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El rayo verde

Realidades y mitos de un fenómeno que bendice nuestros atardeceres
El rayo verde

En las últimas semanas ha vuelto a cobrar protagonismo, efímero como todo hoy en día, pero protagonismo al fin y al cabo, el fenómeno del Rayo Verde, al haber sido fotografiado nuevamente desde nuestras islas, en este caso por Roger Frey. Es un efecto curioso y evocador, que siempre me ha llamado la atención y que personalmente pude contemplar años atrás. Fue de pura chiripa, puesto que no lo buscaba y se desarrolló en pocos segundos cuando el sol se ocultaba en el horizonte marino al atardecer. El caso es que, al hilo de una conversación radiofónica mantenida días atrás con mi amiga y compañera en Canarias Radio, María Doménech, me he propuesto ordenar algunas notas sobre ese peculiar efecto de luz y compartirlas en este breve texto.

Nuestro punto de partida es un fenómeno natural de descomposición de la luz blanca solar en los colores del espectro, como ocurre al pasar un haz de luz a través de un prisma, o con las gotitas de agua que hacen brotar un hermoso arco iris. Durante las puestas o salidas del sol, las diferentes capaz de aire fragmentan la luz solar, de ahí que veamos esa gama de colores amarillos, naranjas, rojizos…El azul o el verde también están por ahí, pero pocas veces se dan las condiciones de estabilidad, y el margen de tiempo necesario, para que los podamos ver. Cuando esto ocurre, con el aire en calma, aparece ese fascinante destello horizontal de color verde, que apenas dura unos segundos y que es más sencillo de ver al ocultarse el sol y sí nuestra ubicación es más elevada que la del astro rey. No obstante, a algún lector le puede sorprender descubrir que el rayo verde también puede ser visto sobre la Luna, efecto que ha sido fotografiado desde La Palma por ese crack mundial de la astrofotografía con el que contamos en Canarias, Daniel López. Algunos de sus rayos verdes han sido imágenes del día de la NASA.

Julio Verne y el Rayo Verde

El genial Julio Verne contribuyó sin duda alguna a la vertebración de la lectura mágica de este fenómeno, al usarlo como pilar de la novela que en 1882 dedicó al mismo. En el argumento de El Rayo Verde, como era habitual en sus relatos, la ciencia también estuvo presente, pivotando su argumento alrededor de un matrimonio concertado ante el que la joven casadera tiene dudas. Al haber oído la protagonista las leyendas escocesas que hablaban de los poderes del rayo verde, entre otros, el de aportar clarividencia antes los dilemas emocionales, emprende su búsqueda para determinar sí está o no enamorada, y por tanto, si ese matrimonio de conveniencia con un excéntrico científico es viable desde el amor. En la trama, enmarcándola en una inexistente crónica periodística, Verne ensalza la excepcionalidad del color del rayo al escribir que es, “un verde maravilloso, un verde que ningún pintor puede obtener en su paleta. Un verde cuya naturaleza no se encuentra ni en los variados verdes de los vegetales, ni en las tonalidades de las aguas más límpidas. Si existe el verde en el paraíso, no puede ser más que este verde, que es, sin duda, el verdadero verde de la Esperanza

En la novela el autor desliza la supuesta existencia de relatos tradicionales en las tierras altas de Escocia que, además de la citada clarividencia emocional, apuntan también a su capacidad para que quién lo contemple lea el pensamiento de aquellos que le acompañan en ese momento, o para sellar con el amor eterno a las parejas que comparten su visión. Desde la publicación de la novela de Verne, una y otra vez se reiteran estas referencias al rayo verde asegurando que anidan en las ancestrales tradiciones escocesas. Sin embargo, tras consultar un puñado de libros y a varios expertos, honestamente no hemos logrado encontrar esa huella tradicional en el folklore de Escocia. Es evidente que persistiremos en la búsqueda de tales tradiciones ante la sospecha, que para nosotros cobra fuerza, de que fuera una licencia literaria de Julio Verne, es decir, algo completamente ficticio. Otra opción, inverificable por completo, es que tales referencias hayan sido producto de un hallazgo personal de Verne en la tradición oral, realizado en el transcurso de algún viaje por Escocia.

Un rayo de cine y de Canarias

Sea como fuere, invención verniana o realidad folklórica irrastreable, lo indiscutible es que hoy en día los atributos mágicos del rayo verde son asumidos como algo de gran antigüedad de forma generalizada, alimentando su magnetismo. En refuerzo de todo ello vino en 1986 la adaptación cinematográfica que, de forma bastante libre, hizo Éric Rohmer de la obra de Verne. La aclamada cinta, León de Oro en el Festival de Venecia, gira alrededor de una ruptura amorosa y de las dudas existenciales de la protagonista, que busca el influjo del rayo verde para intentar aclararlas. En la película lo hace en la costa cantábrica francesa, y al final de la misma, justo antes de los créditos, logra ver el anhelado rayo verde en compañía de un joven artista. En su momento se discutió si era un efecto especial amañado en estudio, pero hace unos años la discusión de zanjó cuando los responsables de la película revelaron que era auténtico y que se había filmado, in extremis, en Gran Canaria. El periodista y cineasta grancanario Gustavo Gil localizó hace pocos años al cámara que logró filmarlo para la película, Philippe Demard, quién le aclaró que aquello había sido posible por expreso deseo de Rohmer, y que lo habían logrado captar desde un acantilado entre Puerto Rico y Mogán. Una curiosa anécdota que conecta aún más, de forma especial, a este fenómeno con nuestro archipiélago, un territorio desde con frecuencia lo observamos e inmortalizamos. Hoy lo hacemos con fotografías y filmaciones, pero ya en 1965 lo hizo con óleo, arena y papel el genial pintor galdense Antonio Padrón. En esa obra, que ha pasado a la historia con el nombre Paisaje de Aulaga, este artista que tanto se interesó por el mundo de la magia, plasmó un rotundo reflejo verde inundando al personaje femenino, una mujer que parece despedir a su marido a pie de mar. ¿Lo pudo llegar a contemplar el propio Padrón? Quién sabe.

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