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Una turista británica viene a Tenerife por la playa, pero lo que descubre en la Isla le deja sin palabras

Lo que vivió en lo alto del Parque Nacional del Teide fue mucho más que eso
Canarias recibió durante 2024 un total aproximado de 17,3 turistas. Fran Pallero
Aeropuerto Tenerife Sur-Reina Sofía. Fran Pallero

En un reportaje publicado por el diario británico The Sun, la redactora Thea Jacobs narra su reciente viaje a Tenerife, una isla que —como ella misma escribe— le regaló “uno de los cielos más impactantes que he visto en mi vida”. Aunque su idea inicial era disfrutar del sol y el surf, terminó protagonizando una experiencia emocional bajo las estrellas que, según sus propias palabras, la hizo sentirse “minúscula” frente al universo.

Jacobs comenzó su recorrido en el sur de la isla, con una sesión de surf en Playa de Las Américas. La periodista se apuntó a una clase en una escuela, donde por 35 euros vivió el reto de aprender a coger olas en mar abierto. Aunque admite que sus familiares lo hicieron mejor que ella, consiguió deslizarse por primera vez sobre una ola, lo que calificó como “una sensación de euforia”.

Después, cambió la tabla por una montura y se adentró en el paisaje rural de la isla a lomos de un caballo, disfrutando durante hora y media de un paseo guiado con vistas al océano, por el mismo precio que la clase de surf.

Pero el momento que cambió el tono de su relato llegó al embarcarse en una excursión. Junto a su pareja y otros turistas, ascendió en autobús hasta los 3.715 metros de altitud para adentrarse en el corazón del Parque Nacional del Teide, donde el aire es más fino, el cielo más limpio y las sensaciones más intensas.

Durante el trayecto, el guía Jesper compartió leyendas guanches, habló del demonio Guayota, del origen volcánico de la isla y de cómo la antigua estructura de Las Cañadas se derrumbó para dar paso al Teide actual. “Las vistas sobre los campos de lava me hicieron sentir que estábamos en Marte”, cuenta Jacobs, impresionada por los paisajes rocosos de los Roques de García.

La excursión incluyó una cena en el restaurante Papillon, el más alto del parque nacional, y una sesión de astronomía al aire libre. Con ayuda de punteros láser y telescopios, los visitantes aprendieron a identificar constelaciones como Orión, Tauro o Géminis, y observaron planetas como Júpiter y nebulosas invisibles a simple vista.

“Sabemos cómo suena Twinkle Twinkle Little Star, pero nunca había visto estrellas brillar así”, confiesa en su crónica.

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