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La Tejita, epicentro del misterio

Pocos lugares de Canarias tienen una relación tan potente con lo enigmático como el entorno de la Montaña Roja, en el pueblo sureño de El Médano
La Tejita, epicentro del misterio. DA
La Tejita, epicentro del misterio. DA

Pocos lugares de Canarias tienen una relación tan potente con el misterio y lo trascendente como el entorno de la playa de La Tejita, con su emblemática Montaña Roja y los espacios próximos de El Médano y la Cueva del Hermano Pedro. Sobrecoge pensar que este lugar, hoy protegido y fuente de una activa controversia en los últimos tiempos, estuvo hace millones de años separado por un brazo de mar.

Cuesta imaginarlo, pero así fue, de manera que la montaña propiamente dicha, conocida también como Montaña del Topo, no tenía conexión con la costa. Sería el lento proceso de creación de una duna fósil la que compactaría el lugar, brindándonos la estampa con la que estamos familiarizados.

La manera en la que destaca en el horizonte marino con sus 171 metros sobre el nivel del mar y la existencia en la zona de condiciones marítimas para actuar como puerto natural generó que, desde tiempos de la Conquista a finales del siglo XV, Montaña Roja se convirtiera en una de las principales referencias geográficas de Tenerife. De ello dio cuenta fray Abreu Galindo cuando describió la isla como un “triángulo con tres puntas, que se dicen la Punta de Anaga, y la Punta de Teno y la Punta del Camisón, o Montaña Roja”. También lo hizo fray Alonso de Espinosa en los siguientes términos: “La forma desta isla es casi triangular, porque tiene tres cabos o puntas: la punta de Anaga, que está hacia el Nordeste, la de Teno al Oeste Sudoeste y la Montaña Roja al Sur Sudoeste”.

Por ese litoral se dieron incursiones comerciales y piráticas diversas, queriendo el destino que pasara a la historia de la navegación por haber sido una de las primeras escalas de la expedición de Fernando Magallanes y Juan Sebastián Elcano en su odisea de circunnavegar por primera vez el planeta. Al parecer, la parada -que para unos fue técnica y, para otros, pura necesidad por verse asediados por corsarios- se produjo el 1 de octubre de 1519 y se prolongó por dos días. Medio siglo más tarde, en la primavera de 1571, la zona contempló otro episodio relevante cuando el almirante inglés Sir William Winter desembarca en ese litoral, tal vez para aguar y preparar algún ataque hacia otro punto de la Isla. El caso es que allí fue repelido por un feroz Baltasar Soler, a la sazón capitán de la compañía de infantería de Abona y Vilaflor, quien, según la crónica, se encargó con sus manos de dar muerte a la docena de hombres que desembarcaron, entre ellos, posiblemente, el propio Winter.

El prolífico cronista sureño Octavio Delgado rescató, tiempo atrás, un texto sobre este fabuloso lugar obra del periodista y escritor Romualdo García de Paredes. Se trata de un relato de ficción que, según afirma, se inspira en lo que le “contaron los magos del Sur” y que fue publicado el 30 de octubre de 1919 en Gaceta de Tenerife. Lleva por título La Montaña Roja e intenta explicar el origen del color del citado volcán. Merece la pena recrearse en su lectura y descubrir la evocadora lírica que destila en párrafos como este: “Cuando el sol de la mañana la alumbra dijérase que un influjo volcánico la enrojeció de fuego; cuando el sol del medio día la ilumina, creyérase que un gigante rubí muestra sus reflejos purpúreos; cuando, al atardecer, se tiende cansado sobro la montaña, pensárase que un coágulo de sangre se eleva sobre la mar inmensa”.

El relato describe la historia de tres hermanos guanches, Ivna, Nausú y Vaguá, que, tras un virulento temporal, descubren en La Tejita, a escasos metros del mar, un brillante cofre hundido, de madera de ébano y revestido de oro, plata y piedras preciosas. La pieza ha llegado al mar de las manos de un viejo príncipe indio, que en medio de la tormenta se había lanzado al agua con el mismo.

Este personaje viajaba en una carabela de nombre Texis junto con su joven y bella esposa, una princesa de cabellos dorados. El caso es que los muchachos se hacen con el cofre y descubren con horror que dentro del mismo está la cabeza de la joven, que parece haber sido víctima de los celos de su marido.

