Fue por casualidad. Resulta que mis hijas me llevaron a una cafetería a desayunar y probé unos huevos benedictine con salmón, los mejores que he comido en mi vida; mejores que los del brunch del Hotel Plaza de Nueva York, lo juro. Días después pedí conocer al cocinero y resultó que era ella, Cristina Hernández Rodríguez (Barlovento, 1976). Y que su fallecido esposo, Marcos, fue mi jefe de Deportes en el periódico La Gaceta de Canarias, que yo dirigí. Y que ella se graduó en Relaciones Institucionales, Eventos y Comunicaciones en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Me habla de varias empresas para las que trabaja o ha trabajado, pero lo voy a omitir. Estas no son páginas de publicidad. Tiene una compañía de eventos y acaba de llegar de Gerona, de comer en el Celler de Can Roca (los precios los tienen en Internet, con y sin maridaje, porque hoy en día todos los comensales se maridan o se desmaridan). Desde hace ocho años, Cristina presenta los concursos de cocina de Gastrocanarias. Ha trabajado y trabaja en medios de comunicación, entre ellos estuvo una etapa en este mismo que tienen en sus manos, o ante sus ojos. Cuando era pequeña, con 10 añitos, no le gustaban las muñecas, sino que inventaba recetas de cocina “disparatadas”, aprovechando la panadería de su madre. Su padre, por cierto, fue el primer alcalde de la democracia de Barlovento. “Con cinco o seis años recuerdo comer con Jerónimo Saavedra, que era un sibarita”. Es la mayor de cinco hermanos y le apasiona también la repostería. Pensé que tenía muchas cosas que contar y la cité en Los Limoneros, que tampoco está nada mal. Habló por los codos.
-Cuando te pregunté lo que te gustaría ver en el encabezado no dijiste cocinera, sino empresaria poliédrica.
“Yo creo que ni una cosa ni la otra, sino una eterna emprendedora”.
-Pondré entonces poliédrica.
“Lo de poliédrica te lo dije porque desarrollo varias facetas. Siempre he sido curiosa y tengo un perfil complejo, que desarrolla esas facetas. Poliédrica, versátil, hay muchas cosas que se me dan bien y otro montón que se me dan fatal, pero no las voy a contar aquí. A pesar de que te gusten mis platos, no me dedico profesionalmente a la cocina, sino que desarrollo eventos, creo marcas y trabajo en proyectos que tienen que ver con la gastronomía, el comercio, el diseño y el ocio. Y ahora sólo hago desayunos”.
-¿Por qué dices que, desde muy pequeña, inventabas platos disparatados?
“Porque era mi hobby. Me metía en la cocina y mezclaba, sin ton ni son. Era mi modo de entretenerme. Con 9 o 10 años hacía combinaciones imposibles y muchas de ellas iban directamente a la basura. Pero era un reto muy divertido. Cuando llegaba la magia y acertaba, aquello era una fiesta”.
-Bueno, de casta le viene al galgo.
“Hombre, decir que mis platos propios servían para algo es un tanto pretencioso por mi parte, con aquella edad. Pero sí reconozco que en la repostería me salieron bien algunos inventos. A los 13 años le dije a mi madre que quería hacer tartas para vender en la panadería”.
-¿Funcionó?
“Claro que sí. Hasta los 20 años hice todas las tartas que se consumieron en el pueblo. Todas eran distintas, algunas las sacaba de recetas y otras me las inventaba yo. Como todas eran diferentes les sacaba fotos a los platos que hacía. Me gustaba tanto la pastelería que terminé incluso haciendo las tartas de bodas de mis amigas”.
-Talentosa la chica.
“Mi abuela decía que mi verdadero talento estaba en hacer de comer con la nevera vacía. Siempre lo repetía mi abuela Cristina”.
-Incluso fuiste a la tele.
