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Música desde la diversidad: “Los aplausos en el escenario recompensan su esfuerzo”

El Centro Ocupacional Comarcal Isla Baja es el primero de Canarias que cuenta con un estudio de grabación profesional e inclusivo, un recurso que también pueden utilizar todos los músicos que quieran grabar allí sus proyectos

Ocho años hicieron falta para hacer realidad el sueño de contar con un estudio de grabación propio. Los usuarios y usuarias del centro ocupacional comarcal Isla Baja, en Buenavista, vieron cómo su aula de música se convertía en un estudio profesional, recurso que también pueden aprovechar todos los músicos que quieran grabar ahí sus proyectos.
La iniciativa partió de Rafael Muñoz, monitor del taller de musicoterapia y técnico de sonido del estudio Isla Baja, quien lleva 18 años vinculado al centro, primero como voluntario y luego trabajando como musicoterapeuta.

En este tiempo, montó con los chicos y chicas del taller de Musicoterapia un grupo de folclore y otro de batucada brasileña. Fue un amigo el que le sugirió que los grabara en un estudio, de manera más profesional. Al principio dudó, porque llevar a más de 20 personas con discapacidad a un espacio que no estaba adaptado, podía suponerles un estrés añadido. Consideró que, antes de someterlos a esa situación, quizás era mejor convertir el aula de música en un estudio profesional, que quedara como instalación para uso de toda la comarca y, además, sirviera como fuente de autofinanciación del centro ocupacional.
Esa idea empezó a fraguarse, Rafa, como lo conocen todos, comenzó a buscar financiación y, a cuentagotas, llegaron los apoyos, principalmente de particulares que creyeron en el proyecto, de entidades públicas que aportaron su granito de arena y la ayuda técnica de Hugo Westerdahl, que le dio las indicaciones para hacer un estudio “con el mínimo dinero posible y las mejores técnicas posibles”, recalca.

Este proceso cconcluyó el pasado sábado con la inauguración oficial para presentar a la población de la Isla Baja este recurso, que los chicos seguirán utilizando para grabar sus trabajos musicales y engrandecerlos, pero que también está abierto a toda la sociedad.
La presentación se transformó en un acto muy emotivo en el que se visualizó el trabajo de todos estos años, en los que se fue poniendo “pieza a pieza” para que el centro ocupacional Isla Baja sea el primero de Canarias en contar con esta herramienta. “Me parece muy curioso que la inclusión se esté dando desde el lugar de la discapacidad hacia el resto de la sociedad, cuando suele ser al revés. Ahora son las personas con discapacidad las que incluyen al resto, porque no existe ningún estudio de grabación profesional hasta Puerto de la Cruz”, sostiene.

Las posibilidades que ofrece la música son múltiples y Rafael y sus chicos han sabido aprovecharlas desde la diversidad. Las exprimen en cada sesión, le dan vueltas, se plantean retos y aprenden tocando los diferentes instrumentos. “Se enganchan porque les gusta ser parte de algo, sentir que pertenecen con sus logros”, subraya Rafa.
Acuden al taller los lunes y jueves. Se ocupa de cada uno de ellos de forma individual y, luego, cuando tienen ciertas habilidades desarrolladas y se sienten seguros de tocar con otras personas, los junta.

En el aspecto colectivo, “deben entender que el grupo funciona porque vamos todos en el mismo barco” y, para ello, resulta fundamental el compromiso que asume cada uno “porque, en general, la sociedad no se los da y ellos tampoco lo adquieren”. Para conseguirlo, su profe les hace ver las consecuencias que tiene cuando falta alguno de sus integrantes “y los temas no suenan como tienen que sonar”, explica.

Detrás también hay una gran implicación de Rafa, que diseñó ciertas adaptaciones técnicas que concretó Omar, herrero del municipio, para adecuar los instrumentos a las dificultades motrices de los usuarios para que nadie se quede sin tocar. Una de ellas es haber incorporado a una silla de ruedas una cuica (un instrumento de percusión) electrónica a través de bluetooth a un altavoz para que una persona con parálisis cerebral pueda mover su dedo y, sobre una tablet, hacer sonar los diferentes sonidos y unirse así al resto de la batucada.

Para el grupo de folclore, inventó un pequeño aparato de tres colores: rojo, amarillo y verde, cada uno correspondiente a un acorde. Con ese sistema, quien esté distraído o no tiene capacidad para concentrarse, el paso de un color a otro le indica el cambio de acordes.
La última pata de esta transversalidad pasa por el aspecto social, porque demuestran sus capacidades y ven recompensado su esfuerzo. “Esa actitud es la que quiero que incorporen: no da igual lo que hagamos, sino que hay que hacerlo cada vez mejor porque existe una responsabilidad que también pretendo que integren a otros aspectos de su vida”, enfatiza Rafael Muñoz.

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