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Martes 13: supersticiones, nuevas creencias y otras extravagancias

¿Es normal que en 2023 sigamos temiendo al año bisiesto, nos inquieten los eclipses, evitemos el número 13 o no nos atrevamos a romper una cadena de mensajes?
Imagen de IA de gatos astronautas comiendo cacahuetes, siguiendo el ritual que se estableció entre los ingenieros y científicos de la NASA tras el Apolo 13. DA
Imagen de IA de gatos astronautas comiendo cacahuetes, siguiendo el ritual que se estableció entre los ingenieros y científicos de la NASA tras el Apolo 13. DA

Tal vez porque somos animales de costumbres leemos el horóscopo cuando lo tenemos a mano, intentamos jugar siempre a la lotería con los mismos números o tenemos una prenda que nos da un plus de seguridad en los momentos cruciales. Parece algo tan normal como inofensivo. Pero ¿lo es también que en 2023 sigamos temiendo al año bisiesto, nos inquieten los eclipses, evitemos el número 13 o no nos atrevamos a romper una cadena de mensajes?

Hay algo en nuestro interior que nos predispone a creer en correlaciones inexistentes, tanto si eres agricultor como si exploras el espacio como astrónomo o astronauta. Los psicólogos nos dicen que esa predisposición la refuerza el llamado sesgo de confirmación, que nos conduce a encontrar pruebas que validen nuestra creencia incluso cuando no existen, o a sobredimensionar las que puedan ser reales obviando aquellas evidencias que la contradicen. Este próximo martes será día 13 y lo volveremos a comprobar, al juntarse el “hambre” del belicoso día del dios romano de la guerra, con las “ganas de comer” de un número de mal agüero desde que Judas, el discípulo número trece, traicionó a Cristo.

Dado que las supersticiones han timoneado comportamientos personales y sociales desde la más remota antigüedad hasta hoy en día, el estudio de sus mecanismos y vigencia resulta fascinante. Incluso la propia etiqueta desata ardientes debates, pues depende de quién la use y lo duro que sacuda con ella. Y es que, aunque lo de la aversión al 13 o a derramar sal lo tengamos claro, ¿qué hacemos con muchas de las creencias que configuran las religiones? ¿Son supersticiones, o el sistema estructurado de creencias y códigos ético y de conducta del que forman parte, nos hace verlas como excepciones? Ese melón, mejor, lo dejamos para otro día.

Lo que parece claro es que muchas supersticiones tienen una asombrosa capacidad de resistencia, y algunas, hasta de mutación. Es el caso de las incómodas e inacabables cadenas de mensajes o carta de cadena, en las que para atraer la fortuna o la salud, o bien protegernos de alguna amenaza, nos invitan a reenviar a cierto número de personas una plegaria, oración, reflexión o historia emotiva. En la era de las nuevas tecnologías el engorroso proceso de escribir diez cartas y llevarlas a la oficina de correos ha quedado atrás, y en su lugar las cadenas de mensajes han demostrado su capacidad de adaptación discurriendo en la actualidad a través del correo electrónico, las redes sociales o el WhatsApp. Aunque la estadística puede jugar a favor de que a alguna persona que siga la cadena le pase algo especialmente bueno e inesperado, o bien que a otro que la rompa le caiga encima un piano, el sentido común y la realidad nos dice que este tipo de cadenas no son más que mero e incómodo spam, un correo basura que hasta hace poco venía acompañado de insufribles power point.

DE HORÓSCOPOS, NÚMEROS Y ESCALERAS

Otras supersticiones también parecen tener asegurada por mucho tiempo su continuidad. El caso de los horóscopos de prensa diaria es uno de los más gráficos y hasta los astrólogos los intentan combatir por la escasa seriedad que aportan a su siempre cuestionada disciplina.

Aunque nadie hoy en día sería capaz de defender la idea de que esos horóscopos no sean más que meros pasatiempos, elaborados con frases genéricas que de forma aleatoria van rotando por cada uno de los signos del zodiaco día atrás día, la mayoría de la gente les echa un vistazo y en su fuero interno buscan algún tipo de asociación con su situación personal. Eso sin duda garantiza su inocua perdurabilidad en las páginas de la prensa, y por tanto la retroalimentación con los lectores. Lo mismo sucede con la idea de los números de la suerte, terreno en el que también, dejando a un lado los preceptos de la escuela numerológica y la tradición en algunos casos sagrada asociada a ciertos números y cifras, irrumpe con fuerza esa tendencia al pensamiento mágico.

