Daris Eudel Hernández no podía imaginar que su vida podría servir como guion cinematográfico, cuando a los cinco años de edad y tras la muerte de su padre se trasladó con su madre y sus cinco hermanos hasta La Habana. Nacido hace 76 años en el seno de una familia de emigrantes palmeros en Cuba, Eudel tuvo que ponerse a vender caramelos y peines en la calle y en las guaguas para ayudar a la familia, en una época en la que la isla caribeña ya empezaba a sufrir las tensiones y enfrentamientos que acabarían llevando al Gobierno al comandante Fidel Castro.
Gracias a la nueva pareja de su madre, el joven Daris Eudel conoció el mundo de los medios de comunicación, ya que su padrastro era distribuidor del diario Granma, el periódico oficial del Partido Comunista cubano. “A los 16 años me independicé laboralmente y empecé distribuyendo ya como empleado del diario”, explica. Por su seriedad y responsabilidad en el trabajo, al poco tiempo le asignaron una misión “muy especial”, como era estar al servicio del buró político de la isla, la máxima autoridad a nivel ideológico del partido y del Estado cubano.En concreto, Eudel era el encargado de llevarle cada noche a Fidel Castro la prueba de edición del periódico,que el comandante miraba con lupa y corregía a su antojo. “Él censuraba lo que quería, y cuando hacía los cambios yo volvía para que se tirase la última prueba, que luego Fidel supervisaba en la propia rotativa”, agrega el emigrante.
De esa época, Eudel recuerda a con aprecio a Celia Sánchez, una de las colaboradoras más cercanas de Fidel Castro hasta su muerte y la primera mujer que ocupó la posición de soldado combatiente en las filas del Ejército, además de secretaria de la Presidencia del Consejo de Ministros de Cuba. “Siempre me decía si quería comer algo mientras esperaba que el comandante hojease el diario, pero yo nunca tomaba nada, entre otras cosas porque me impresionaba mucho aquel despacho y el propio Fidel”. Su discreción y buen hacer le hicieron progresar en Granma, hasta el punto de que el entonces director del diario, Jorge Enrique Mendoza, le sugirió que hiciera un curso de periodismo para mejorar su posición y conseguir un empleo mejor. “Yo solo había estudiado hasta 4º de Primaria, pero me apunté en la Universidad Libre y me matriculé en los dos primeros cursos. Los hice en un solo semestre, a pesar de que seguía distribuyendo de noche el periódico y también tenía una carpintería en mi casa para ganar unos cuantos pesos más. En dos años acabé los seis cursos, porque siempre me habían gustado mucho las letras y he leído mucho”, subraya Eudel.
Con su título de Periodismo bajo el brazo, optó por una plaza en la sección de deportes, y se especializó en boxeo y atletismo. “Fui a cubrir las Olimpiadas de México’68 y me cogió el terremoto en el piso 24 del hotel México Hilton, que se fue abajo una hora después de que nos desalojaran”, expone. Pese a que le gustaba su trabajo, Eudel siempre fue un poco inconformista, y fue precisamente ese deseo de cambio el que lo trajo a Canarias a principios de 1990. Vino, eso sí, engañado por las promesas de un primo palmero que le dijo que cobraría parte de una herencia familiar en la Isla Bonita, algo que nunca ocurrió. “Renuncié al trabajo y me vine con mi exmujer a La Laguna. Solo pude sacar 100 dólares en los zapatos, porque no dejaban sacar nada. Si salías para el exterior como inmigrante definitivo, todo lo que tenías se lo quedaba el Estado”, relata Eudel, quien niega la famosa leyenda urbana de que Cuba no deje salir a sus ciudadanos. Eso sí, asegura que en su época “podías estar hasta 11 meses fuera, pero si te pasabas un día, te confiscaban todas tus propiedades”.
Ya en Tenerife, y al comprobar que su familia palmera no lo ayudaría, Eudel tuvo que buscarse la vida. Al principio tuvo suerte, porque un señor al que aún hoy llama”padrino”, le alquiló una habitación y le ayudó mucho. Incluso lo contrató para que le hiciera algunas reformas en la casa, lo que le permitió alquilar una casa en La Cuesta, cerca del hospital. “Esa casa tenía un local y monté una peluquería. Contraté a una chica, pero me estafó y me robó todos los productos. Traje a mi hijo de Cuba cuando tenía 16 años, y también a un hermano mío que tenía problemas con el fisco en Estados Unidos”, expone.
