El Vaticano anunció a primera hora de ayer el fallecimiento del papa Francisco, un sumo pontífice que hizo historia en la iglesia católica al tratarse del primer jesuita y del primer hispanohablante de origen que ocupó este cargo. La causa de la muerte del argentino Jorge Mario Bergoglio a sus 88 años se relacionó a priori, ayer, con complicaciones de la neumonía bilateral que lo mantuvo ingresado dos meses desde el pasado 14 de febrero, si bien medios como Corriere della Sera apuntan a un posible ictus.
Sea como fuere, el también primer papa americano de la historia nunca visitó ni su Argentina natal ni tan siquiera España, país donde se formó durante un año (1970-1971) en una residencia jesuita. Sin embargo, manifestó en varias ocasiones su ferviente deseo de volar hacia Canarias.
La clave de todo radica en que, para Francisco, teniendo en cuenta que su antecesor Juan Pablo II inició una actividad viajera amplísima que luego continuó Benedicto XVI, sus desplazamientos oficiales debían reservarse a países y regiones que destacasen por albergar a más desfavorecidos o donde tuvieran lugar crisis humanitarias.
Por eso, sí que visitó hasta en cinco ocasiones distintos países de África y, por la misma causa, quiso venir a las Islas ante la tragedia que supone la llamada ruta atlántica, que tantas muertes y sufrimiento origina. La expresión de tales intenciones incluso generó críticas entre políticos españoles que hoy siguen negando su apoyo a las Islas en la acogida de menores extranjeros no acompañados.
El papa Francisco expresó tales deseos tanto a bordo de un avión ante los enviados especiales a un desplazamiento como con motivo de una visita al Vaticano del presidente de Canarias, Fernando Clavijo, y a distintos dirigentes de la Iglesia en España, entre ellos el obispo auxiliar de Las Palmas, Cristóbal Déniz.
Progresismo moderado
Al igual que sus antecesores, Francisco fue un feroz crítico con las guerras, pero la polarización actual en la política mundial lo hizo un objetivo claro de las fuerzas conservadoras al tomar decisiones progresistas en una institución tan anclada en el pasado, como fomentar el papel de la mujer, exigir respeto a colectivos perseguidos como los homosexuales o, aunque parezca mentira, fomentar la autocrítica interna en los múltiples casos de pederastia acaecidos en el seno de la iglesia católica.
Tal imagen progresista contrasta con la visión que de Bergoglio tienen no pocas víctimas de la dictadura argentina, que siempre han considerado su postura ante la represión ejercida por los militares contra la población en aquella época (1976-1983) cuanto menos de controvertida en algunos casos, como por ejemplo la desaparición de dos jesuitas, acusaciones que el ahora fallecido siempre negó.
También se le reclama que no impulsara con mayor decisión la igualdad de la mujer, al no aceptar su ordenación como sacerdotes, si bien es palmario el impulso que supuso varias de sus designaciones en el seno de la iglesia católica.
Se ha ido el papa que Dios fue a buscar al fin del mundo.