Lidia Domínguez es la primera maestra sorda signante de Canarias y España que ha ganado unas oposiciones. Desde hace dos años tiene su plaza en el CEIP San Fernando, en Santa Úrsula, aunque antes impartió clases en otros centros.
Lidia ha tenido que sortear decenas de obstáculos para conseguir su objetivo: ser maestra. En la universidad se topó con una gran dificultad: que los intérpretes de lengua de signos no estaban a tiempo completo. En la actualidad se enfrenta con una similar, no tiene uno de apoyo que le permita dar mejor sus clases y comunicarse de manera más fluida con el alumnado y las familias pese a que tiene reconocida una adaptación al puesto de trabajo, recogida en la normativa de funcionariado público.
El año pasado su intérprete llegó tras haberse iniciado las clases y permaneció hasta final de curso. A partir de ese momento, desde la Dirección del centro se solicitó a la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias los auxiliares educativos para el curso 2024-2025, no solo para ella sino para el alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo (Neae) y se volvieron a requerir a mitad de julio porque cambió el formulario y fue necesario hacer nuevamente la petición.
Las clases comenzaron el 2 de septiembre y el día 1, “a pesar de ser domingo, mandé toda la documentación vía correo electrónico para que no llegara tarde como el curso anterior”, asegura la directora del CEIP San Fernando, Laura Dorta García.
Y añade que la segunda semana de septiembre desde la Consejería mandaron otro comunicado para avisar que tenían que volver a solicitarlos con otro formato. “Posiblemente lo hayan hecho para alargar el tiempo”, opina.
Lo cierto es que a día de hoy, el intérprete de lengua de signos de Lidia no ha llegado y tampoco los dos auxiliares destinados al alumnado. “Pese a haberse solicitado a todos los departamentos de la Consejería todavía no tenemos respuesta”, apunta la directora. Tampoco la tiene Lidia, que lo ha pedido a título particular.
Lidia es tutora de sexto y además enseña Emocrea y Valores a otros cursos. Contar con este apoyo le permitirá dar mejor sus clases y comunicarse con mayor facilidad. Habla en un tono de voz muy bajo y puede entender lo que le dicen porque está siempre leyendo los labios, pero cuando no la miran, la comunicación se pierde por mucho esfuerzo que haga. Por ejemplo, si se organiza un debate en el aula, le resulta difícil poder enterarse de todo.
“Hay días que llego a mi casa con un dolor de cabeza tremendo por el desgaste físico y emocional que tengo que hacer a pesar de contar con todo el apoyo de los niños y de mis compañeros”, confiesa.
Toda la comunidad educativa del centro se ha implicado porque la falta de este intérprete perjudica también al alumnado dado que Lidia ha aportado un valor añadido, que es la posibilidad de aprender una nueva lengua y concienciarse con la inclusión, “y la Consejería también nos está privando de eso”, sostiene la directora.
Lidia coincide con sus palabras y agrega: “si queremos una educación de calidad, lo lógico es que nos den los medios para impartirla”.