José María Carrascal falleció ayer, a los 92 años. El periodista, con una carrera profesional reconocida, se hizo muy famoso por sus llamativas corbatas, todo un claso de la televisión de los 90 que, además, tiene un vínculo con la publicidad más llamativa e impactante -o. al menos, una de ellas-, que ha tenido nunca Canarias.
El Primero de Mayo de 1992 quedará grabado para siempre en la historia de la Gran Plaza Roja de Moscú como la fecha en la que el principal símbolo del capitalismo moderno, una gigantesca valla publicitaria, se instalaba provocativamente frente al mismísimo Mausoleo de Lenin, en la fachada de los icónicos almacenes Gum, mirando hacia las cristaleras blindadas del despacho presidencial de Boris Yeltsin en el Kremlin.
Esta audaz estrategia de marketing, que rápidamente se convirtió en noticia a nivel global, ocupó en minutos las primeras páginas de los diarios más destacados del mundo, fue el tema de apertura en los informativos de CNN, ABC News y FOX, entre otros, y capturó la atención de todas las cadenas de televisión europeas. La atrevida campaña fue una iniciativa de la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias, que desplegó una enorme lona en el sitio más icónico de la Unión Soviética comunista. En esta se exhibía una imagen de una de sus playas, acompañada de un lema en ruso e inglés: Canarias, naturaleza cálida: Disfruta de 323 días de sol al año.
A tan sólo unos días de la fecha elegida, el alcalde Popov acordó autorizar la instalación provisional de la valla publicitaria por un periodo de 24 horas. Pero a partir de ese momento comenzaron los inesperados problemas para el equipo de la Consejería de Turismo. Lo que consideraban obvio, no lo era tanto. No existían en Moscú imprentas capaces de fabricar en 72 horas el diseño elegido ni tampoco había tiempo de producir la valla en otra capital europea. Finalmente, la idea más rocambolesca en una improvisada reunión a modo de Brain-storming fue la que dio luz al proyecto: encargar a los atrecistas y pintores del Teatro Bolshoi de Moscú la elaboración de la valla sobre un conjunto de lienzos de tela muselina. Por 500 dólares, los artesanos y artistas del legendario teatro moscovita confeccionaron la gran valla publicitaria que se finalizó en la madrugada víspera del Primero de Mayo.
La corbata de José María Carrascal
Las lonas que armaron la gran valla publicitaria, y frente a la cual desfilaron dos manifestaciones en aquel Primero de Mayo de 1992, una de nostálgicos comunistas soviéticos y otra de renovadores post-perestroika, fueron descolgadas y facturadas a Canarias, vía Madrid, en varias maletas de equipaje a bordo de un viejo Tupolev de la compañía Aeroflot. Una vez en Tenerife, surgió la inevitable pregunta: ¿Y ahora qué hacemos con esto? Pocos minutos más tarde se decidió en una improvisada reunión, trocear aquella tela muselina pintada de colores y enmarcar cuadros con un certificado en su reverso indicando su procedencia y el hito histórico que habían protagonizado las 200 unidades que se obtuvieron de los lienzos creados por los artesanos atrecistas del Bolshoi. Después de trocear la valla, aún había recortes por todos lados en uno de los despachos de la sede de la Consejería de Turismo, en la calle de la Marina en Santa Cruz.
Segunda e inevitable pregunta: ¿Y con estas tiras qué podríamos inventar? La respuesta no se hizo esperar: corbatas. Dicho y hecho. Uno de los funcionarios de dicha sede, José Alberto, cuya pasión era la sastrería, se ofreció voluntario para cortar, coser y etiquetar casi medio centenar de corbatas. Pocas semanas más tarde, el famoso y desenfadado presentador de las noticias de Antena 3 Televisión, José María Carrascal, comenzó su espacio nocturno presumiendo de lucir una corbata confeccionada con tela de la primera valla publicitaria instalada en la Gran Plaza Roja de Moscú. El resto de las corbatas y cuadros fueron remitidos con éxito a los periodistas y prescriptores de opinión más destacados de la España de los noventa, que exhibieron, comentaron y escribieron decenas de artículos referidos a la campaña que, por supuesto, también impactó a los medios de comunicación nacionales.
Tres décadas más tarde, esta osadía llevada a cabo por un reducido grupo de jóvenes entusiastas se estudia en la asignatura de historia de la publicidad en universidades de todo el mundo. “Lo que más nos estimulaba en aquel momento era que todos nos decían que era un plan imposible de ejecutar. Que era absurdo seguir adelante. Nos llamaban inconscientes por intentar poner en marcha la idea”, declaró a DIARIO DE AVISOS uno de los responsables del equipo profesional que negoció con los rusos los detalles de la campaña que, sin duda, revolucionó el mundo de la publicidad.