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La montaña de San Roque, la Ermita y el Faro

La montaña de San Roque, la Ermita y el Faro
La actual ermita de San Roque fue reconstruida por última vez en 1991. | Mari Cruz del Castillo

La cadena de montañas que, en forma de herradura, abrigan el Valle de Aguere, desde la de San Roque, hasta la de El Púlpito, unidas a la de La Gallardina, Monte de Las Mercedes y la Mesa Mota, convierten a San Cristóbal de La Laguna en un lugar paradisiaco, de clima benigno en verano, y de inviernos relativamente suaves.

Antiguamente los accesos a la montaña eran dos, uno en la prolongación del Callejón de San Roque, que partía desde la cercana Calle del Agua (actualmente Nava y Grimón), cruzando el barranco de la Carnicería. También se podía acceder subiendo por el camino desde Valle Colino. Más tarde se construyeron otros accesos como la pista militar.

Amaro Pargo y posteriormente su familia, tenían las bodegas donde elaboraban los vinos y aguardiente muy cerca de la ladera de la montaña, donde cultivaban viñas de Vidueño y Malvasía que tenían plantadas en el Risco de San Roque y en el cercano Barranco de la Carnicería.

Desde lo más alto de la montaña se anunciaba a la Ciudad la proclamación de los Reyes de España con los disparos de los cañones en cumplimiento de los honores militares correspondientes según la normativa de las Reales Ordenanzas, previos a los festejos que se celebraban en las plazas de la Pila Seca (hoy Plaza de La Concepción), los Remedios y Plaza del Adelantado, y los desfiles militares y festivos que se organizaban a lo largo de la Calle de la Carrera. Tal fue el caso de la proclamación de los reyes Carlos III, Carlos IV y Fernando VII.

Con motivo de la visita del Rey Alfonso XIII a La Laguna, el primer Rey de España que visitó las Islas Canarias, el 27 de marzo de 1906, un cañón apostado en lo más alto de la Montaña de San Roque anunció la llegada del soberano.

En las Fiestas del Cristo se encienden en la ladera luces con forma de un rosario

En las Fiestas del Cristo, desde hace casi dos siglos, en la noche del 14 de septiembre, antes de la exhibición pirotécnica, se encienden en la ladera de la montaña unas luces que forman la figura de un rosario. Rafael Cruz Ramos mantuvo más de 60 años, hasta su fallecimiento, viva dicha costumbre que heredó de sus abuelos Pancho Cruz y Manuela.En un principio, se encendía con bandejas de barro, trozos de saco empapados de petróleo, más tarde se hacía con cacharros con parte de las suelas de gomas de las lonas, y en los últimos años pedazos de las cámaras de goma de las ruedas de los coches envueltos en tiras de sacos de tabaco mojadas en gasoil.

LA ERMITA

En el cerro de la montaña se construyó una pequeña ermita en honor de San Roque. El temor que existía en la Isla a la peste, al mismo tiempo que se tomaron medidas sanitarias, lógicamente muy pocas por falta de medios y conocimientos, las autoridades nombraron protector de esta epidemia a San Roque. Según el historiador Juan Núñez de la Peña la ermita se empezó a edificar en la montaña que posteriormente tomó su nombre muy próximo “de los años de 1533”. Es muy probable que la fecha fuera correcta porque en 1539 ya existen datos de gastos oficiales para la celebración de las fiestas y una procesión con motivo del día de San Roque, el 16 de agosto. La ermita edificada modestamente, siguiendo el estilo de las que se construyeron en el resto del término municipal, aunque más pequeña, se ha desplomado en varias ocasiones, en concreto en 1776 y en 1828. Pero como el santo en su doble condición de copatrono de La Laguna y abogado contra la peste, siempre ha tenido muchos devotos la ermita se ha reconstruido varias veces, la última en 1991.

La devoción a San Roque también estuvo ligada a los niños, que acompañados de sus padres acuden todos los años, desde siglos, el domingo siguiente al que se celebra su día. Antes de urbanizar el barranco de Gonzaliánez (de la Carnicería), eran muchas las dificultades para acceder a la vereda que permitía el comienzo de la escalada que era estrecha y peligrosa.

Desde siglos se celebran las fiestas en honor San Roque, en un principio organizadas por el Cabildo y más tarde, como hasta ahora, por los vecinos, agricultores y ganaderos de la zona, que acuden con su ganado, en forma de romería alrededor de la ermita.

Durante las fiestas se instalaban típicos ventorrillos canarios, con cuatro listones de madera, una tabla a modo de mostrador, cubiertos por una sábana y adornados con hojas de palmera canaria. Un caldero de garbanzas, carne de cerdo en adobo y vino del país era motivo suficiente para que mientras durara la fiesta se acabaran antes estos típicos manjares que las ganas de comer.

EL FARO

En el atardecer lagunero aparecía un haz de luz en el cielo que, realizando un recorrido de 360 grados, señalizaba a los aviones la ubicación del Aeropuerto de Los Rodeos. Una radiobaliza situada a unos 1.000 metros de la cabecera 30 era la única ayuda para la aproximación, mientras que para la navegación se utilizaba “el aerofaro” de la Montaña de San Roque, con indicativo LD.

Desde lo más alto de la montaña, en el lugar conocido como La Torre, en referencia al lugar donde estaba ubicado el aerofaro, instalado sobre una plataforma a 15 metros de altura, sobre la edificación militar de la Antigua Estación Radiotelegráfica. Esta luz que señalizaba el comienzo de la entonces pequeña pista de aterrizaje seguía su recorrido sobre la Montaña de El Púlpito, la costa de San Andrés, en Santa Cruz de Tenerife, subía en dirección La Cuesta, realizando el giro una y otra vez. En aquellos momentos esta iluminación, también fue la única ayuda, junto a los faroles de capuchina que llevaban los vecinos de San Roque, del cercano Valle Colino, El Bronco y Lomo Largo para recorrer las veredas hacia sus viviendas.

El faro prestó sus servicios hasta el verano de 1967, fue desmontado por operarios de Aeropuertos Nacionales y por técnicos de la Isla, entre ellos, por don Elías Fernández Pérez que fue quien desmontó la parte más alta de la instalación, ya que era el técnico más joven. El último farero de San Roque fue don Martín Luis Hernández que a sus responsabilidades en El Faro le sumaba su afición como radioaficionado.
Todavía se le recuerda como ayudaba a muchos vecinos que se acercaban a la torre cuando, en aquellos momentos difíciles de la comunicación con los canarios emigrados a Venezuela, sus familiares querían tener noticias de ellos.

Antigua Estación Radiotelegráfica sobre la que se construyó el faro. | DA

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