La historia de Younousse Diop la conocen muchos canarios y, sobre todo, aficionados al CD Tenerife, aunque el tiempo acaba difuminando mucho la memoria y seguro que son más los que ya se han olvidado o nunca la conocieron. Llegado con solo 12 años a la Isla en el gran repunte migratorio de 2006 desde las costas de Senegal en una patera con otras 109 personas que se rompió una noche, logró alcanzar tierra en agosto de ese año (probablemente el día 16, pero nunca lo ha sabido con exactitud: “Aquello fue un infierno”, no paró de repetir desde entonces). Llegó junto a sus compañeros de aventura sin, por suerte, ninguna pérdida y fue trasladado a un centro de menores de Tegueste, en el que lloró a diario.
Allí, y a la espera de otro destino aún por definir, fue dejando muestras de sus grandes cualidades futbolísticas hasta que el responsable de la base del Tete, Sesé Rivero, lo conoce, detecta su calidad (“entendía perfectamente el juego, nunca perdía el balón y no había forma de darle patadas”) y lo incorpora al alevín del club, aunque no tuviera papeles, eso que tanto dicen las voces contrarias a un fenómeno (el migratorio) que resume la historia de la humanidad.
Se había cumplido su gran sueño, el que le llevó a arriesgar su vida en una travesía de 11 días para felicidad propia y de su familia, que, como tantas otras en África, ahorran dinero para enviar a Europa a sus mejores retoños para que puedan devolver la “inversión” con ingresos, formación y potencial desarrollo económico, personal y familiar posterior sea donde sea, aquí, en Francia, en el resto de Europa o de vuelta a sus países, lo que ocurre más veces de lo que admite el viejo continente.
No obstante, Younousse estuvo a punto de no subirse a esa oportunidad. Tras entrenar durante ese verano en Santa Cruz, un día deja de bajar a la capital. Sesé llama al centro teguestero y le dicen que había sido reubicado en La Palma con el objetivo de enviarlo a la Península. Se afana entonces por recuperarlo, lo consigue un año después tras propiciar que juegue en el Mensajero y se queda en Aldeas Infantiles bajo la tutela de María José Fernández.
“Haz lo que sabes, vete con Dios y a ver si hay suerte”. Eso fue lo que le dijo su padre antes de salir de Senegal. Nueve años después, cumple su gran reto. En 2014, consigue el pasaporte para fichar por el primer equipo y Álvaro Cervera lo convoca por primera vez (contra el Sporting de Gijón) el 3 de enero de 2015, uno de sus días más felices.
Desde entonces, jugó 12 partidos en Segunda (604 minutos) y pasó por diversos equipos de Segunda B y Tercera (Mérida, Don Benito, Villarrubia, La Roda, Illescas y Vera). Ahora juega en el Santa Úrsula (Tercera), aparte de entrenar a migrantes tras sacarse el título de primer nivel. Pero, sobre todo, aporta su gran experiencia y su historia de éxito entre los que, por desgracia, no tienen tanta suerte: sus “compatriotas” africanos, sobre todo menores, que llegan a Canarias.
El pasado sábado, sobre las 14.00 horas, Younousse acompañaba a dos menores en la estación de guaguas de La Laguna (foto). Sin que nadie lo reconociese (ni este juntaletras), acaba hablando en alto y reprochándole a una señora (de más de 50) que se ubicaba junto a ellos en una cola que mostrara su racismo con comentarios que no solo entendía inapropiados, injustos y xenófobos, sino que le hicieron aflorar lo harto que está de estas situaciones: “Señora, piense que estos chicos (de África) también tienen madres”, le dijo, entre otras cosas, sin que nadie mediara, salvo una voz que sí le apoyó.
DIARIO DE AVISOS charló ayer con él y deja claras sus sensaciones actuales con el repunte migratorio y algunas reacciones en Canarias y España.
-¿Qué pasó en la estación para que le dijera eso?