Convertimos en números de la suerte las fechas de los nacimientos de nuestros seres queridos o aquellas en las que han tenido lugar acontecimientos felices en nuestras vidas, y los usamos para jugar a la lotería estableciendo una relación entre ambos elementos, de manera que esperamos que actúe una suerte de magia simpática que atraiga el premio. Y a pesar de que no toca, persistimos en el intento una y otra vez esperando que algún día suceda.

Un caso representativo de esta manera de leer parte de la realidad que dio mucho que hablar en EE.UU. fue el de Herman Caín, antiguo magnate de las pizzas que se postuló como candidato para las primarias a la presidencia por el Partido Republicano en 2012. Caín dedicó un capítulo de su libro This is Herman Caín al 45, cifra que según reconocía aparecía de forma muy significativa en su vida. Que sea precisamente el capítulo 9 no es tampoco azaroso. Él nació en 1945 y si lograba su objetivo, se convertiría en el Presidente número 45. Además, en 2013, el año en el que habría ejercido de presidente, coincidiría con su 45 aniversario de boda. Sin duda toda una ristra de señales seleccionadas por su sesgo de confirmación que no impidieron, muy a su pesar, que un escándalo sexual dinamitara bruscamente sus expectativas.

¿Y qué decir de caminar por debajo de una escalera? Parece evidente que esa superstición tan popular y con un origen religioso vinculado a la crucifixión, a diferencia de las anteriores, pueda tener algo de razón y vigencia si consideramos que podemos tropezarnos con ella o que un objeto, o alguien que la está usando, puede caer sobre nosotros. Parece lógico, por tanto, evitarla. Sin embargo, un estudio publicado en febrero de 1974 en la revista Personality and Social Psichology Bulletin reveló que las personas tenían una mayor tendencia a pasar por debajo de una escalera si previamente habían visto a otra persona hacerlo, pero esa tendencia disminuía de forma considerable si eran ellos los observados. ¿Cómo interpretar este resultado? Es difícil saberlo.

TODOS ESTAMOS EXPUESTOS

Bruce Hoop reveló en un experimento muy comentado que nuestra tendencia al pensamiento supersticioso no parece cosa de atontados, como despectivamente se suele afirmar. Tuvo como protagonistas al público de un festival de ciencias, a quien mostró una chaqueta invitando a que se la probasen a cambio de 10 libras. Muchos asistentes levantaron la mano aceptando el reto, pero al instante la mayoría la bajó al decirles que había pertenecido a Fred West, un conocido asesino en serie británico.

En el fondo, afloró el temor a que algún tipo de esencia negativa quedase impregnada en la prenda y fuese capaz de adherirse a ellos, un principio mágico que muchos comparan con el efecto benefactor que atribuimos a las reliquias en el ámbito religioso.

Y es que donde menos esperaríamos encontrar este tipo de conductas resulta que las encontramos a borbotones, y encima, sin intención alguna de ocultarlas. Es el caso, especialmente gráfico, de la astronáutica, terreno en el que nadie cuestiona el predominio absoluto de la mentalidad científica y el pensamiento racional. Todos los cosmonautas rusos, antes de partir al espacio, se bajan del vehículo de transferencia que les lleva a la zona de lanzamiento para orinar en la rueda derecha trasera del mismo, vehículo que por cierto lleva herraduras. El ritual, al parecer, les trae suerte e imita según dice lo que hizo Yuri Gagarin, y, aunque las cosmonautas están exentas por razones obvias, alguna se ha llevado su botecito para remedar el gesto. Además, durante la carga de combustible en el cohete se debe escribir con el mismo un nombre de mujer, mientras que los estadounidenses graban sus iniciales en los depósitos de oxígeno líquido de la lanzadera espacial.

Estás y otras supersticiones han sido recopiladas por el ingeniero de la NASA Tony Rice y divulgadas en medios oficiales. No hay nada que esconder. Una de ellas es muy conocida por su eco cinematográfico, la del director de vuelo Gene Kranz, que llevaba un chaleco nuevo tejido por su esposa Marta en cada misión. De los casi 60, el chaleco que llevó durante la misión Apolo 13 – interpretado en el cine por Ed Harris- se exhibe en el Museo Nacional del Aire y del Espacio.

Durante los “siete minutos de terror” que dura la entrada en la atmósfera y el periodo de desaceleración antes tomar tierra de las misiones a Marte, ingenieros y científicos se ponen a comer ritualmente cacahuetes.

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