“A perro flaco todos son pulgas”, repite Pablo Pestano, presidente de la Asociación de Apicultores de Tenerife (Apiten) al referirse a los daños que dejó el incendio que asoló a la Isla en un sector que ya estaba afectado por el ácaro varroa, la escasez de lluvias de los últimos años y como consecuencia, la merma en las floraciones, y la falta de relevo generacional.
El fuego que se inició el 15 de agosto y en cuya extinción sigue trabajando sobre el terreno un operativo de 114 personas además de cuatro helicópteros, ha tenido importantes consecuencias en el sector primario. En el caso de la apicultura, Apiten calcula que hay más de 3.000 colmenas quemadas, unas 2.000 dañadas, poblaciones de abejas que se han reducido de manera drástica y más de 50 toneladas de miel perdidas.
No obstante, Pestano aclara que se trata de una primera estimación puesto que todavía falta conocer la situación de muchos apiarios que se encuentran dentro de la zona cuyo acceso sigue restringido, sobre todo, en el Norte de Tenerife.
“Estamos sacando permisos y hemos podido ir a los del Parque Nacional del Teide, a los de una parte de la zona alta de Güímar y poco a poco podemos seguir recorriendo”, asegura.
A medida que lo hacen se encuentran con situaciones nuevas y más factores que les permiten valorar los perjuicios del peor incendio de España de este año, con doce municipios afectados y un total de 14.700 hectáreas quemadas. Así, los apicultores comprobaron que no solo había colmenas totalmente arrasadas por las llamas sino otras “que presentan la muerte porque aunque la caja está bien pero la cera está derretida por el excesivo calor que ha recibido”, y las que han sobrevivido se encuentran en una situación bastante comprometida, con una pérdida de población que oscila entre el 80% y el 90% y por lo tanto, es insuficiente para pasar el invierno.
“Han muerto abejas, pero no el parásito, por lo tanto, hay colonias con menos población con los mismos ácaros”
A todo ello se le suma la varroa, el principal enemigo de la abeja, un parásito que infecta la colmena y transmite infecciones víricas y bacterianas tanto en las crías como en las adultas. “Han muerto abejas pero no la varroa, por lo tanto, hay colonias que tienen muy pocos insectos que están conviviendo con la misma cantidad de ácaros, con lo cual tenemos este problema sanitario añadido. Les ponemos dos tratamientos al año para mantenerlos controlados a unos niveles que no afecten la colmena”, explica el presidente de Apiten, quien confiesa que “no se esperaba que las colmenas que quedaban se encontraran en tan mal estado”.
Con un campo devastado y sin flora, la única solución que tienen los apicultores es darle a sus abejas los alimentos complementarios específicos que les proporciona el Cabildo de Tenerife y que se empezará a repartir la próxima semana para intentar recuperar las poblaciones antes que llegue el invierno y que las colmenas sean viables de cara al próximo año. Al mismo tiempo, se adelantará el tratamiento contra la varroa.
Una situación complicada
No obstante, tanto Pablo Pestano como Juan Jesús Ramos Fariña, presidente presidente de la Asociación Apícola del Norte de Tenerife, no ocultan que sin la floración la situación “es muy complicada”.
Los dos valles, el de Güímar y el de La Orotava es donde se concentran el mayor número de colmenas y en los que históricamente se ha hecho la transhumancia apícola. También en Arafo, donde se han quemado muchas colmenas, principalmente en la zona de Las Crucitas y Guadameña, mientras que el peñón de Mal Abrigo, en Izaña y Los Dornajos, en Güímar, “está desvastados, no quedó nada”, confirma.
Para salvar las que quedan y que se han podido retirar, como las del Parque Nacional del Teide, los apicultores las trasladan a otros puntos del territorio insular.
Los casi 500 socios de Apiten cuentan con un seguro comunitario que les cubre el incendio y por eso a la asociación le van llegando datos y cifras de afecciones. No obstante, quedan por valorar un número importante de colmenas en la zona Norte porque es donde todavía existe peligro por las llamas, como es el caso de La Victoria, Santa Úrsula, La Matanza y Ravelo, en El Sauzal. En este último núcleo hay más de 200 colmenas quemadas según trasladó un apicultor.
“Muchos las habían bajado y estaban en la comarca de Acentejo para aprovechar la floración del castaño. Fue salir del sartén para ir a las brasas”, ironiza Pablo.
Juan Jesús tiene apiarios afectados en La Victoria, en la zona de Las Rosas-Los Dornajos y en el Parque Nacional del Teide. Su situación no es diferente a la de la mayoría de sus compañeros, colmenas que no están quemadas pero en las que la población de abejas ha desaparecido porque todo alrededor estaba ardiendo. Vive profesionalmente de esto y es consciente que el incendio va a repercutir directamente en sus ingresos. En su caso, de las 350 colmenas en producción, 80 están afectadas, “aunque cuando se trabaja en el sector primario por pocas que sean, influyen”.
A ello se une que los apicultores tienen que pagar la cuota de autónomo, el seguro “y todo lo que pone este gobierno. La economía se ve resentida y por eso vamos a buscar algún tipo de ayuda”, asegura.
Hay una realidad que no se puede cambiar por más esfuerzos que hagan los profesionales y las administraciones. Y es que el entorno que se ha perdido no se podrá utilizar para hacer un aprovechamiento apícola “hasta dentro de 4 o 5 años cuando se recupere la vegetación. Dependeremos de la climatología, de la lluvia y de otros factores, porque al final, si en la zona no llueve y no hay floración, los apicultores nos vamos a ir concentrando y masificando una zona de abejas y eso no es bueno para nadie”, sostiene Ramos.
La cosecha de miel también sufrió una merma importante por varios factores. Por una parte, porque los primeros días las abejas estuvieron sin ningún tipo de recurso y se alimentaron de la miel que ellas mismas producen, mientras que la que ha quedado ha perdido calidad y cualidades debido a las altas temperaturas, y tiene mucho olor a humo, con lo cual no se puede comercializar aunque habrá que esperar a los controles de calidad a los que serán sometidas, explica Juan Jesús.
En este caso, se estima que el perjuicio es de entre 10 y 15 kilos por colmena, con lo cual si hay afectadas unas 5.000, superan las 50 toneladas.
Para los apicultores es importante vender aunque sea la poca cantidad que han podido rescatar. “Es la mejor manera de ayudarnos”, indica Juan Jesús.
Consumir miel de la Isla: la mejor ayuda que puede tener el sector
Ya a comienzos de este año los apicultores de Tenerife y de toda Canarias denunciaron competencia desleal y etiquetado engañoso de la miel importada. La escasez de miel en la Isla es un problema derivado de la sequía de los últimos años y del cambio climático y que algunos productores y distribuidores aprovecharon para traer miel de otros países -que además, se comercializa a menor coste- y mezclarla con la que se produce en cel Archipiélago. En ese momento, los apicultores lanzaron a la población un mensaje sobre la importancia de consumir miel de Tenerife que se hace ahora más urgente que nunca. Se puede comprar en los mercadillos del agricultor, las ferias de artesanía o en la página de Apiten, que ofrece los datos del productor local al cual se la pueden pedir, indican Pablo Pestano y Juan Jesús Ramos. “Ahora mismo es la ayuda que los apicultores necesitamos”, subrayan.