Lleva en Canarias 29 años, vino de Senegal y recibe llamadas día y noche de compatriotas que quieren asesorarse, que buscan a familiares desaparecidos en el mar y otras gestiones posibles o imposibles. Awa Diop es intérprete y traductora, preside la Asociación de Senegaleses DIAPO de Tenerife, tiene una fuerza vital y existencial irrefrenables, y, eso sí, lleva mucho tiempo tratando de convencer, de forma infructuosa, a los africanos sobre que no merece la pena arriesgar la vida en el mar.
“Es casi imposible. Los jóvenes piensan que los recursos de África ya han sido esquilmados y buscan en Europa lo que consideran suyo”, indica.
-¿Cuándo y cómo llega?
“Llegué en avión hace 29 años por reagrupación familiar, porque mi marido ya vivía en Tenerife”.
-En este tiempo, ¿ha notado mucho racismo en las Islas?
“Siempre digo que tengo el corazón dividido en dos. No he sufrido racismo. Mis cuatro hijos nacieron aquí, son chicharreros y, quizás porque llegué con estudios, mi integración no fue muy difícil, sino rápida y sencilla. Hablaba español porque, en Senegal, si tienes la suerte de ir al colegio, y aparte de aprender obligatoriamente francés e inglés, debes elegir una tercera lengua y opté por el español, aunque sin saber que iba a aterrizar aquí”.
-¿Sí ha notado racismo hacia otros, especialmente cuando llegan más cayucos?
“Ahora sí, con el crecimiento de las llegadas, la gente tiende a decir esa típica frase de que vienen aquí a quitarnos el trabajo, a robarnos eso, lo otro… Pero es más un racismo ciudadano, vecinal. Aunque se habla del racismo institucional por vulneración de los derechos de los migrantes, sí noto uno vecinal, porque, si analizamos, por ejemplo, lo que ocurre en La Laguna, que es donde más centros de migrantes hay, cuando la gente baja de los campamentos a la ciudad sí se nota el racismo: la gente les evita, cuando entran en comercios siempre hay susurros entre dos o tres personas que están allí… En esto sí se nota”.
-¿Cómo ve el Pacto de Migración y Asilo de la UE y que se le ponga precio (20.000 euros) a las personas para que un país, pagando, pueda impedir la permanencia en sus fronteras de un migrante?
“Me parece fatal que se negocie el precio de un migrante. Lo que hay que hacer es intentar que la gente que viene a Europa se quede en sus países de origen apoyándolos desde la base; no dejar que salgan y, después, discutir o regatear el precio”.
-Siempre lamenta que resulte imposible convencer y retener a los jóvenes y padres que mandan a sus hijos, arriesgando sus vidas en el mar, aunque aquí no encuentren lo que buscan: ¿eso va a ir a más o ve alguna vía de solución?
“Me reafirmo: es casi imposible convencer a la gente para que no venga. Un ejemplo sencillo: en 2023 vino mucha gente; en octubre, noviembre y principios de diciembre comenzaron a perderse cayucos por distintos sitios, algo de lo que no se habla mucho en España, pero sí en Senegal. Son personas que no han llegado, pero esto, pese a todas las campañas de sensibilización que he hecho yo y otras personas para pedirle a los chicos que no arriesguen sus vidas y se queden en sus casas, siguen llegando y cogiendo otra vía, sobre todo la de Mauritania, la más cercana. Es muy difícil convencerles de que no se debe arriesgar la vida buscando un futuro mejor en Europa, donde no lo hay ni para los autóctonos”.
-No les convence ni que su sueño europeo es irreal…
“Ni siquiera. Hoy mismo (ayer) sale en la prensa en Senegal el informe que dice que más de 6.000 personas han perdido la vida solo en 2023, pero esto, para ellos, no tiene ningún valor. Los que quieren salir, lo seguirán haciendo por otras vías”.
-¿Más allá de explotar sus recursos, sigue ciega la UE con África? ¿La solución es negociar con la Unión Africana?
“Desde luego, la solución no es que los países de la UE regateen entre ellos, sino que la UE hable directamente con los países africanos. Los chavales tienen en sus cabezas que sus recursos están saqueados y buscan aquí lo que les pertenece, lo que creen suyo. Primero, hay que quitarles eso de la cabeza y, luego, trabajar la base desde la UE con la Unión Africana para poner algo sobre la mesa a lo que agarrarse y no salgan”.
-Pero eso son políticas de desarrollo que requieren tiempo: ¿teme que, por el cortoplacismo y el cálculo electoral, sea en el fondo inviable y se agrave cada vez más?
“Exactamente, se trata de políticas a largo plazo que no se sabe cuándo se firman y cuándo se cumplen para que no salgan. En 2024 hay elecciones en casi todos los países de África y debería aprovecharse para exponer un discurso que valga. Habría que empezar ya porque nunca se sabe cuándo se cumplirá”.
-¿Es pesimista con que se faciliten los visados para, al menos, evitar tanta muerte?
“Pesimista. Hay que dejar vía libre para los visados. El que paga un pasaje que no es barato, costea un visado y llega a Europa, pero en tres meses no encuentra lo que busca, vuelve a su país. Los que vienen en cayuco pagan mucho más y arriesgan su vida, difícilmente volverán, aunque no hallen lo que buscan, si bien sé ya de casos que regresan al poco. Si se viene con visado, libremente es mucho más fácil volver”.
-¿Conoce a personas, familiares o amigos que han perdido la vida en el mar?
“Directamente no, pero, al estar en el entorno de la emigración, tengo mucha información y me llama casi toda Senegal, sobre todo al perderse cayucos y buscarse a los seres queridos”.
-¿Es Canarias menos racista que otros sitios?
“Lo confirmo y se lo digo a mis paisanos, a los periodistas de Senegal y al propio Gobierno. Basta con ver cómo recibe a los migrantes y los chicos lo dicen, creen bueno al policía, la Cruz Roja… Canarias es una maravilla, y eso que sufre las llegadas y da los primeros auxilios. Sí existe lo que llamo racismo vecinal”.
-¿Y cómo se cura eso?
“Con educación y datos”.