“Bueno, sí, me presenté a un concurso de gastronomía con un postre que se llamaba “Aromas de la Isla Bonita”. Era un canelón de chocolate relleno de Príncipe Alberto, sobre una mini tortilla borracha, encima de una sopa de cítricos, malvasía dulce y hierbas aromáticas”. Sí, sí, pasé el casting y concursé”.
-Me han dicho que te quieres desligar del lugar donde desayuné los maravillosos benedictine?
“Mi obsesión era crear un lugar donde el desayuno fuera una religión. Y creo que lo he conseguido. Pero pretendo seguir estudiando y si puedo vivir algo, pues también. He aprendido mucho y he creado un lugar precioso, donde se come muy bien. Hay etapas que para unos comienzan y para otros terminan, sé que el proyecto es una golosina pero ahora mejor que lo recoja otra persona adecuada y que yo descanse un poco”.
(Aunque dice que es una empresaria poliédrica, o por eso, Cristina viaja mucho, siempre rondando la gastronomía y la organización de eventos. De chica se bañaba en la Laguna de Barlovento, desafiando las honduras; y jugó al balonmano. Parece que no lo hacía del todo mal. Ha conocido el éxito y el sufrimiento, está claro. Si tras hablar un buen rato con Cristina uno concluye que se las sabe todas, yo añado que dentro de ella late un corazón tierno, al que ahora le apetece más vivir que matarse trabajando. Cuando habla de postres, sobre todo, lo hace con pasión).
-¿Qué aportan a la cocina canaria eventos como Madrid Fusión y todos esos?
“Visibilidad. Y también prestigio, proyección exterior de nuestros profesionales, cultura, tradición. Son buenos para vender Canarias a través de su comida y de sus costumbres. Ver las Islas desde otro prisma. Poner en valor a tanta cantidad de productores, de artesanos, de agricultores, esta es una cadena muy larga que comienza en la tierra, en el mar y en el campo. Los verdaderamente importantes son todos aquellos que lo consiguen desde esos ámbitos”.
-Ponte la mano en el corazón y dime si tú inventaste esos benedictine sobre tostas de salmón, para mí mejores que los del Plaza de Nueva York.
“No, inventarlos no los inventé yo, para qué te voy a engañar. Pero popularizarlos en Tenerife con los ingredientes que me gustan, sí”.
-Revela tu secreto a los gourmets.
“Tosta de pan brioche artesano, tostada con mantequilla, salmón o panceta ahumada, huevos ecológicos escalfados y salsa holandesa casera fresca, que hacemos a diario. No existen otros secretos que la calidad de la materia prima utilizada y poner mucho cariño en lo que se hace”.
-Y esa energía le llega al comensal.
“Exacto. Con los benedictine pasa lo mismo que con el sándwich mixto. Los clientes lo piden de dos en dos y yo tardé meses en poner el mixto en la carta. Pruebas y más pruebas hasta que me convenció. Era mi obsesión: no encontraba el lugar donde comer un buen y aparentemente sencillo mixto, que hemos rebautizado como requetemixto porque es verdad que está requetebueno. Ah, y luego está el requetemixto benedictine, un híbrido entre el mixto y los benedictine, nuestro plato más pedido de la carta”.
-Háblame de lo que hacías de niña en la cocina.
“Pues leer recetas y llevarlas a la práctica. No llegué a este mundillo de la gastronomía por casualidad o porque un día me aburriera y no supiera qué hacer. Mi madre tenía la panadería, mi tío un hotel con restaurante. Ahí empezó todo, tenía pocas muñecas y muchas cocinitas. Compraba libros de cocina en la librería de mi tía Carmen Rosa y replicaba los platos para que mi madre y mi padre me dieran el visto bueno. Los cocinaba, se los servía y me quedaba mirando su reacción cuando los probaban”.
-Se come bien en Canarias. Es una conclusión rotunda, no una pregunta.
“Tenemos aquí un gran nivel de cocina. Se come muy bien y cada vez mejor. El problema es que como sigan abriendo restaurantes asiáticos a este ritmo, en breve no encontraremos dónde comer papas, mojo o cualquier otro plato o ingrediente de la cocina canaria”.
