Los testimonios coinciden. Eran hombres serios, amables, pero algo distantes en el trato. Nunca dieron un solo problema y hacían gala de una educación exquisita. Era la época en la que al puerto de Santa Cruz de Tenerife llegaban marineros de la Armada Soviética (Fuerzas militares navales de la URSS) y eran atendidos por empleados de Sovhispan, empresa que se ubicaba en Residencial Anaga. Pero: ¿eran simples trabajadores o agentes del KGB llegaron a campar a sus anchas por Tenerife?
El 3 de julio de 1971, en Barcelona, se constituía la empresa hispano-soviética Sovhispan. La intención era mejorar el proceso de abastecimiento de los busques soviéticos -su marina era una de las más importantes del mundo-, cada vez que estos faenaban en aguas cercanas a Canarias. Los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria serían los grandes beneficiados porque, además, la llegada de esos barcos permitiría llevar a cabo actividades comerciales muy beneficiosas.
El domicilio social estaría ubicado en Santa Cruz de Tenerife y la base de operaciones, en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria. En ese curioso apretón de manos entre la España de Franco, que continuaba gobernando un país que, otra vez, seguía haciendo escorzos para no quedar al margen de un mundo marcado por la Guerra Fría, y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Canarias se vio favorecida por la creación de una empresa que, solo en el primer año de andadura, trajo a las Islas 923 barcos pesqueros.
La URSS había apostado muy fuerte, con una gran inversión pública, en su flota pesquera, poniendo sus ojos en el banco sahariano y subsahariano por sus grandes recursos, lo que posibilitó que Canarias fuera la elegida, tal y como explicó Irina Yanisev Néterova, doctora en Historia y autora de un excelente libro llamado Canarias en las relaciones hispano-soviéticas 1965-1991, en el programa Episodios Insulares de Canarias Radio: “Las Islas eran un punto de aprovisionamiento bastante cómodo desde el punto de vista logístico, pero no había relaciones entre ambos países, por lo que en 1967 se firma un tratado marítimo entre España y la URSS. Solo dos años después se rubrica otro tratado para que esos barcos pudieran llegar a Canarias, hasta que en 1971 se crea la empresa mixta Sovhispan”.
El negocio de Sovhispan
El acuerdo, según recogió ABC, contemplaba la circulación de 15.000 marineros soviéticos y 200 técnicos a cambio de 20 millones de dólares para España e inmunidad total para los empleados de la URSS. Muchos de esos empleados comenzaron a estar bajo sospecha desde muy pronto, especialmente a partir de finales de los años 70: ¿eran realmente espías?
Lo cierto es que partiendo de Canarias, aquellos barcos cubrían desde Mauritania a Namibia, casi 6.000 kilómetros de costa y era en el continente africano el lugar en el que actuarían, principalmente, agentes del KGB (Comité de la Seguridad del Estado), pero Canarias y España se vieron salpicadas por el asunto del espionaje. Todo comenzó a torcerse a finales de los 70, cuando el 5 de marzo de 1977, Yuri Pivoravov, delegado comercial de la corporación, fue expulsado del país al descubrirse que se dedicaba a conseguir información sobre armamento e industria pesada.
El problema es que aquellas tripulaciones, más allá de las cantidades acordadas entre diferentes gobiernos, dejaban mucho dinero en Canarias. Se estima que cada tripulación gastaba un total de dos millones de pesetas en compras como prendas de abrigo, aparatos electrónicos o bebidas alcohólicas, de ahí que, por momentos, fuera preferible mirar hacia otro lado. Hablamos de tripulaciones que triplicaban el número de las que se acostumbraban a ver en España. “Sus pesqueros faenaban durante seis meses con tripulaciones de 80 personas (los barcos españoles de la época llevaban 30) con trabajo en tres turnos de ocho horas”, indicó el último director de la consignataria hispano-soviética, José Luis Puriños a La Provincia.
“Las zonas de los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas se convirtieron en lugares de comercio, tanto que era común ver carteles escrito en cirílico (alfabeto ruso) para intentar atraer a aquellos marineros”, recuerda Irina Yanisev Néterova: “Entrevisté a algunos trabajadores de la empresa Sovhispan y sus recuerdos de la misma eran muy buenos tanto por sus condiciones laborales como por el ambiente en la misma”.
Para favorecer la conectividad, comenzaron a operar vuelos entre Tenerife y Gran Canaria y Moscú, por lo que también podía verse favorecido el turismo de aquella época. Además, los tinerfeños comenzaron a poder comprar bienes que eran de calidad y a un precio asequible, como ropa, calzado o cámaras de fotos.
Todo parecía ir viento en popa, pero, claro, el problema del espionaje llegó a un punto de no poder ser ignorado. Yuri Ivanovich Butchkov, director general soviético de la empresa y que vivía en Santa Cruz de Tenerife recibió la orden de expulsión por “poner en peligro la seguridad nacional”. Corría el año 1981. “Por aquel entonces la prensa española se hizo eco de muchas cuestiones acerca de presuntos casos de espionaje. Aunque mis estudios están centrados en el aspecto económico y empresarial, no descarto que existieran estas acciones, pero tampoco lo puedo afirmar. Cualquier trabajo de historiador se basa en poder manejar las fuentes primarias”, apuntaba Yanisev Néterova.
Curiosamente, la empresa siguió adelante, aunque las relaciones, a nivel político no serían las mismas. Desde 1977 a 1983, hasta 12 personas relacionadas con Sovhispan fueron expulsadas del país, algunas de ellas residentes en Canarias. Según una información de DIARIO DE AVISOS del 8 de marzo de 1981, el Gobierno de España seguía la pista de 108 “posibles espías del KBG”. El servicio secreto español creía que casi “150 agentes rusos” operaban en bases en Madrid y Canarias, 79 de ellos vinculados a personal de la embajada, en Madrid, así como en las Islas, fundamentalmente cercanos a Sovhispan.
La aventura de esta curiosa empresa acabaría en 1991. La entrada de España al Mercado Económico Europeo, en 1986, y la llegada de Mijail Gorbachov al poder de la mano de su Perestroika serían factores clave para la disolución de la sociedad: “El proceso de privatización de las empresas resultó clave, el Estado dejó de apoyar las grandes corporaciones públicas creadas, la flota se vio resentida, sobre todo cuando fue dividida en las diferentes naciones que conformaban la URSS”.
Sovhispan echaría el cierre y poco más tarde, en zonas de la Avenida de Anaga y de diferentes puntos de Santa Cruz de Tenerife, dejarían de verse carteles de comercios en cirílico y muchos empleados del puerto de la capital, así como comerciantes, dejarían de hacer trueques con aquellos marineros, siempre provistos de latas de caviar y cangrejo. Los espías del KGB, dicen, habían dejado Canarias desde hacía tiempo.