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La tempestad de 1979 que destrozó el puerto de Los Cristianos

Se cumplen 45 años del temporal que destruyó el muelle sureño; el mar se ‘tragó’ varias embarcaciones de recreo y los coches aparcados en la explanada. El Gobierno central calificó el suceso de “catastrófico”
Portada de DIARIO DE AVISOS el 18 de enero de 1979.
Portada de DIARIO DE AVISOS el 18 de enero de 1979. DA

Un carrusel de borrascas sometió al Archipiélago, hace ahora 45 años, a un potente episodio de inestabilidad meteorológica que dejó fuertes precipitaciones, intensas nevadas en las cumbres y graves desperfectos en zonas costeras a causa del oleaje. Los daños más cuantiosos se produjeron en el puerto de Los Cristianos (Arona), donde los embates del mar destrozaron el dique principal, obligando a suspender durante varios días el servicio de ferries en el muelle sureño.

El mar se llevó 160 metros de los 200 de espigón, además de cinco coches que se encontraban aparcados, las casetas de Ferry Gomera y Trasmediterránea en las que se despachaban los pasajes y las pérgolas del aparcamiento. Varias embarcaciones de recreo acabaron en el fondo del muelle. Los técnicos de Obras Públicas señalaron que, si el mar hubiera seguido batiendo el puerto, el dique se habría partido por completo.

La crónica de DIARIO DE AVISOS publicada el 18 de enero de 1979 informaba de que “las escenas de desolación se sucedieron principalmente entre las gentes del mar, que no daban crédito a los terribles efectos del mar sobre la explanada portuaria”.

Los pescadores de Los Cristianos exigieron “acciones penales contra quien corresponda” por la destrucción del puerto y así se lo trasladaron al entonces gobernador civil, Luis Mardones, en una reunión celebrada en la Casa del Mar de este núcleo costero, en la que el alcalde de Arona, José Morera Santana, expuso “la preocupación del pueblo de Los Cristianos” por los efectos del temporal. El presidente del Cabildo, Rafael Clavijo, recorrió la zona afectada y anunció los primeros créditos “urgentes y extraordinarios” destinados a la reconstrucción del puerto.

Los destrozos, cuantificados en más de 130 millones de pesetas, llevaron al Gobierno central a declarar el suceso como “catastrófico”, una decisión que supuso habilitar unas partidas específicas con cargo a los presupuestos estatales. Para inspeccionar los daños se desplazó a la Isla el ingeniero director de la Comisión Administrativa de Puertos. En la información publicada por este periódico se resaltó el comportamiento “heroico” de Francisco Rodríguez, capitán del Benchijigua y su tripulación, que “sacaron el barco del muelle en un auténtico alarde de competencia y arrojo”. La crónica indica que “los marineros, con lágrimas en los ojos, luchaban contra las olas” y que el barco tardó cinco horas en llegar hasta San Sebastián de La Gomera, “pero consiguieron salvar al buque de un triste destino”.

La tempestad que afectó a las Islas en la segunda quincena de agosto de 1979 y que, además de lluvia y nieve, generó rachas de viento de hasta 190 kilómetros por hora en las cumbres tinerfeñas, permanece en el recuerdo de la población que vivió aquel episodio, causado por la entrada de varios frentes del oeste y suroeste, y la acción de una vaguada del Polo Norte. Sus efectos también se dejaron sentir en servicios básicos como el suministro eléctrico. Todo el sur tinerfeño sufrió cortes de luz.

LLUVIAS TORRENCIALES

En el caso de la capital tinerfeña, las precipitaciones llegaron a ser torrenciales y deparó impactantes imágenes como la del Barranco de Santos convertido en un río furioso, lo que obligó al desalojo de las personas que habitaban en su cauce. Otra de las estampas difundidas por los medios de comunicación fue la Iglesia de La Concepción inundada.

En un artículo de Manuel Ángel Pérez Cabello, publicado en Meteored (eltiempo.com), se indica que en la semana larga que duró el temporal se llegaron a recoger 1.600 litros por metro cuadrado en la Caldera de Taburiente (La Palma), 957 en Izaña (la mayoría en forma de nieve) y 700 en las medianías de Tenerife.

En el artículo se hace referencia a la gran nevada que se produjo el 20 de enero de 1979 en las cumbres de Tenerife, Gran Canaria y La Palma, por encima de los 1.700 metros de altitud en el caso de las dos primeras islas y a partir de los 1.000 en la tercera, alcanzando en algunos puntos hasta 2,5 metros de espesor.

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