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Lorenzo Dorta: “Tenemos un problema de masificación de turistas que no dejan nada en sitios como Garachico”

Cualquier conversación con el alcalde de Garachico de 1969 a 1987 y exconsejero de Cabildo durante 36 años se ramifica al infinito y, además, lo trabaja
Lorenzo Dorta: "Tenemos un problema de masificación de turistas que no dejan nada en sitios como Garachico"

Con 84 años, Lorenzo Dorta no cambia. Cualquier conversación con el alcalde de Garachico de 1969 a 1987 y exconsejero de Cabildo durante 36 años se ramifica al infinito y, además, lo trabaja: “Me había preparado un listado de anécdotas”, confiesa al final de una charla de casi una hora, cuando algunas ya ocupan más de 10 minutos en una conversación, por lo demás, imparable. Según remarca, “tenemos un problema en sitios como Garachico por una masificación de turistas que no dejan nada”.


-Ha tenido achaques graves, como un cáncer de huesos superado o ser de los primeros ingresados por la COVID: ¿cómo está?
“Estuve 3 meses en La Candelaria por la COVID y hasta en coma en dos ocasiones, pero lo he superado todo (risas)…”.


-Algo así, ¿marca mucho?
“Sí. El cáncer necesitaba quimio y me la daban junto a 30 personas, con amigos enfrente enchufados como yo al techo. Nos pasábamos periódicos, bebíamos cortados y, de repente, al día siguiente no estaba uno, preguntábamos dónde se encontraba… y estaba muerto. Era algo impresionante y te desmoralizaba por completo”.


-¿Qué pensó cuando, con usted ingresado, mucha gente dudaba o minimizaba la COVID?
“Algunos en los medios decían que era un negocio de las farmacias y todo el mundo empezó a dudar, pero, por ejemplo, hace 3 días me puse la cuarta vacuna y también la de la gripe, me dio un achuchón y he estado dos días acostado. Sin embargo, tengo amigos de mi edad a los que no les ha pasado nada y eso qué significa, ¿que no me tengo que vacunar?: pues claro que sí”.


-Con estas experiencias, ¿mira hacia atrás y se siente reconfortado con su vida?
“Sí. Mi formación cristiana me ha hecho tener fe en muchas cosas. Al vivir en un pueblo, puedes ser monaguillo de la iglesia o del convento de las monjitas franciscanas… Esas cosas hacen que, en ciertos momentos, la oración ayude mucho. Las monjas, por ejemplo, me dicen que rezaban por mí todos los días. Y es que, como alcalde, las ayudé cuando no tenían recursos. Y, por eso, a mis hijos les decía que me curé no por la medicina, sino por ellas. En realidad (primera anécdota a fondo), siempre tuve mucha suerte porque, con 18, termino Magisterio, hago oposiciones y, por ser hijo de maestra, no me exigen la mili. A los 19, y ya como maestro, me destinan a la Península, a un pueblo de 700 habitantes y a 7 grados bajo 0 (Torresillas del Pinar, Segovia), cerca de Cuéllar, cuyo alcalde fue luego gobernador civil aquí. Cuando se enteran las monjas, me dicen ay, Lorencito, tenemos en Segovia a un gobernador que estuvo aquí y es muy amigo nuestro: debes llevarle este regalo, café venezolano que era un coñazo preparar. Se lo di, me hizo una cartita para el alcalde de Torresillas, un franquista que llevaba 30 años, que pensó que lo iban a cesar y que hizo que me quedara en su casa por miedo”.


-Las influencias, vaya…
“(Risas). Claro, pero mira cómo es esto que, entubado en el hospital, boca abajo y anulado, mis hijos decían que debían procurar que la casa del monte no se las dé a las monjas”.


