Cantante e investigadora del patrimonio oral canario, Fabiola Socas ha hecho de la música un canal de reivindicación cultural. Su trabajo abraza lo emocional y lo ancestral, y su presencia en Minuto 33, el espacio de Atlántico Televisión dirigido y presentado por Carmelo Rivero, nos ha aportado claves para comprender una Canarias que canta su historia.
-Hace mucho tiempo que no estábamos juntos.
“Hace un tiempo, pero, bueno, tú siempre estás presente de alguna manera.”
–Fabiola, cuéntame, sé que estás haciendo cosas. Acabas de sacar el disco de ‘Postal a Venezuela.’ Es un CD precioso, muy cuidado, Un disco que rebosa canciones.
“Es un doble CD, con un libreto. Además, sí que hemos cuidado la edición, porque nosotros pensamos que son casi objetos de coleccionista. La gente que te pide tu disco después de un concierto es que realmente quiere tener ese objeto. Cuando uno lo ofrece, dices, bueno, no se preocupen, si no van a cuidar de él, no lo tengan. El CD incluye un código QR. Mucha gente nos dice: no tenemos reproductor de CD, pero nos gusta el objeto, porque tiene un libreto con todas las letras, está incluso con su título en braille en la portada. Estamos muy comprometidos con eso. Con el QR puedes acceder y encontrar toda la información del libreto, las fotos…Además hay un video del making of que hicimos, de cómo grabamos el trabajo, en fin, está muy completo, la verdad.”
– Has citado el braille, y se cumplen 200 años de un descubrimiento que, a las personas como tú, que tienen que desenvolverse sin el sentido de la vista, les ha salvado la vida.
“Hasta hace apenas 200 años, las personas ciegas no teníamos acceso a la lectura. Éramos oralistas, transmisores de cultura a través de la palabra hablada, y aunque el analfabetismo se puede cuestionar – porque hay mucha sabiduría en quienes no saben leer-, poder acceder a los libros amplía el horizonte del pensamiento y del alma. Las bibliotecas son como boticas: guardan los remedios que necesitamos para nuestro crecimiento interior.Y todo eso fue posible gracias a un niño de 14 años, Louis Braille. Se quedó ciego tras clavarse una lesna en el taller de su padre talabartero, y, paradójicamente, esa misma herramienta -símbolo de su accidente- se transformó en el punzón con el que ideó el sistema braille. Lo que fue un instrumento letal, se convirtió en una llave maravillosa para acceder a las palabras. Por eso, quienes somos ciegos lo adoramos: nos dio el poder de leer, de escribir y de ser parte del mundo de las ideas.”
-En cierto modo, es como recuperar la vista de otra manera. ¿En las nuevas tecnologías has encontrado barreras o cada vez hay menos?
“Hay menos barreras. Antes no podía jugar a videojuegos y solo probaba el ‘joystick’ sin entender mucho, pero hoy en día casi todos los juegos y consolas se están adaptando. Además, con dispositivos como las líneas braille conectadas por bluetooth puedo usar mi móvil y ordenador para muchas cosas.”
-Esto es una gran ventaja, los tiempos cambian y tú estás al día, mucho más que yo con toda seguridad.
“No estoy al día en las redes sociales, Carmelo; no me gustan mucho. Escribo poco y, aunque quiero mucho a la gente, prefiero el contacto físico: tocarla, abrazarla. Contar la vida en un ciberespacio desconocido no es lo mío, no soy de esas generaciones.”
-Hace tiempo hablamos sobre cómo afrontaste tu ceguera. Recuerdo que hablamos de un posible experimento para recuperar la vista y tú no parecías muy amiga de participar…
“Sí, tendría que pensarlo mucho, porque nunca he visto y tendría que reaprender todo desde cero, dejando de lado las percepciones que me han servido.”
-¿Cómo es la compañía de tu perra, que está contigo en esta entrevista?
“Mi perra, Orlee, ha cambiado mi vida, es mi compañera y maestra, un vínculo muy especial.”
– ¿Tu perra tiene alguna melodía favorita? ¿Cómo reacciona en tus conciertos?
“No sé si tiene favorita, pero reacciona cuando la gente aplaude.”
-Llevas mucho tiempo con ella, ¿no?
“Diez años y medio, llegó antes de que me fuera sola a Barcelona.”
-Cuando fuiste a Sabadell, ¿cómo te las arreglabas sin tu perra, sin tu familia?
“Fue fácil; estuve en un centro de rehabilitación, donde aprendí movilidad y tecnología. También grabé en Madrid con Olga Cerpa y Manolo González.”
-Conocí a un compañero de estudios que era ciego y nos tenía en estado de alerta. Vivía solo, sin bastón, sin perro… ¿Qué opinas?
“Cada persona es un mundo; yo recomiendo el perro guía por la autonomía que da, pero no es para todos.”
-¿Cuánto quieres a tu perra?
“La adoro como a mi vida.”
-Ahora está de moda meditar, cerrar los ojos y respirar. ¿Tú practicas ‘mindfulness’?
“Sí, me ha ayudado mucho, sobre todo para prestar atención y evitar golpes. Es un ejercicio diario.”
-¿Sabes que hay un nuevo sentido que la neurociencia está dando a conocer? La propiocepción. El cerebro le dice al cuerpo que está en equilibrio. Al parecer, es un sentido autónomo que siempre estuvo ahí.