“Llevábamos haciendo cola desde hacía una hora, porque la anterior guagua vino llena y no pudimos subirnos. Son menores que llevan un tiempo aquí, pero que aún no hablan ni entienden bien el español. Estábamos tranquilos y, de repente, esta señora empieza a decir cosas en alto al lado nuestro, como que cuántos chicos hay en la fila para que no se cuelen, cuando se veía perfectamente que éramos tres y así lo sabía el resto de la gente. Luego, suelta otros comentarios más de odio y de discriminación…”.
-Como que los únicos que podían colarse eran ustedes (había turistas, residentes, mayores, jóvenes, niños…)…
“Exacto, era como que no quería que estuviéramos en la fila, que qué hacíamos allí, en una clara discriminación, pero la frené, le pedí que dejara de hablar así porque, al final, somos todos humanos y nosotros no le habíamos hecho nada. Estábamos simplemente en la fila, respetándola, como se respetan las normas y al resto de personas cuando vas a un país que no es el tuyo, y por eso le recordé que nosotros también tenemos padres y madres, como ella. Es una simple cuestión de educación. No obstante, seguía hablando y volví a decirle lo de las madres más alto, aunque tengo que decir que la única que demostró ese odio fue ella”.
-¿Cree que muchos españoles, europeos, canarios… han olvidado que ustedes son humanos, personas con madres?
“Aunque me dirigí a esa señora, lo que dije lo hice en general, porque todos los que estaban allí tienen sus propios problemas, han podido perder a un familiar, por ejemplo. No se trata de canarios, españoles y demás… Es educación. Para mí, Canarias es mi casa. Me limité a decirle eso y nada más, porque tampoco quería perder más tiempo y energía”.
-Usted llega en cayuco en 2006, ¿nota ahora más racismo, ha ido a peor esto?
“No es algo solo de Canarias. En todos lados hay y hubo racismo. Creo que la educación debería explicar hoy que le puede pasar a cualquiera; que, por mucho dinero que tengas y por muy cómodo que vivas, algún día la vida te puede cambiar y te puede tocar a ti emigrar, aunque no seas consciente de ello. Por eso, contra el racismo se debe luchar con la educación desde casa, el colegio, la calle… Nadie es perfecto y debemos ser más conscientes de la necesidad de ayudar, de que haya bondad en la calle o en cualquier sitio de este mundo”.
-En 2006, no había Vox y la derecha se concentraba en el PP: ¿cree que la existencia de ese partido, que habla de “invasión” desde África, refleja una España más racista ahora?
“Lo que digo es que esto parece un negocio, casi un hobby, como una afición. Frente a ese racismo, yo ayudo a mis paisanos de la isla y a cualquier persona que puedo. Por eso digo que debemos unirnos en esa ayuda y dialogar mucho más para que nos entendamos”.
-¿Tiene familiares o amigos que buscan a personas que han desaparecido en el Atlántico?
“Sí, conozco muchos casos muy graves. Hace unos días, por ejemplo, intentó salir de mi pueblo (Gandiol) una patera (utiliza esta palabra en lugar de cayuco), pero no lo consiguió, la gente que la ocupaba se puso nerviosa, volcó y murieron muchas mujeres… El pueblo está muy triste, un pueblo que es muy humilde y pobre, y es algo muy duro de vivir desde la distancia, pero también allí. Por eso, muchos queremos darle visibilidad a esto para que, de alguna manera, termine. Sé que es complicado, porque no se le puede prohibir a nadie emigrar, obligarles a quedarse en sus países y que no puedan cumplir sus sueños. De hecho, fue lo que soñé yo y lo que sueñan todos los que cogen pateras, pero debería ser de otro modo, no así”.
-¿Qué piensa cuando escucha a presidentes regionales o alcaldes rechazar el traslado de migrantes, menores o adultos?
“Ante eso, siempre me pongo positivo. Mis tutores, Sesé y María José, siempre me dijeron que, en esta vida, hay que tener disciplina, estar preparados, estudiar y ser positivos. Y es lo que he hecho, pasando de ser un emigrante que no tenía nada a tener miles de cosas. Y siempre he estado agradecido a todos los que me ayudaron. Hay que seguir los pasos de la gente que ve a niños sufrir, que no tienen nada, y que les apoyan, como Mari y Sesé. Ellos hacen sacrificios en su día a día y ojalá que hubiera mucha más gente así, porque migrar sería mucho más fácil y el mundo, mucho mejor para poder lograr los sueños”.