Tras cerrar la peluquería, se metió a llevar un restaurante junto con otro cubano, que un día desapareció y le estafó 120.000 euros. Sus contratiempos, en cualquier caso, no se quedan ahí. Fue contratado como conserje en el edificio Nivaria, pero a los dos años tuvo que marcharse tras denunciar que unos inquilinos estaban plantando marihuana”. La comunidad no quiso saber nada, y al final me echaron la culpa a mí y tuve que irme. Renuncié a la indemnización a cambio de que me dieran los papeles del paro”. Fue ahí cuando su situación empezó a complicarse de verdad. “Se me acabó el paro y tuve que volver a buscarme la vida. Compraba ropa barata y me iba a Cuba a revenderla. Volvía, pagaba el alquiler de la casa, esperaba un tiempo y me volvía a ir”. Así se mantuvo durante unos años, hasta que tras uno de los viajes se encontró que su mujer lo había denunciado por cobrar la pensión estando en el extranjero. “Te permitían estar fuera hasta 3 meses, pero me pasé unos días. Cuando regresé, mi mujer me había denunciado y se había ido. Por muchos papeles que entregué, incluso el certificado de defunción de mi madre, no sirvió para nada y me retiraron la ayuda. Además, la Seguridad Social me reclamó más de 2.800 euros que gasté en Cuba, porque no podía gastarla pensión fuera de España. Era algo que no sabía, y tampoco que no podía solicitarla de nuevo hasta dos años y medio después”, asevera Eudel.
Su casera le permitió seguir viviendo en el piso de alquiler a cambio de hacer el mantenimiento del edificio. Pero cuando llevaba dos años en esa situación, le dio tanta vergüenza que decidió marcharse. “No lo veía justo, porque ella podía ganar dinero y en cambio yo le debía más de 6.000 euros”. Con una maleta y unas pocas pertenencias, Eudel se convirtió en un sin hogar. Estuvo un tiempo viviendo en el último sótano del Intercambiador de Santa Cruz, que estaba en obras. Luego se trasladó a un coche abandonado aparcado cerca del Auditorio. También estuvo dos meses en el albergue. “Un día, en el comedor de las monjitas de La Noria, un trabajador social me puso en contacto con la gente de Cáritas, y él mismo me hizo una solicitud para entrar en Café y Calor, allá por 2012”. Desde entonces, ha estado en varias etapas en el recurso alojativo de la entidad diocesana, que lo ha ayudado económicamente para poder regresar a Cuba y para resolver su situación administrativa. En 2016 empezó a cobrar de nuevo la ayuda de 288 euros, que no obstante todavía no le da para poder alquilar una vivienda. Confiesa que para los años que le quedan de vida su única ilusión es poder traerse a su nueva pareja de Cuba y lograr una casa donde vivir con ella. Acostumbrado a soportar los muchos golpes que le ha dado el destino, Eudel deja claro que”con muy poco se puede ser feliz”.
La muerte del comandante y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca
Eudel estaba en Cuba cuando falleció el comandante Fidel Castro. Según explica, los nueve días de duelo nacional quizá fueron “los más tranquilos de la historia” del país. “No hubo ni represión ni opresión, como contaron algunos medios en el extranjero. El pueblo de Cuba es revolucionario, pero es más “fidelista” que transgresor. Fidel no fue un dirigente populista, sino realista. Lo primero que hizo cuando llegó fue darle la propiedad de la tierra a los más explotados, por eso lo llamaron populista. Y también mejoró mucho la educación y la sanidad, en la que Cuba está considerada una potencia mundial”, recalca el emigrante caribeño, quien deja claro que “en Cuba hay muchas necesidades, pero no hay miseria. No hay personas buscando comida en los contenedores, ni descalzas, ni durmiendo en la calle, como sí ocurre aquí en España”.
En su opinión, “el bloqueo ha sido el verdadero talón de Aquiles del país. Estados Unidos sanciona a bancos y empresas que quieren trabajar con Cuba, y eso ha hecho mucho daño. Con Obama se maquilló la situación con el decreto de levantamiento del bloqueo, pero en la realidad no ha sido así”.
Ahora, con Donald Trump en la Casa Blanca, Eudel afirma que la gente no sabe si avanzarán las relaciones que se habían abierto con Estados Unidos, porque durante la campaña Trump ya dijo que había que revisarlas. “Y Raúl Castro, en su felicitación tras ganar las elecciones, le dejó claro a Trump que la soberanía y la independencia de Cuba eran innegociables. Así que veremos, pero hay mucho temor”, concluye.