“Sí, yo creo que hay muchos más de cinco sentidos. Cuando te falta uno, desarrollas otros. En mi caso, uso mucho la ecolocación: a través del eco de mis pasos y sonidos, percibo el entorno, sé si hay una pared, si la calle es estrecha… No es solo el bastón o el perro, también es la escucha.
-Y con los ojos cerrados, ¿has percibido alguna imagen en el vacío?
“Sí, claro. Todos creamos nuestras propias imágenes. Los colores son también una construcción. Yo me imagino el mundo según olores, sonidos, texturas… y mucho a través de la poesía.”
-Ahora que mencionas la poesía, hiciste una gira con Elsa López, con su obra ‘El viento y las adelfas’, ¿no?
“Sí, inolvidable. Elsa me caló hondo. Recuerdo que la primera vez que la oí recitar, subí al escenario llorando, no podía tocar el piano. Fue muy emocionante.”
-Te he escuchado decir que tú no solo cantas, sino que lloras las canciones.
“Sí. Hay que salir llorada de casa. Para poder cantar con emoción, primero hay que vivirla. Una vez canté para pacientes de cáncer y fue durísimo contener las lágrimas. Ensayé muchas veces para poder sostener la canción sin quebrarme.”
-Cuando tu padre murió en la pandemia, no solo hablabas de la pérdida de alguien muy querido, también de que no se van del todo. ¿Sientes que sigue contigo?
“Sí. Siempre pensé: no voy a dejar que te vayas del todo. Lo sentimos presente, lo nombramos mucho. Cantar canciones de los Chincanayros como hago en un nuevo proyecto que sale en octubre, me conecta con él y con mi tío. No intento imitarlos, sino ser un canal para que sigan cantando a través de mí.”
-Y cuando recuerdas cómo cantaba tu padre, ¿vives la música de forma especial?
“Claro. Compartimos tantas complicidades… En casa hacíamos música en familia, entre risas y guitarras. Yo me sentía protegida, parte de una tribu. Eso marca tu forma de salir al mundo.”
-Y tú eres muy consciente de tus raíces. ¿Te sientes feliz en tu tierra?
“Mucho. Doy gracias por tener refugio, por vivir aquí. Pero también pienso que no siempre podremos hacerlo: hay quien es expulsado de su tierra sin pudor.”
-¿Te disgusta lo que está pasando con las deportaciones de inmigrantes?
“Mucho. No se puede mirar para otro lado. Es una irresponsabilidad no implicarse. Hay gente que apoya estas posturas sin recordar que ellos mismos pudieron haber sido expulsados.”
-Sé que estabas en un grupo canario-amazigh, de clara influencia africana. ¿Sigue en activo?
“No, el grupo se disolvió. Pero trabajamos años y me dolería que el disco que dejamos quedara guardado. Sueño con verlo publicado. Siento un profundo respeto por Alberto y Luisa, mis maestros.”
-¿Y aquella niña que cantó a los cinco años en el cine Apolo permanece presente en ti?
“Sí, la quiero mucho. Convive con la mujer que soy. Me encantaría ser millonaria en tiempo, porque ahora juego más que de niña. Gracias al braille y a la ONCE, hago cosas que antes no podía. La niña está más presente que nunca.”
-Hablábamos antes del llanto ante el público. ¿Cómo cantas en los momentos más difíciles?
“Cantar en funerales o despedidas es muy duro. A veces lo hago llorando. Me encomiendo a lo que me sostiene – Dios, la persona ausente…-. La voz sale con dificultad, pero sale. Cantar es también una forma de estar.”
-El folclore te llegó a cansar un poco, ¿verdad? Creo que me lo comentaste alguna vez, porque estabas rodeada de folklore en la familia y en la tele con ‘Tenderete’…
“Sí, porque en los medios se repite una versión superficial del folclore. Pero cuando descubrí los Ranchos de Ánimas o conocí a Carmen Nieves Luis, entendí que el folclore auténtico conecta con las raíces del mundo, no solo de Canarias. Eso me marcó para siempre.”
-Es un amor de por vida, como sueles decir. ¿Con qué música te duermes?
“Tengo un tocadiscos y una colección de vinilos. Nunca estoy sola: me acompañan voces como María Callas, Streisand, Jobim, Dacio, Debussy o Bach. Pero sí, últimamente necesito mi dosis de María Callas. Y espero que este año salga un trabajo precioso sobre el arrorró, con más de 200 recopilados. Hay tanto por aprender…”
-Como despedida, ¿nos regalarías algún estribillo?
“¿Y si te cambio el estribillo por una décima?”
-También.
“La compuso nuestro querido Yeray Rodríguez Quintana por el bicentenario del braille:
“Para hacer que sin ver vieran
logró Luis Braille, un francés,
ciego desde la niñez,
el que los ciegos leyeran.
Que las letras puntos fueran,
igualó lenguas y credos,
y dejó atrás viejos miedos,
al establecer un pacto
entre el relieve y el tacto,
para leer con los dedos.”
-Preciosa décima. Muy oportuna en este bicentenario de un invento prodigioso que hace posible, como dice Yeray, que los ciegos sin ver, vean. ¡Lo que ha logrado don Louis Braille!
“Cuánta compañía nos ha dado ese señor.”