-Una pregunta absurda y tópica. ¿El cocinero nace o se hace? ¿Es la imaginación la que cuenta?
“La vocación puede nacer, todos tenemos unos talentos innatos para hacer determinados cosas, pero en la cocina es preciso practicar. Es esencial, para llegar a ser un buen cocinero, más allá de estudiar las teorías y las técnicas culinarias, probar, probar y volver a probar”.
-¿Existen más secretos?
“No son secretos, pero si viajas, si conoces, si descubres, si investigas lo que han hecho otros y si te documentas pues todo irá mucho mejor. Pero de nada te sirve conocer las mejores técnicas de cocina si no averiguas a qué saben los ingredientes que vas a utilizar. Tienes que probar y adquirir una cultura culinaria”.
-Por ejemplo…
“Muchas veces pruebas platos que técnicamente pueden estar perfectos pero gustativamente no tienen sentido. Y es verdad que existe algo intangible en la cocina, que se tiene o no se tiene. Hay una parte de energía, de sensibilidad, de alma, que va más allá de lo puramente palpable. Algo que no se puede tocar, pero que hace que algunos cocineros te hagan levitar”.
-¿Sueñas con las estrellas Michelin?
“Esa pregunta no es para mí. Ni sueño, ni pienso en ello, ni me dicen nada. Sueño con otras cosas. Últimamente sólo me importa compartir mi vida con quienes quiero, tener tiempo para disfrutar algo de la vida y trabajar para vivir y no al revés. Soy una privilegiada por dedicarme a lo que me gusta, pero aun así hay que saber parar. Si no lo decides tú ya lo decide la vida por ti”.
-¿Dónde has comido mejor?
“He comido bien en muchos sitios, pero si quieres ejemplos te los daré. En mi casa, para empezar. Y también en La Palma Romántica en la época de doña Nieves, cuando ella lo dirigía. Hace muchos años ya. No he vuelto a probar un chateaubriand igual. Ella era una cocinera brillante, autodidacta y con un gran paladar. Todo lo bordaba: la sopa de cebolla, el ajo, el pescado a las finas hierbas, la boullabesa, la ternera Zurich con rosti de papas. Era una carta afrancesada, que se estilaba en la cocina de la época para un restaurante de cierto nivel”.
(Y luego me pone otros ejemplos de restaurantes canarios. Como este periódico otorga los mejores premios de Gastronomía de España me atrevo a citarlos, siguiendo sus palabras: el queso a la brasa de La Pradera; el escaldón y sopa de picadillo de El Campesino. Y por nombrar lugares donde se come muy bien en la Isla, cualquier plato de El Silbo; la pasta casera de Nila; el ramen de San Ho; el cocido montañés de Chema Wine&Cheese; las lentejas del mesón Castellano; la ensaladilla de cangrejo de San Sebastian 57; la tortilla de Bárbaro; los arroces de La Quinta; la carne de cabra de El Calderito de la Abuela; la carbonara de Il Boconccino; los platos de cuchara de La Sandunga; los chips de morena de El Templete; el cabrito frito de Casa Santiago y el cochino negro al horno de Bodegas Monje. Pero por nombrar alguno de los mejores restaurantes de España, la experiencia llegó al máximo en Mugaritz”. Y yo añado: “Cristina, no te olvides del steak tartar de Los Limoneros”).
-Siendo tu padre alcalde, ¿no te tentó la política?
“No, lo mío eran los fogones, y eso que nunca he sido estrictamente cocinera de profesión; la política no era lo mío, aunque mi padre siempre ganaba con mayoría absoluta”.
-¿Por qué me dijiste en nuestro primer encuentro que tenías un perfil complejo?
“Porque me puedo mover en muchas facetas, en muchos cometidos, de ahí que te haya dicho también que soy poliédrica”.
-Me da que lo que quieres ahora es vivir.
“Sí, un poquito, comerme a la vida y no que la vida me coma a mí”.
-Pues mucha suerte.