La configuración actual de esta calle tiene su origen en la urbanización del polígono Padre Anchieta, cuyo proyecto comenzó a partir de 1970, y en la posterior canalización de la desviación del barranco Cha Marta en su encuentro con la avenida de La Trinidad, lugar donde comienza esta vía, que se cruza con las calles Alfredo Torres Edwards, la peatonal Luciano Ramos Díaz, San Juan y Ciprés. Por la izquierda, con la Calle Morales (antes María Morales), y el pequeño callejón, que lleva el nombre del orfebre lagunero Ventura Alemán.
Desde sus orígenes el barrio de San Juan fue un lugar donde se establecieron distintas industrias, en un principio los antiguos molinos de viento, una fábrica de bloques y la Vidriera de Canarias, que ocupó un amplio espacio entre la Calle Morales y la trasera del cementerio, lugar que se conocía como La Santa. La fábrica de botellas y ladrillos fue una empresa pionera en Canarias, hasta tal punto que se contrataron a varios especialistas procedentes de Asturias para poner en marcha tan novedoso proyecto. Al mismo tiempo, estos expertos en el arte de “soplar botellas” formaron al personal, la mayoría vecinos del barrio. Esta industria cesó en su actividad en 1970, que contaba en esos momentos con 117 empleados y un valor de producción de 23,3 millones de pesetas. El cierre fue debido a que no pudo competir con las empresas peninsulares. Enfrente de la vidriera estuvo instalado el tejar de San Juan, donde se elaboraban tejas árabes, macetas, porrones para agua y otras vasijas. Junto al tejar se estableció un taller de arreglos y alquiler de bicicletas, actividad muy popular en La Laguna de los años 50 y 60 del pasado siglo. Este taller fue regentado por el veterano ciclista lagunero, Manuel Gil.
La importancia de esta calle está ligada a la construcción de la entonces Ermita de San Juan Bautista, hoy parroquia desde el año 1963 y al primer cementerio civil que se construyó en San Cristóbal de La Laguna en 1814.
Sobre la desviación del barranco Cha Marta, una vez canalizado y urbanizado, se construyó una amplia calle en el tramo que comienza en la de El Juego, con dos carriles de circulación en doble sentido, mediana ajardinada y alumbrado público central. Fue rotulada con el nombre del pintor tinerfeño Alfredo De Torres Edwards. Esta nueva calle del centro de la Ciudad se cruza en su recorrido con la de Baltasar Núñez, la calle que La Laguna le dedica al fotógrafo Zenón, Plaza de Secundino Delgado, Coslada y termina en Pablo Iglesias.
La antigua ermita, hoy parroquia
La actual iglesia, aunque construida a semejanza de otras ermitas laguneras, como la de San Benito o la de Nuestra Señora de Gracia, ofrece una gran amplitud y se distingue porque carece de elementos que diferencian el presbiterio del lugar de los fieles. Se construyó para agradecer a San Juan Bautista, como santo protector de la epidemia de la peste que asoló a la Ciudad y pueblos cercanos durante los años 1582-1583. “Precisamente ese año y en plena epidemia, la Justicia y Regimiento fueron al campo de los muertos y sobre el recinto que ocupaban sus sepulturas marcaron la extensión de la Ermita que hoy vemos”, escribió Rodríguez Moure.
Desde el punto de vista arquitectónico, lo más significativo de esta edificación se encuentra en el pórtico de la fachada principal, al que se accede por tres gradas de piedra volcánica. A lo largo de su historia tuvo varias entradas por los laterales, si bien durante siglos este pórtico fue la única entrada a la iglesia. En la última reforma llevada a cabo en 2020, siendo párroco don Manuel Bethencourt Cabrera, fue abierta una puerta lateral ya existente, pero clausurada, con el fin de facilitar la accesibilidad al templo. En el interior hay que destacar, no solo su gran amplitud, sino el artesonado que recorre sin interrupción la nave central, de par y nudillo, con secciones triangulares de madera reforzando las esquinas. A la iglesia se le añadió en el año 1963, una pequeña capilla lateral donde se venera al Cristo de las Caídas, imagen que su cofradía, fundada el 27 de septiembre de 1955, saca en procesión durante la Semana Santa.
Asimismo, destaca la escultura de procedencia sevillana y de autor anónimo de San Juan Bautista, titular de la iglesia, que llega a La Laguna incluso antes de terminarse el templo (1583). Esta imagen tiene una cofradía de las más antiguas en activo de La Laguna, fundada en 1767.
Dos imágenes sobresalen por su valor artístico del resto: la Virgen de Fátima, obra del escultor portugués José Ferreira Thedim, y San Plácido, una de las tallas más importantes del escultor y pintor orotavense Fernando Estévez, que contrató el clérigo y capellán de la ermita de entonces don Cándido Rodríguez Suarez (La Laguna 1775-1857).
A pesar de la Real Cédula promulgada por Carlos III, el 3 de abril de 1787, que obligaba a la construcción de cementerios fuera de lugares poblados, lo cierto es que en La Laguna se siguió con la costumbre de enterrar a los muertos junto a las iglesias o en su atrios, hasta que por fin “el 3 de julio de 1814, por comisión del Diocesano y a presencia de los dos cleros, las cuatro comunidades, el Cabildo General y gran concurso del pueblo, efectuó la ceremonia de la bendición Don José de Acosta y Brito, Vicario y Juez eclesiástico de la Ciudad y su partido, ceremonia que practicó en defecto del Rector de ambos coros, Don Pedro Bencomo y Rodríguez, beneficiado mayor de los Remedios y gran opositor de la obra, el cual sufrió un accidente al entrar en la calzada que conduce al santo lugar”, según Rodríguez Moure.
Los dos primeros enterramientos en este cementerio lagunero correspondieron a Juan Rodríguez Toste e Ignacio de Leal Borges, el 4 de julio de 1814.