El cambio climático actúa de forma diferente en el mar y en el territorio, pero actúa y seguirá haciéndolo de forma creciente, si bien el ser humano puede frenar su ritmo actual. Sus efectos en las costas canarias llevan tiempo apreciándose, lo están notando los ecosistemas, todo apunta a modificaciones considerables y científicos como Alejandro de Vera, doctor en Biología Marina por la ULL y conservador en este ámbito del Museo de la Naturaleza y la Arqueología de Tenerife, lo explica cada vez que tiene ocasión.
Al tratarse de un medio líquido, y aparte del aumento de las temperaturas, el cambio climático está afectando también en el mar por el incremento del dióxido de carbono (CO2) atmosférico al disolverse, lo que genera una disminución del PH (acidificación).
La elevación de la temperatura en las últimas décadas está haciendo que suban de zonas más calientes fauna y flora, mientras se alejan de Canarias otras especies que vivían aquí en su límite, pero que ahora no pueden con ese incremento de los grados. “Se está dando un cambio de distribución de las especies que se nota a gran escala (macrobiología) con peces, corales y demás, pero también lo notamos en la microbiología, sobre todo con el plancton, seres muy pequeñitos”, explica a DIARIO DE AVISOS.
El MUNA cuenta con muestras de plancton de Canarias con una antigüedad de 1987-88 y tiene una línea de investigación sobre la afección del cambio climático. Según detalla De Vera, “en ese tiempo aparecían algunas especies tropicales en los estudios de vez en cuando, pero, ahora, sobre todo en las islas de aguas más cálidas (El Hierro y La Palma), si se hacen arrastres para lograr muestreos aparecen concentraciones mucho más altas, algo que está pasando con los moluscos” (su especialidad).
Según subraya, el cambio en los ecosistemas marinos de la costa canaria son evidentes desde hace años. “Están llegando especies tropicales que, en algunos casos, son invasoras, sobre todo si no se topan con depredadores y las condiciones son más beneficiosas que para otras que estaban aquí antes, lo que hacen que proliferen. Su problema es que desplazan a las que estaban con anterioridad y cambian totalmente el ecosistema, con lo que eso implica”.
Esto se nota más con especies que se asientan en el fondo marino, especialmente cnidarios (corales, anémonas….). “A diferencia de los peces, que se mueven constantemente, los corales, por ejemplo, pueden colonizar el fondo de un área, desplazar a todas las algas que había antes y modificar ese ecosistema. Además, y aparte del cambio climático, en esto está influyendo también el paso constante de barcos o plataformas desde otras partes del mundo, que introducen también especies habituadas a mayores temperaturas, desplazan a otras, va cambiando toda la cadena alimenticia y, así, el ecosistema”.
Según alerta, otro problema con las especies invasoras es que, al formar una nueva estructura del ecosistema, “puede no tener la valencia ecológica que la anterior, no genera un ecosistema tan diverso como el previo, se empobrece la biodiversidad de la zona y este es otro efecto negativo del cambio climático”.
En el caso de los peces, que es donde la población en general puede apreciar con más nitidez estos cambios, señala que lo más destacado es la creciente presencia de especies que antes paraban en el golfo de Guinea y Cabo Verde y no llegaban a Canarias, pero ahora sí. Entre otros, apunta a la fula sargento (con rayas verticales que las hacen parecidas a los sargos), de la que antes aparecía algún ejemplar, pero ahora es muy frecuente su presencia, primero en El Hierro y La Palma y, luego, en el resto.
También el pez cirujano (acanthurus monroviae), “especie que comenzó a verse poco a poco en Gran Canaria y La Palma, pero ahora ya hay cardúmenes enteros por todos lados”. Eso sí, asegura que, de momento, estos peces “no parece que tengan carácter invasor, aunque aumenten sus poblaciones, si bien tampoco se cuenta con estudios sobre si afectan a otras especies; lo que sí es verdad es que ya forman parte del ecosistema”.
Un cambio positivo es la mayor presencia de viejas (de la familia de los peces loro) que, si bien no es precisamente endémica de Canarias (basta con ver las que venden muchos supermercados de Mauritania, Senegal…), sí está arraigada en las Islas como especie autóctona y forma parte de la idiosincrasia y la cultura del canario. En este caso, y dado que le va mucho el calor (las aguas tropicales), el aumento de la temperatura está beneficiando a sus poblaciones y cada vez se aprecian más, según confirma. “Por mucho que se pescan viejas, siempre hay y el cambio le está viniendo bien a los stcok pesqueros, pero es un caso muy concreto”.
UNA PÉRDIDA CLAVE
En cuanto a las especies que están emigrando hacia el norte o perdiéndose por el calentamiento, se muestra especialmente preocupado con el musgo canario, el amarillo. “Antes, era muy habitual verlo en primavera en las vertientes norteñas de las Islas, cuando lo arrancaban los temporales marítimos y aparecían en las playas, pero se está perdiendo. Se trata de una especie estructurante, clave para los ecosistemas al formarlos. Una caracola no es estructurante, pero este musgo amarillo sí y es muy importante para la vida, pues en esa franja del norte rocoso viven los alevines, ponen huevos un montón de invertebrados y peces, sirve de caza y refugio para toda la fauna marina y, si desaparece, pues casi desaparece el ecosistema al completo, y esto sí lo hemos notado en todas las islas. De hecho, hay estudios sobre Gran Canaria que constatan que se ha perdido más el 90% entre 1987-89 y 2016, algo que está pasando igual en el resto de islas”.
