En menos de un año, La Orotava ha perdido dos de los cinco guardacantones o guardaesquinas que se conservan en su casco histórico, singulares elementos patrimoniales de madera de tea que desde hace más de 200 años protegen a algunos de los inmuebles más antiguos de la Villa. Muy pocas localidades de la isla de Tenerife tienen estas curiosas esquineras, vestigios del pasado de indudable interés etnográfico y arquitectónico.
Los guardacantones o guardaesquinas son unas piezas de madera que se colocaban en las esquinas de algunas casas solariegas para protegerlas de los roces de los carros. El profesor de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna Fernando Gabriel Martín, señala en su libro Arquitectura doméstica canaria, que eran unos “componentes ya utilizados en Castilla durante el Renacimiento en ciudades como Valladolid. También se ven en Cuba, donde a diferencia de los canarios, están decorados con temas vegetales. En las Islas son, por lo general, de madera, fuertemente empotrada en el muro y alcanzan unos dos metros de altura. Los más sencillos consisten en maderos clavados en la pared, casi sin labrar. Otros presentan tablas mejor cortadas y trabajadas. En algunos aparece un evidente gusto estético al ser moldeados como los balaustres, rematándose en bola. No fue, de todo modos, un elemento muy extendido”, concluye la reseña del profesor Fernando Gabriel Martín.
En el casco orotavense existían cinco guardaesquinas hasta hace poco tiempo. Uno de ellos,ubicado en el número 18 de la calle Tomás Zerolo, esquina con el callejón Ascanio, fue arrancado por unos vándalos en junio pasado, durante la noche del baile de magos. Por fortuna, los propietarios del inmueble encontraron el guardaesquinas arrancado, de un metro de longitud, aproximadamente, y podrán reponerlo en su lugar una vez restaurado. Se trata de una pieza de madera bien trabajada y adornada. Cinco meses después de este incidente vandálico no solo aún no ha sido repuesto, sino que días atrás se perdió otro de los guardacantones. Concretamente, el ubicado en la esquina entre las calles León y San Agustín, en la casona del antiguo Museo Tafuriaste. Un vehículo que bajaba por la calle León patinó sobre los adoquines mojados por la lluvia y al dar la curva se subió a la acera y arrancó de cuajo la protección de madera. El guardacantón quedó destrozado pero cumplió su misión: amortiguó el impacto del vehículo y las paredes de la casona quedaron intactas.
El área de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de La Orotava se ha dirigido a los propietarios de los dos inmuebles para requerirles que repongan los dos guardacantones, dado que se trata de elementos singulares de edificaciones englobadas en el área protegida del casco histórico de la Villa. No son un simple adorno urbano.
El historiador orotavense Sebastián Hernández Gutiérrez, que fuera profesor de Historia del Arte en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, habla de los guardaesquinas en una de sus numerosas publicaciones sobre el patrimonio de La Orotava. “Los propietarios de muchas edificaciones de esta Villa, especialmente -explica Hernández- las que se ubicaban en solares esquineros en los que confluían dos calles, optaron en los siglos XVIII y XIX por instalar un listón de madera para proteger las esquinas de sus casas de los golpes de los ejes y de las ruedas de los carros que rozaban continuamente las mencionadas esquinas al doblarlas”.
Esto sucedía con facilidad pues hay que tener en cuenta que muchas de las calles de la Villa siempre han sido muy empinadas y era frecuente que patinaran las ruedas de los carros cargados. Por estas calles, como la de Tomás Zerolo, o del Agua, era por donde siglos atrás circulaban los carros cargados de barricas de vino en dirección al muelle del puerto de La Orotava, actual Puerto de la Cruz.
En la actualidad, el conjunto histórico de La Orotava conserva cinco de estos guardaesquinas, “elementos de interés patrimonial como piezas del ornato público en épocas pretéritas”, según los definió el profesor Sebastián Hernández. Su tipología es común: una pieza de madera de entre uno y dos metros con la forma de una columnilla empotrada a la pared y coronada con una bola.
Uno está ubicado en la confluencia de las calles Doctor Domingo González y Salazar, adosado al número 1 de la primera, justo enfrente del molino de Chano. Está en una edificación de gran valor patrimonial, un buen ejemplo de arquitectura doméstica canaria, la casa González García, construida a finales del siglo XVIII, donde en el siglo XX residió el médico Domingo González.
Cerca hay otro guardaesquinas, en dirección a la Cruz del Teide, en el número 31 de la misma calle Salazar, esquina con la calle Claudio. Es mucho más pequeño y sencillo. Uno de los más elegantes y adornados es el que existía hasta ahora en el número 3 de la calle León, esquina con San Agustín. Protegía la esquina de una gran edificación del siglo XIX, de influencia clasicista, que fue sede del Museo Tafuriaste.
Bajando por la calle Tomás Zerolo, en el número 18, un caserón del siglo XVIII, se encontraba el mencionado guardaesquina vandalizado en las pasadas fiestas patronales, de menor tamaño y grosor que el resto, pero bien adornado y de estilo elegante.
Y al final de esta misma calle del Agua, en la esquina con la calle Viera, en la histórica Casa de Mesa (siglo XVI), se conserva el quinto guardaesquinas, de gran tamaño aunque más tosco y sencillo, sin bola en el extremo superior, seguramente por ser el más antiguo de todos. En este, al igual que en los de las calles doctor Domingo González y León, se pueden apreciar los enormes clavos que los fijan a la pared.