabras, pájaros, abejas y pequeños agricultores, que la usan para regar manzanos. Es lo que llamo un recurso ecológico, porque ayuda al mantenimiento del bosque y a dar pequeñas soluciones. Por ejemplo, el Cabildo también tiene dos mallas instaladas en el Gaitero (altos de La Victoria) y Bolico (Buenavista) que dan agua a depósitos para reforestar o bien en caso de incendio”.
-Pero ha logrado cambiar la vida a un millar de personas.
“En el caso de Marruecos, ya es a una escala mucho mayor, se han colocado 600 metros cuadrados de pantallas. Estamos hablando de dar de beber a más de 975 personas y a su ganado. Todos son habitantes de poblados de montaña muy pobres, comunidades sostenidas fundamentalmente por mujeres porque los hombres han emigrado a las ciudades y tenían en sus casas electricidad, televisión por satélite y comunicaciones móviles mejores que en muchos lugares de Tenerife, pero no tenían agua, tenían que caminar bastantes kilómetros todos los días a buscarla a unos pozos cada vez más alejados. En verano podían ir hasta siete veces al pozo, caminando entre cuatro y siete kilómetros, para recoger agua de mala calidad para la familia o los animales. Fundamentalmente, ese trabajo lo hacían las niñas, las madres y en último lugar los niños. Es decir, no iban al colegio, ya que se dedicaban todo el día a ir y volver del pozo con el agravante de que muchas nos confesaron que las habían violado mientras iban a buscar agua, así que tenían una vida durísima. Por tanto, que ahora puedan acudir a la escuela es una satisfacción enorme y me siento orgullosa”.
-¿Cuándo comenzó la experiencia en Marruecos?
“El origen del proyecto fue en el 2000, estuvimos durante cuatro años buscando los lugares más adecuados para que tuviera la mayor eficacia y las mejores mallas para esa zona. Cuando vimos el lugar, el monte Boutmezguida de 1.225 metros, a unos 30 kilómetros de la costa atlántica, se instalaron unos 600 metros cuadrados de pantallas de polipropileno, similar al que se usa en las obras pero más tupida para captar la niebla, llegando a recogen unos 6.300 litros diarios. Hemos tendido tuberías que reparten el agua a las poblaciones rurales aisladas de Agni Zekri, Tamerout y Agni Ihya. En estos momentos, hay un total de 25 kilómetros de tubería y se han construido tres depósitos de entre 250 y 300 metros cúbicos. En ningún momento se utiliza combustible fósil y, si hay que subir el agua a una zona más alta, se han puesto paneles solares. A cada casa le llega la acometida y se le puso un grifo. Una cosa curiosa es que al principio veías debajo del grifo un cubo, y en 2019 ya había gente que había puesto un lavabo e incluso habían dos casas con lavadoras, esas antiguas que echas el agua, esta movía la ropa y tras desaguar hay que volver a echar agua limpia para aclarar, con lo cual el trabajo de lavar la ropa se ha suavizado y siguen mejorado su calidad de vida”.
-¿Tener el agua en su casa ha hecho que la malgasten o siguen racionando su consumo?
“En el primer año comprobamos que consumían una media de 4 litros y medio por persona al día; el año siguiente, subieron a 10 litros y el posterior llegaron a 13 litros por persona al día, y se han mantenido en cifras de 13 a 15 litros, porque hay que decir que pagan el agua que consumen y más cara que en Tenerife. Por supuesto que valoran muchísimo el agua, para ellos que llegara a sus casas fue como si llegaran los Reyes Magos para nuestros niños; es normal que haya subido su consumo, pero, sin embargo, está por debajo de los 40 a 50 litros por persona al día que la Unesco establece como mínimo para que una persona tenga una vida adecuada. Cuidan mucho el agua porque han visto el problema que es no tenerla para comer, para el aseo, para sembrar en sus pequeños huertos y para que sus animales sobrevivan a jornadas y veranos con tanto calor”.
-¿Qué nuevos proyectos tiene previsto realizar?
“Tenía previsto viajar a Marruecos, pero días antes nos encerraron por la pandemia del coronavirus. Habíamos elegido otro lugar donde había posibilidades de recoger buenas cantidades de agua y abastecer al poblado de Sidi Zekri, situado en la cima de un valle, donde hay ocho casas con unas 50 personas en total y una escuela con unos treinta niños. La fundación ONG Dar Si Hmad ha seguido trabajando e instaló nuevas mallas en ese valle próximo porque el mar de nubes le llega igual. En general, hablamos de 1.500 habitantes con unas 7.000 cabezas de ganado (en su mayoría cabras) y pequeños huertos, que viven alrededor del Boutmezguida. Una zona de barrancos dificultosa para moverse cuya única vegetación son cactus o arbustos espinosos y árboles de argán, que los están explotando cooperativas de mujeres para lograr aceite para cosméticos. Mi labor es testar y ensayar las mallas que me envía la Fundación We are water alemana, buscando la mayor eficacia sin olvidar su robustez, desechado las que se rompían, porque allí suelen soplar vientos de más de 100 km/hora”.
-Supongo que su vida será pausada tras dejar las clases.
“Continúo trabajando en el proyecto, pero con la vida un poco más tranquila. Tengo ilusión y sigo investigando la eficacia de las mallas hasta que se rompan los aparatos, porque ya el dinero se acabó y finalizará la investigación. Son unos instrumentos muy delicados y muy eficientes que pude comprar con un proyecto del Gobierno de Canarias de ayuda a África y me permitían cada 10 minutos medir la cantidad de agua que había recogido esa malla y demás parámetros meteorológicos (viento, temperatura, humedad, etc.), lo que era muy importante para los creadores de las pantallas, porque en función de mis resultados se decidía cuál era la más eficaz y se producía para enviarlas a Marruecos, Kenia, Bolivia o algún país de Centroamérica”.
-Estará satisfecha por sus estudios e investigación, pero ¿qué espina le queda clavada?
“Bueno, pude haber elegido un trabajo más de despacho, estudiando los datos de las variables meteorológicas, más estadístico, pero mi línea de investigación se encaminó a pie de campo, ha sido más dura y sacrificada, y eso mucha gente no está dispuesta a seguir, es complicado. Si dabas clase en la Universidad, suponía salir al campo por las tardes, los días libres o fines de semana al monte en Tenerife o durante las vacaciones en Marruecos. Una de mis grandes decepciones es que algún compañero no siga el camino, nadie ha querido continuar en esta línea de trabajo, pese a que he tenido a investigadores y becarios muy buenos conmigo. Pero también comprendo que hay que buscarse la vida y hay que realizar muchos sacrificios. Es una pena, pero no habrá relevo cuando lo deje”.