Tras discutir sobre lo que hacer con ella, Nausú, que ha quedado enamorado al instante de la joven decapitada, arremete mortalmente contra su hermano Ivna, mientras su hermana Vaguá huye. El joven asciende por Montaña Roja para enterrar el cofre y la cabeza en su cúspide y, a continuación, sube a su hermano muerto para darle sepultura. En ese instante, del volcán empieza a brotar sangre que se derrama por la montaña, tiñendo todo a su paso y sepultando a Nausú y al propio cofre. La montaña es roja por el color de esa sangre derramada, mientras que, en los días serenos con el mar en calma, es posible ver el cofre brillando en las aguas junto a Montaña Roja.

El evocador relato contribuye a dar más fuerza a la magia y misterio que tradicionalmente se le atribuye a un lugar que, en los años setenta del siglo XX, experimentó una proyección singular a escala nacional. El responsable de ello fue el recordado periodista Francisco Padrón Hernández, durante décadas vinculado a DIARIO DE AVISOS y pionero en Canarias en la investigación y divulgación de enigmas de toda índole. En mayo y octubre del año 1975, vivió junto a otras personas varias experiencias de avistamiento y encuentro cercano con OVNIS que cambiaron su vida.

En la primera, acontecida junto a Emilio Bourgon y José Manuel Santos en la noche del 9 de junio del año 1975, acudieron al lugar para contemplar, hacia las 11 de la noche, las evoluciones de unas extrañas luces a pocos metros de la costa, que inicialmente tomaron por un barco. Poco después, un potente foco de luz les iluminó de pleno, concluyendo la parte consciente de su vivencia. Mediante hipnosis, supo que aquel foco le trasladó al interior de una supuesta nave extraterrestre, donde Paco y Emilio fueron sometidos a diversos «chequeos» médicos y a un reajuste orgánico. A partir de ese momento, La Tejita fue para Paco Padrón un lugar de contacto con la cuestión OVNI, de conexión con lo trascendente y de refugio ante el resto del mundo.

Sin embargo, Padrón no fue ni el primero ni el único en vivir el misterio OVNI en la zona. Desde hacía más de un siglo, ya se venía hablando de misteriosas luminarias -luces de ánimas- pululando por ese litoral e, incluso, de “lebrillos voladores” vistos a plena luz, término usado por un cabrero que pastoreaba en la zona para describirle a Padrón el extraño objeto discoidal que había contemplado volando sobre la Montaña Roja.

un LUGAR DE PODER

La casuística OVNI es mucho más amplia. En los años ochenta, un técnico que trabajaba en un organismo oficial tuvo acceso a un documento gráfico que mapeaba el fondo marino de La Tejita. Frente a Montaña Roja y en apariencia reposando sobre el lecho marino, aparecía una gigantesca estructura circular sumergida que “no debería estar allí”. Una anomalía en toda regla sobre la que fue invitado a guardar silencio cuando comunicó su hallazgo. Muy cerca de allí, en El Médano, a mediados de los años setenta del siglo pasado, decenas de testigos contemplaron cómo descendía a escasos metros de la plaza, casi tocando suelo, un objeto discoidal de varios metros de diámetro. Fue al caer la tarde de un día de septiembre. Tras unos minutos, levantó el vuelo y terminó regresando en dirección a su punto de origen, Montaña Roja.

Para el antropólogo Fernando Hernández, con quien hemos diseñado una ruta por la historia y misterios de La Tejita que ya ha causado asombro en decenas de personas, “La Tejita y su entorno más próximo es un lugar de poder, sin ninguna duda. Los fenómenos luminosos que allí acontecen y los encuentros con OVNIs que la gente ha comunicado nos dan una pista de su condición anómala, pero hay más historias. Por ejemplo, las relativas a extrañas apariciones de personajes que inesperadamente aparecen y desaparecen como por arte de magia o la propia tradición del Hermano Pedro, que señala este enclave como un punto de transformación espiritual”.

Este último aspecto es muy relevante, pues es en la zona donde se ubica parte de la infancia y juventud de Pedro de San José Betancur, pasando largos periodos de soledad y contemplación mientras pastoreaba sus cabras. Se le atribuyen diversos prodigios, apócrifos sin duda, y la habilidad de escapar de los piratas cuando incursionaban en la zona en busca de esclavos. Lo que parece claro es que fue en esa época y lugar donde sintió la llamada, donde experimentó su despertar espiritual.

¿Es posible que el lugar y, quién sabe, la observación e interpretación de ciertos fenómenos extraños, desencadenaran su particular hierofanía? Quién sabe. Lo que está claro es que La Tejita y su larga relación con el misterio no dejan impasibles a quienes sintonizan con su magia.

En cada una de nuestras rutas allí, surgen nuevos casos comunicados por quienes participan. Y es que en pocos lugares tiene uno la sensación de que lo desconocido es inminente.

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