La historia de los refugiados vietnamitas en Tenerife

Hace 35 años la Isla acogió a cuatro familias, 15 personas en total, que habían emprendido la huida en una pequeña embarcación, sorteando monzones, piratas y playas cerradas

Por Zenaido Hernández

Éramos jóvenes y no podíamos aceptar aquello para toda la vida. Queríamos escapar, no importaba a dónde. España, y mucho menos Canarias, no existía”. Hai Nguyen Dinh y Nga Bui Ngoc, su esposa, él con 26 años y con 21 ella, llegaron a Tenerife el 21 de enero de 1981. Formaban parte del grupo de refugiados vietamitas que acogió España en respuesta a la crisis humanitaria, los boat people, que desde 1975 se estaba produciendo en aquel país, el éxodo de más de dos millones de seres humanos que se hicieron a la mar en frágiles embarcaciones, sorteando monzones, piratas y playas cerradas.

Tenerife acogió a cuatro familias, 15 personas en total, que alojó en el Balneario, residencia José Miguel Delgado Rizo. Han transcurrido 35 años y Hai y Nga, sus cuatro hijos y dos nietos, forman parte de la sociedad tinerfeña. Cuando llegaron, les visitó DIARIO DE AVISOS; José Luis García y Gustavo de Armas relataron sus primeras impresiones: sonrisas y esperanza, junto a la curiosidad. Quedó atrás la angustia y la tensa aventura.

El Viet-Nam, que todos llaman el vietnamita, en la Rambla de Pulido esquina al Pasaje de Sitjá, goza de merecida popularidad. En la Rambla son frecuentes las colas para pedir bocadillos, hamburguesas, perritos … y bebidas. La clientela, eminentemente juvenil, sabe que no hay límite horario. El restaurante, por Sitjá, ofrece cocina tradicional a una selecta clientela.

Hai expone sobre la mesa sus recuerdos, recortes de periódicos y fotos que Moisés Soler, de la Asociación Cultural Tu Santa Cruz, le ha pedido para facilitar la entrevista. Están celebrando el primer cumpleaños de Noah, hijo de Tot. Han habilitado juegos infantiles; ”muchos son hijos de los amigos de siempre, compañeros del Hispano Inglés”.

“Estuvimos durante meses planeando la salida. Corríamos muchos riesgo pero no podíamos aguantar más”. Hai se esfuerza por mantener la sonrisa. “Mi padre era policía en Saigón y yo trabajaba en los astilleros, dónde me especialicé en radiotelegrafia. Tot tenía unos meses, había nacido en septiembre. Atrás dejábamos a nuestros padres y hermanos. Con mucha cautela subimos en la noche a un barco de pesca; éramos 115 personas. Navegamos por el río durante un día y dos noches; pasando luego a un barco un poco mayor y nos adentramos en el mar hasta que nos socorrió un pesquero ruso y luego a otro barco mercante que transportaba azúcar, con él que llegamos a Filipinas”.

Nga Bui asiente con la mirada. Dice que durante todos estos años no hay día que ese recuerdo deje de acompañarle. Llevaban combustible, agua y algunas provisiones, todo muy racionado. “Me veo ahora en la piel de los sirios y de otros pueblos que sufren la guerra y tratan de escapar del horror. Es como una pesadilla interminable. Antes nosotros, ahora ellos. Somos siempre moneda de cambio”. Han visitado Vietnam en dos ocasiones y han ayudado a muchos a salir. “Estamos siempre comunicados”, De los 12 hermanos de Hai 9 están fuera, 5 en Tenerife y los otros en Estados Unidos y Canadá. Los hermanos de Bui permanecen el Vietnam, así como sus padres.

Tenerife llegó a sus oídos cuando estaban en Cádiz. España preparaba su acceso a la OTAN y autorizó la entrada de un grupo de refugiados vietnamitas; inicialmente se habló de 1.700 pero se redujo a 400. “Nuestro interés era llegar a Estados Unidos, como la mayoría, pero el visado lo daban tras dos a tres años. España lo ofrecía sin dificultad, así que no lo dudamos.”

El fútbol, con el Madrid y el Barcelona, era la única referencia. En Cádiz les comunicaron que vendrían a la Isla junto a otras tres familias. “Nos echamos a temblar. Para nosotros Isla era cárcel, dónde iban los que detenían cuando trataban de escapar. Llegamos en avión al Sur y luego en guagua a Santa Cruz. Nos mirábamos al ver el paisaje seco, pero despertamos con alegría al entrar por la piscina municipal. Luego vino el acogimiento de amistad en el Balneario, que por un tiempo fue nuestra casa”.

Surgen nombres, personas que les tendieron la mano: Manuel González Hernández, en la calle de San Martín, “que me dio trabajo en repartir cervezas, embalar papas, limpieza de coches; “Pepe Hernández, que tenía el bar del Balneario y su esposa Guadalupe, con sus hijas e hijos, que nos ayudaron siempre; nuestro trabajo en el restaurante Don Kinh, luego en Vitabana. Con ayuda de Wigberto Ramos arrendamos este local, que luego pudimos comprar. Aquí somos felices y nos sentimos canarios”.

[su_note note_color=”#d0d3d5″ radius=”2″]Cuando los hijos y nietos hablan y sienten en canario…
No olvidan el origen pero Tenerife es su casa. “Somos gente de fe y de palabra. No hemos hecho otra cosa que trabajar y así pudimos traer a hermanos y primos. Unos están en Santa Cruz, en el Puerto y en el Sur. A otros los hemos ayudado a salir a diferentes países. Nos esforzamos en dar la mejor educación a nuestros hijos, que son tan de aquí como cualquiera. Tot, que vino de meses, se formó en Suiza en administración y dirección de hoteles y ha vivido en Brasil, Guayarmina Cam Tu, la primera que nació aquí, ha estudiado turismo, Cam Trinh se ha formado en el mundo de la empresa, y el más pequeño, Tai Nguyen, es ingeniero informático y vive en Londres. Tengo un nieto, Borja, hijo de Guaya, que es excelente en el deporte. Nos hacen felices porque son buenas personas”.[/su_note]

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