-Le siento muy realizado…
“Sí, sobre todo por el concepto de trabajar por todos, que me lo dio el cristianismo. Piensa que me he jubilado con 81 como presidente del consorcio de la Isla Baja, del que no cobraba, y Pedro Martín no quiso darme el cese tras destituir a todos los de CC, aunque al final salí… Y lo hice encantado pues logramos los 4 objetivos: el hotel y campo de golf de Buenavista, la variante y regeneración de la costa silense, el puerto de Garachico y el ecomuseo de El Tanque”.


-Haciendo balance, ¿de qué se siente más orgulloso?
“Sobre todo, de haber ayudado a todos los que me pidieron algo. Nunca le dije que no a nadie. Lograr el sueño de Garachico (el puerto) es una cosa más, o las vías de Icod a Buenavista, pero es una suma y no me quedo con nada en concreto. Por ejemplo, la medalla de oro de Bellas Artes que nos entrega el Rey por las actividades culturales o los concursos de limpieza… Todo eso es lo que ha hecho que Garachico sea uno de los pueblos más bonitos de España cuando, al llegar a la Alcaldía, todos pensaban que había que levantar rascacielos por el turismo, como en Marbella…”.


-Lo de la belleza se reconoce ahora, pero, en realidad, ya la tenía hace 50 años y más…
“Claro, por su gran patrimonio, aunque estaba abandonado porque no había dinero para restaurar. De hecho, fíjate cómo fue lo de las monjas y la reforma del convento: a un amigote, Roberto Roldán, le pido que me eche una mano para restaurar y me dice que la única forma era, no por Patrimonio o Cultura, sino por una dirección general de ayuda a regiones devastadas por la guerra. Me dijo que no se me ocurriera declarar protegido el conjunto histórico hasta lograr esa ayuda porque me darían 20 duros de los 50 millones para Canarias, le respondí que aquí no hubo guerra y, no obstante, logré 150 millones de pesetas”.


-Un dineral entonces…
“Sí. Me reuní con Soroya (director), se viene con 2 arquitectos, ve los conventos y me dice que, aunque no tienen casi mil años o más como otro millar de la Península, haría una excepción por conservados. Eso sí, las obras costaron mucho más”.


-¿Qué errores le duelen más como alcalde y consejero?
“No lo he pensado. De lo más decepcionado que estoy, y ahora valoro, es de haber dejado a un lado a la familia. Mi mujer es maestra, dio clases en Garachico 34 años, nacieron mis 4 hijos y todo lo llevó ella. En el franquismo, si te designaban alcalde era obligatorio y gratuito, pero mi ilusión era tan grande que trabajaba 20 horas e iba por la noche a mi casa (…). Tengo 4 hijos porque dormía en mi casa”.

-Aunque alcalde franquista, siempre se sintió de centro: ¿también en la dictadura?
“Sí, porque ni era comunista, ni socialista ni nada: con Franco, nunca me dieron directrices…”.


-Pero, claro, a cualquiera que no le conozca y sepa que fue alcalde en una dictadura le resulta difícil desvincularle…
“Pero siempre fui liberal, como se dice ahora. A la presidenta de la Memoria Histórica, Mercedes Schwartz, le digo en broma, para provocarles, que por qué no tiran, por franquista, el IES de Garachico que, según Saavedra, es el más bonito de Canarias y que lleva mi nombre”.


-Sin embargo, ¿rechaza que se elimine el monumento al dictador de Santa Cruz?
“No estoy de acuerdo con tirarlo; en tal caso, hay que redefinirlo. No lo reconozco como monumento a Franco; fue una suscripción de las islas. A mí no me designa alcalde Franco, qué coño, lo hace el gobernador al saber que hay un joven entusiasmado que puede hacer cosas…”.


-No obstante, ¿entiende que se le relacione o se siente más identificado con su otra etapa?
“No, porque empiezas y no tienes vinculación”.


-¿Se sintió un alcalde privilegiado por su amistad con Suárez: la avenida, el túnel…?
“No, pero Adolfo era muy cercano, como un amigo con el que te tomas un cortado siempre”.