Según subraya, en ecología cualquier cambio no tiene por qué ser negativo, simplemente da lugar a otra cosa, a algo diferente. No obstante, esta pérdida del musgo canario sí es muy contraproducente y, en general, “el cambio climático está dejando más cosas negativas que positivas en Canarias, incluso con desequilibrios preocupantes porque no sabemos qué acarrearán las especies invasoras. Es algo similar a lo que está pasando en tierra con el rabo de gato, que no hay especies que se lo coman ni que puedan con él”.
De otras especies que están migrando, señala a la cabrilla y, sobre todo, al romero, cuyas poblaciones disminuyen de forma considerable, aunque siguen en las Islas. “En este caso, no es algo preocupante para el ecosistema porque no son especies estructurantes, pero se ve influenciado porque es un pez de fondo de algas y, al ir desapareciendo estas, pues eso explica que haya cada vez menos”.
Según explica, el problema del cambio climático o de la afección del mar por plásticos es que, al tratarse de un efecto de mucho tiempo, “revertir esto es muy complicado. Llevamos más de 100 años produciendo un exceso de CO2 a la atmósfera y eso no es fácil revertirlo. Por mucha energía renovable que se instale, se sigue quemando petróleo y emitiendo CO2, no lo estamos invirtiendo y sí frenando algo su avance, pero no parándolo o dándole la vuelta”.
No obstante, no se muestra ni pesimista ni optimista, aunque tiene claro que “vamos hacia un cambio, hacia algo diferente, no sabemos muy bien cómo será. Lo importante es frenar las consecuencias más tremendas con educación ambiental y tomando las riendas, pues el verdadero motor de freno está en la sociedad. Si ese cambio es más positivo o negativo, tampoco lo sabemos porque la naturaleza tiende a regularse y las especies se autorregulan, como las enfermedades (bacterias, virus…), que van encajando. Por eso no soy ni pesimista ni optimista, sino que vivimos una incertidumbre, aunque sí es un hecho que la biología marina canaria está cambiando y seguirá haciéndolo y alguien experto que la conociera antes de los años 60 y la analizara ahora o en 20 años puede pensar que está en otro continente”.
Sobre si los pescadores son conscientes o no sobre estos cambios, asegura que, por su relación por la labor de divulgación, “hay de todo, aunque sí hemos notado una mayor sensibilidad y conciencia ecológica”.
SUPERPOBLACIÓN
Según señala, el cambio climático no está afectando tanto a especies como el camarón, ni siquiera por efecto de la pesca, ni a las lapas, cangrejos y demás, pero sí hay un problema con la superpoblación en Canarias. “Somos muchos. La población ha crecido en más del 100% en 50 años y eso se traduce en una presión en la costa doble respecto a lo de antes. Aunque está regulado con tallas mínimas y con temporadas en las que no se puede coger, hay mucha gente cogiendo lapas, mariscos y demás en la costa y eso afecta”.
Por el contrario, el cambio climático “no perjudica a los cetáceos ni a los calamares de los que se alimentan a su paso por Canarias, ni tampoco a los tiburones, que sí están afectados por la sobrepesca, los plásticos y la contaminación. Ojalá hubiera más tiburones en nuestras costas porque eso es reflejo de ricos ecosistemas, al estar en la parte alta de la cadena alimenticia”.
Los perjuicios de los microplásticos
El estudio centrado en el plancton y los plásticos que afectan a las Islas que desarrolla De Vera desde el MUNA cuenta ya con muestreos en Fuerteventura y Tenerife. Aunque aún es pronto para llegar a conclusiones, sí que se congratula del esfuerzo internacional por intentar cambiar la tendencia.
“El mundo sigue produciendo unos 300.000 millones de toneladas al año, y eso es demasiado, por supuesto. Unos 14 o 15 millones de toneladas de esa cifra acaban en los océanos. Sí es cierto que hemos empezado una pequeña transición hacia plásticos biodegradables que, a diferencia de los que antes permanecían entre 200 y 300 años sin degradarse en el mar (un problema crónico), duran unos seis meses, como pasa con las bolsas de supermercado hechas ahora, por norma, con fécula de papas. Está pasando un poco como con el CO2: hemos frenado el ritmo de contaminación, no lo estamos invirtiendo, pero sí que es más lento.
En Canarias, donde también exportamos plásticos que llegan a las costas de Cabo Verde, por ejemplo, hemos notado que recibimos de todas partes del mundo, algunos de países muy remotos. Tienen más peso los que vienen por las corrientes del Noroeste, y los remolinos afectan a sitios como la playa del Porís de Abona (Arico), pero vienen de todos lados. Lo que sí hemos constatado en Fuerteventura, al norte de Lobos, cerca de Corralejo, de su puerto y de otros núcleos poblacionales, es que en estas zonas no hay más plásticos flotando que fuera; al contrario, puede haber menos. Ya es un problema mundial, aunque hay que seguir contribuyendo con la menor contaminación posible y, para eso, lo mejor es que haya la mayor concienciación ambiental posible”, explica.