san miguel de abona

Fallece a los 103 años Dolores Delgado, abuela del sur tinerfeño

La carismática vecina del casco sanmiguelero bromeaba sobre el secreto de su larga vida: “Será el hambre que pasé”, confesó en febrero a DIARIO DE AVISOS; el sepelio, hoy a las 12
Fallece a los 103 años Dolores Delgado, abuela del sur tinerfeño

El corazón centenario de Dolores Delgado Pérez dejó de latir en la madrugada de ayer. La entrañable vecina de San Miguel de Abona, una de las abuelas del Sur y de la isla de Tenerife, falleció en su domicilio familiar tras agravarse su estado de salud en los últimos meses, lo que le obligó a recibir en varias ocasiones asistencia médica y a ingresar en un centro hospitalario.


Su vida se apagó donde ella quería, en su casa del casco sanmiguelero, con sus más allegados y con todo su tino, como presumía a sus 103 años, cumplidos el 8 de mayo. El pasado viernes había recibido, con su amabilidad y predisposición habitual, la visita periódica del personal de ayuda a domicilio del ayuntamiento.


Doña Dolores, como la conocía el vecindario, recibió en febrero pasado a DIARIO DE AVISOS en su domicilio. “A mí me gustan estas cosas, las entrevistas, todo lo que sea conversar”, comentó con una expresión pícara antes de empezar a tirar del hilo de su prodigiosa memoria. En aquel encuentro, comentó que la muerte no pasaba por su cabeza: “Me llegará, pero yo todavía no pienso en ella, así que cuando venga, vendrá. De momento, rezo y tengo esperanza en que hay un dios y otro mundo mejor”.


La abuela sanmiguelera echaba de menos los años en los que su pueblo eran “cuatro casas” y los vecinos dejaban las puertas abiertas con las llaves puestas, “no como ahora, que aquí ha venido todo el mundo y la gente está como loca”. Tenía claro que “antes vivíamos más felices porque estábamos más tranquilos y, cuando se iba el sol, nos íbamos a dormir”. En sus años de juventud sufrió las “calamidades” de una época “muy dura”, que le obligó a “luchar y batallar cuando no había nada que comer ni comprar, porque no había trabajo, solo miseria y mucha hambre”.


Doña Dolores tuvo tres hijos (uno falleció el año pasado), 13 nietos, una quincena de bisnietos y una tataranieta, por los que rezaba todas las noches al Hermano Pedro, a la Virgen de Candelaria y “a todos los santos”. Oraba por ellos y “para que se acaben las guerras y la gente tenga trabajo”.


Se entretenía con la televisión y la radio, con los telediarios, las tertulias y la música, que escuchaba desde que se tomaba el cortadito mañanero con el que empezaba el día.

Disfrutaba con un “caldito”, un puré, un potaje de verduras molido, yogures, alguna que otra natilla y su leche con gofio. Aunque, cuando le preguntamos sobre el secreto de su longevidad, no dudó en responder con una sonrisa dibujada en su cara: “Será el hambre que pasé”.


Arturo González, alcalde de San Miguel de Abona, señaló ayer a este periódico que doña Dolores fue “todo un ejemplo de vida, una sanmiguelera con gran espíritu de sacrifico que, con sus 103 años, era toda una fuente de sabiduría y vivencias”. Por su parte, Nuria Marrero, concejal de Servicios Sociales, se refirió a la vecina centenaria como “un referente en el municipio, amistosa y dulce, que no entendía los tiempos modernos de la sociedad actual pero, con elegancia, trataba de adaptarse a ellos”.


El sepelio tendrá lugar hoy a las 12 desde la cripta de San Miguel de Abona al cementerio de esta localidad.

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