-De hecho, usted fue el primero que le llama tras su dimisión en enero del 81…
“Sí, estaba en el despacho de Galván Bello y me dice que se vendría a Garachico a pasar cuatro días con su mujer…”.


-¿Le frustró lo del puerto o era muy difícil en los 80?
“Esa es una larga historia (el periodista tiembla)…”.


Sucintamente
“El director de Puertos era socialista, aunque estaba con Adolfo. Suárez le dice al ministro que había que sacarlo por su compromiso conmigo, pero le asegura que se lo llevaría el mar, aunque se referían al muelle antiguo. Sin embargo, con Felipe se lo cargan, aunque tuvimos la suerte de que Adán Martín me pone de consejero de Infraestructuras y lo meto en el plan con el del Puerto y Tacoronte”.


-Pues esos no han salido, ¿deben sentirse privilegiados?
“No, porque a Marcos Brito le dije muchas veces que no se empeñara en una gran obra, pero insistió y aún no ha salido. Eso sí, el de Garachico necesita ahora un drenaje a la entrada…”.


-No hay línea a La Palma…
“Hay espacio, pero no es rentable pues las comunicaciones hoy son muy rápidas; sí está lleno de barcos privados”.


-Gaspar Sierra dice que ningún político ha apoyado a la Isla Baja: ¿lo comparte?
“No, Adán sí lo hizo. Creó el consorcio, el primero de Canarias. Hasta eso, no se hablaba de Isla Baja, pero esto unió a los 4 pueblos y logramos dinero y créditos a interés muy bajo”.


-La izquierda ha vuelto al poder en los 4 municipios y en Icod pese a lo mal que le fue el 28M: ¿gestión o personas?
“En los pueblos, se mira más a las personas que a la ideología”.


¿El pacto local de CC y PSOE es el mejor o lamenta la división con Ramón Miranda?
“No opino pues ni soy del comité de CC ni participé. Decidieron así, Ramón me lo contó, gente de CC también, pero ni he opinado ni participado en nada desde mi retiro. Sí tengo mi tertulia de 12 a 1 en la plaza, donde hablamos del bien y del mal”.


-¿Cómo ve al pueblo hoy?
“No sé. Desgraciadamente, el paro obliga mucho y ves a gente que le dan 6 meses de trabajo desde los ayuntamientos, luego cobran paro, vuelven otra vez…”


-¿Cree que es voto cautivo?
“Sí, y no es bueno para el país”.


-¿Qué le parece el apoyo de CC a Pedro Sánchez?
“Lo que dijo Valido: votó con la cabeza y no con el corazón”.


-¿Hubiera hecho lo mismo?
“Claro. Siempre pasa igual: o me das esto o no voto. Es una negociación y, si no, no llega nada a Canarias. Lo veo bien, es un contrato con tus votantes”.


-¿Teme que CC pierda parte de su voto conservador?
“Es cierto que hay mucho descontento con esa votación, pero creo que se darán cuenta de que es para lograr lo que pediremos en la legislatura…”.


-¿Será corta o larga?
“Depende de la UE. Si dice que no haya comunistas, a ver”.


-Gobiernan desde 2020…
“Pero según lo que hagan…”.

-¿Qué necesita la Isla Baja?
“Hay que profundizar en muchas cosas, pero una me preocupa al máximo: la invasión de turistas que sufre Garachico”.


-¿Puede morir de éxito?
“Sí; por la calle no conozco a nadie. Grupos y grupos de turistas, pero que no dejan nada…”.


-Los restaurantes, llenos…
“Sí, pero por los coches de alquiler, un problema muy gordo para la circulación en una Isla con 1,8 millones de vehículos”.


-¿Y cómo controlar eso?
“Ah, pues hay que hacerlo. El Teide, nuestra joya, está muy mal. Debemos estudiarlo. Vienen miles de turistas que no dejan nada, que van a la plaza y piden un cortado y, encima, algunos tiran papeles al suelo”.

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