Por Domingo Medina.| La calle perpendicular de 450 metros lineales, que empieza en Viana y termina en su encuentro con Rodríguez Moure y Avenida de la Universidad (Camino Largo), se denomina Cabrera Pinto. El nombre más antiguo de esta vía, que llegaba hasta la laguna, se le conocía como calle que va al Tejar de Moreno, que es la que salía al hospital de San Sebastián, fundado en 1507 por iniciativa de Juan López de Villera, donde hoy está la residencia Hogar del Santísimo Cristo de La Laguna (antiguo Asilo de Ancianos), en la calle Viana. El Tejar de Moreno estuvo instalado muy cerca del lago, donde se sacaba el agua que necesitaban para fabricar las tejas árabes que tanto se utilizaron en la construcción de los tejados de las viviendas laguneras. La historiadora Manuela Marrero, nos cuenta en referencia al gomero “Cristóbal Moreno que en 1525 recibe a censo dos solares en la laguna, en la parte donde se fabrica barro bueno y resistente”.
Posteriormente a esta vía se le denominó de Fagundo, en referencia a un vecino de la calle primigenia. El nombre del Tejar de Moreno y Fagundo aparecen en la Tazmía de la Isla de Tenerife de 1552, de Francisca Moreno Fuentes. También se le llamó calle El Peral en 1793.
En la cuaresma de 1807, la Isla de Tenerife volvió a sufrir una epidemia muy importante.
Durante la Semana Santa del citado año, en La Laguna el número de enfermos y de muertos fue considerable, “principalmente ha caído la peste sobre el barrio de San Juan y la calle que llaman del Peral. Aunque el tiempo estaba claro, las procesiones no salieron de los templos por falta de gente que acompañara y cargara las imágenes. Ocurrían tanto número de cadáveres que metían a dos en cada sepultura; procedieron después a enterrar en las ermitas de San Juan y San Benito, según el Diario de Citas de Juan Primo de la Guerra”. Tal hecho produjo una queja del clérigo don Pedro Bencomo ante las autoridades sanitarias, pidiendo que enterraran a los muertos con respeto y de acuerdo con las normas de la Iglesia.
Esta epidemia aceleró la construcción del primer cementerio de La Laguna, que se terminó de construir y su primer enterramiento fue en 1814, es decir, 7 años después.
Durante la noche del 19 al 20 de septiembre de 1846, Francisco Núñez Álvarez un pequeño propietario, hombre sencillo que vivía en una modesta vivienda de esta calle apareció muerto en su cama. Los médicos que le asistieron, los doctores Gaspar Jerónimo y José Bethencourt descubrieron una herida de tres pulgadas en el cuello, desgarrada la carne hasta la tercera vértebra. No se le conocían enemigos, “su única culpa” era el ser trabajador y ahorrador. El asesinato, a pesar de que se encontraron en el Tanque Grande un hacha y un machete de cortar caña con las que ejecutaron este doloroso suceso, nunca fue esclarecido. Los sospechosos fueron absueltos.
De esta calle era Luciano Morales, un popular personaje lagunero que se caracterizó por los cuentos fantásticos que contaba en el “banco de la paciencia”, ubicado en la Plaza del Cristo, muy próximo al comienzo del camino de Las Peras. Allí se reunía mucha gente, incluso se paraban los carros, para que sus dueños aprovechando el viaje escucharan a “Cho Luciano Morales”, como fue conocido. Sus cuentos no eran otra cosa que relatos exagerados, pero que a falta de “TV, internet y móviles” les hacían pasar un rato agradable. Su nieto Juan Manuel García Cabrera, comerciante de esta calle y poeta, ganador de varios premios relacionados con las coplas canarias, decía que los relatos de su abuelo eran fruto de su extraordinaria imaginación. Según el periodista Luis Álvarez Cruz, el popular personaje llevaba encendida en la cabeza una lámpara mágica.
En la entonces calle Fagundo se fundó en noviembre de 1904 el Ateneo de La Laguna. Su primer presidente y cofundador fue el poeta José Hernández Amador. Entre otros fundadores destacan Adolfo Cabrera Pinto, Francisco González Díaz y Benito Pérez Armas. La finalidad principal de esta entidad cultural fue desde un principio y así lo establecen sus estatutos, contribuir por todos los medios al progreso científico y literario de país. Posteriormente el Ateneo fue trasladado a su actual sede en la plaza de la Catedral, previo paso por un local en la plaza de La Concepción y un tiempo en el Teatro Viana.
¿QUIÉN FUE CABRERA PINTO?
Don Adolfo Cabrera-Pinto y Pérez nació en Santa Cruz de La Palma el 31 de julio de 1855. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla. Ocupó plaza de profesor en Ávila y fue catedrático auxiliar en el Instituto de Granada y en el de Ciudad Real hasta que regresó a Canarias.
Fue nombrado director del Instituto General y Técnico de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, donde realizó una gran labor desde 1901 hasta 1925. Fue además de profesor, un gran y destacado periodista, redactor de El Popular que se editaba en Santa Cruz de La Palma y colaborador de otros noticieros. También formó parte de la comisión para recuperar los estudios universitarios y trabajó de forma incansable por el restablecimiento de la Universidad de San Fernando y de La Escuela de Magisterio. Fue la persona que intervino pidiendo los estudios universitarios ante el rey Alfonso XIII en su visita a La Laguna.
Don Adolfo Cabrera Pinto fue una personalidad muy relevante en La Laguna y no encontramos mejor descripción de su carisma que la que realizó la escritora tinerfeña María Rosa Alonso cuando dice: “Don Adolfo y su esposa vivían en La Laguna, en una casa de la calle Carrera, espaciosa y amplia vivienda, que hace esquina a la de Núñez de la Peña, y ocupa un lateral en la misma hasta la esquina de Bencomo” (hoy Alcalde Alonso Suárez Melián).
“De esta casa salía don Adolfo, vestido de negro, con sombrero y bastón muchas veces acompañado por su blanco perro, llamado Nilo, que caminaba junto a él en un tiempo donde la amenaza del automóvil no existía y las calles de La Laguna eran amplios corredores para nuestra chiquillería…”
El Ayuntamiento de La Laguna lo nombró Hijo Adoptivo de la Ciudad. Esta calle fue rotulada con su nombre y el claustro de profesores del instituto lagunero tomó el acuerdo de denominar al citado centro como Instituto Canarias Cabrera Pinto.
El ilustre profesor murió en Sevilla el 3 de diciembre de 1926 a los 71 años.