-Los canarios, que en parte procedemos de tribus bereberes de África, somos un pueblo emigrante: ¿lo hemos olvidado?
“Conozco a muchos canarios que han emigrado a Venezuela o Cuba, que se integraron muy bien allá y es algo que no se les olvida. Por eso hablo de unión de muchos. En la vida siempre van a pasar cosas malas, pero no podemos estar pendientes solo de ellas para avanzar. Si nos unimos, tendremos una sociedad más humanitaria, más digna, más solidaria. En Senegal, hay mucha hospitalidad. La gente se levanta cada día para tener un futuro mejor, y más ahora con la situación política allá…”.
-¿Está muy preocupado por lo que pasará en 2024, con las pretendidas elecciones? ¿Puede acabar en guerra civil?
“Sí, estoy preocupado. Puede acabar en golpe de Estado, dado que el pueblo se va a levantar contra el presidente, que para mí no es nada, porque han muerto miles por su culpa, por no saber gestionar un país ni sus recursos. Se ha apoderado de nuestro dinero y las nuevas generaciones deben dar un vuelco grande, pues están preparadas para levantar el país. Luchamos por nuestros derechos, aquí y allí”.
-Habla de la educación como antídoto contra el racismo, pero ¿qué debe hacer la UE y España para gestionar bien la migración y, más allá de los derechos humanos en sí (por supuesto), aprovecharla, por ejemplo, por su problema demográfico?
“Lo primero que tiene que hacer Europa es mandar a los fallecidos a sus países, pues tienen padres y madres y no poder dar un último adiós es muy, muy duro. Vengo de un pueblo muy humilde y mis padres y abuelos me enseñaron a respetar y, en este caso, hay que respetar a los muertos. De hecho, conozco a muchos familiares muy tristes que han querido quitarse la vida por lo que les pasó a los suyos. Lo segundo, hacer que todos seamos de verdad iguales: es así como nos ayudarían de verdad”.
-¿Entiende que se hable de migración ilegal y, a la vez, no se les dé visados o permisos para trabajar, ni siquiera, en épocas de cosechas, cuando un pasaje vale 300 euros de Senegal a Gran Canaria y ustedes pagan más de mil por arriesgar la vida?
“Pongo el ejemplo de Aldeas Infantiles, que es una ONG, pero, para mí, el hogar que me ha dado de comer casi desde que llegué. Eso que dices de los visados le cuesta entender a mucha gente, porque está cómoda en la vida. Si uno decide ayudar, lo hace; si no quiere, no, y es respetable. Es cierto que muchos están cómodos y ni se plantean ayudar a nadie, sobre todo a los que más lo necesitan. Sé que es algo complicado, pero ahí está el ejemplo de Aldeas Infantiles”.
-Pues se dice, encima, que en cayucos vienen terroristas…
“Es falso. No viene ningún yihadista. España es un país preparado para eso y los terroristas no necesitan usar pateras para venir. La gente habla sin saber y dice muchas cosas que no tienen sentido. Es algo muy grave, porque eso crea miedo y alarma. Los que venimos en pateras es porque buscamos sobrevivir y ayudar a nuestras familias. Habría que preguntarse qué pasaría si África pusiera una barrera y no dejara entrar a nadie. Sin duda, todo cambiaría. África ha sido esquilmada por Europa y otras potencias, que han robado sus materias primas y riquezas, pero, aunque sé que nunca pondrá esa barrera, algún día sí se levantará. De hecho, cualquiera que va a África se enamora, de su naturaleza… Amigos canarios han ido a Senegal conmigo y adoran mi pueblo y al revés: se adaptaron a la comida, la gente, la cultura… Y ojalá vayan muchos más, pues África te cambia la vida: compruebas su humildad, la bondad que hay.