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Georgiana Houghton, la pintora de espíritus que nació en Canarias

Esta fascinante y desconocida artista victoriana, natural de Las Palmas de Gran Canaria, es una pionera del arte abstracto
Georgiana Houghton, la pintora de espíritus que nació en Canarias
Exposición colectiva en el Instituto Cabrera Pinto, dedicada en parte a la artista Georgiana Houghton. / DA

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de visitar en la Sala de Exposiciones del Instituto Cabrera Pinto la muestra colectiva Georgiana’s Echoes, exposición vigente hasta el 15 de octubre que toma como excusa, inspiración o pegamento, a una artista fascinante y desconocida, Georgiana Houghton. Nacida en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria el 20 de abril de 1814, Houghton fue una mujer audaz y valientemente emprendedora, así como una artista con talento y formación. Sin embargo, lo peculiar y desconcertante en su vida y obra, es que en el Londres de su tiempo fue una médium espiritista consumada, además de una metódica investigadora de los fenómenos que en su época pretendían ser la prueba de la vida tras la muerte.

Tal y como han explicado los promotores, se “reúne obra de 25 artistas nacionales e internacionales, con grandes nombres como Marina Abramovic, Óscar Domínguez, María Acha-Kutscher o Lola Massieu, conectados por las indagaciones de las realidades paralelas transnaturales de la artista victoriana Georgiana Houghton (Las Palmas, 1814-Londres,1884), pionera del arte abstracto”.

Advierto al lector aficionado a lo misterioso o que sienta curiosidad por Georgiana, que no hay ni un solo cuadro o dibujo de ella en la muestra, aunque mi reconocida ignorancia me impide saber sí alguno de los artistas reunidos atribuye alguna de sus obras al dictado de los espíritus de fallecidos o bien de guías espirituales. A mí, es cierto, me brinda la oportunidad de ponerla en valor, sumando un granito de arena al reconocimiento que no tuvo en vida y que en los últimos años la ha posicionado como precursora del arte abstracto, condición en la que se anticipó al padre oficial de este estilo, Vasili Kandinski, en unos 40 años.

Pionera del arte abstracto

Aunque los vínculos de su familia con Canarias fueron amplios y dilatados en el tiempo, debido a los negocios de su padre comerciante y a los de algunos de sus hermanos que vivieron en Gran Canaria, la relación de Houghton con las islas se centra en su nacimiento y primera infancia. Vivió parte de su niñez de forma alterna entre Londres, Canarias y Madeira, aunque terminaría pasando la mayor parte de su vida en Inglaterra.

Recibió educación en Paris, periodo en el que pudo dar clases de pintura, al igual que ocurriera con la talentosa Zilla Rosalía, su malograda hermana menor. Con ella tuvo una especial conexión compartiendo pasión por la pintura, de manera que su prematura muerte en febrero de 1851 resultó devastadora para ella. Ese duelo irresoluto y otras pérdidas familiares la llevaron a una activa vida religiosa y a tomar contacto, en el verano de 1859, con un movimiento emergente que prometía consuelo y respuestas más concretas, el espiritismo.

Se inició en los contactos con el más allá con la médium Mary Marshall, y a través suyo contactó con Zilla, lo que además de convencerla de la fiabilidad de las sesiones la reconfortó espiritualmente. Dos años más tarde, ejerciendo ya a nivel particular ella misma como médium, descubrió la existencia del dibujo automático y a través del espíritu de su primer guía, Henry Lenny, comenzó a retratar el más allá. Hasta 70 arcángeles, según contaba, inspiraban su trabajo, genios como Tiziano y Correggio, que también la utilizaron para pintar.

Georgiana acompañaba sus obras de textos explicativos que también eran redactados, a través de ella, supuestamente por los espíritus. En su obra predominaba la representación de lo que denominó “flores espirituales”, plantas, flores y frutas que según parece tenemos vinculadas en el mundo espiritual desde que nacemos y cuyo aspecto y color se configuran conforme a nuestras vidas terrenales. Con el tiempo, dentro de lo que denominaría “simbolismo sagrado”, pasaría a composiciones más complejas en las que formas y colores tienen significados espirituales, evolucionando finalmente hacia las llamadas “coronas” y “monogramas, cuadros con finos trazos de hilos entrelazados que recreaban el reflejo de las emanaciones espirituales que generamos con cada acción.

Animada por las críticas favorables de su entorno, en el verano de 1871 Houghton se armó de valor y expuso por espacio de cuatro meses 155 de sus obras. Lo hizo en una prestigiosa sala New British Gallery. Invirtió todos sus bienes en esa arriesgada apuesta que perdió al coronarse como un fracaso comercial, al vender un solo cuadro. El público se mostró desconcertado y la crítica artística fue mayoritariamente demoledora con ella. Su obra cayó en el olvido durante 150 años, hasta que fue parcialmente recuperada a partir de 2015, gozando hoy de un creciente reconocimiento.

Investigando el más allá

Su vocación como investigadora e interés por encontrar evidencias más sólidas de la vida tras la muerte la llevaron, poco después de su fallida exposición, a experimentar con la fotografía de espíritus. Estaba convencida de que la fotografía aportaba mayor credibilidad que cualquier otra forma de mediumnidad. Lo hizo en solitario con resultados discretos, y posteriormente con el fotógrafo Frederick Hudson, uno de los padres en Gran Bretaña de este fenómeno.

La memoria de aquella etapa tomó forma de libro en 1882, dos años antes de fallecer, bajo el título Crónicas de fotografías de seres espirituales y fenómenos invisibles al ojo material, una obra que incluye 54 fotografías. En algunas de ellas aparece la propia Georgiana, mientras que en otras son personalidades relevantes de la Inglaterra victoriana las que se prestaron a contactar y ser retratados con los espíritus, entre ellos el célebre naturalista y pionero del evolucionismo Alfred Russel Wallace.

La pintora desarrolló un protocolo de trabajo escrupuloso y echo mano de las mejores técnicas de reproducción de la época, con el objetivo de disipar cualquier atisbo de fraude por parte de Hudson. Sabía que la fotografía de espíritus era cuestionada por lo falsificable que era, de manera que la clave probatoria estaba en controlar al máximo el proceso de obtención y revelado. Al igual que otros fotógrafos que despuntaron con este fenómeno, Hudson fue seriamente cuestionado y acusado de usar diferentes técnicas para falsificar las fotos. Cabe señalar que las invitaciones formuladas a los críticos a reproducir las fotos de Hudson nunca fueron aceptadas.

En todo caso no parece que aquello afectará especialmente a la reputación de Houghton, ni tampoco impediría que publicara su detallado libro años más tarde. Sus certezas interiores, talladas a través de sus innumerables experiencias, la mantuvieron firme en sus convicciones hasta el final de sus días.

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