teatro

“Adaptar a Shakespeare o a Lope es como recibir de ellos clases magistrales”

José Padilla mostrará su mirada acerca de 'Medida por medida', un texto shakesperiano de difícil clasificación, el 30 de septiembre en el Teatro Guimerá
José Padilla. | VANESSA RÁBADE

José Padilla es un viajero en el tiempo. Su trabajo -su pasión- le lleva un día a viajar a la Inglaterra del siglo XVII y transitar los mismos caminos que recorrió William Shakespeare. Quizás unos días después nos lo encontramos en la España de Lope y Cervantes, o puede que en la Rusia del pasado siglo. Sin embargo, el actor, director y dramaturgo tinerfeño también suele pasar largas temporadas en el siglo XXI para proponernos textos salidos de su imaginación. El 30 de septiembre, ese peregrinaje le traerá al Teatro Guimerá, donde nos mostrará su mirada acerca de Medida por medida, un texto shakesperiano de difícil clasificación.

-Han coincidido recientemente en España tres montajes suyos: la adaptación de Medida por medida, de William Shakespeare; un texto de su autoría, Las crónicas de Peter Sanchidrián, y El rufián dichoso, de Miguel de Cervantes. Esta especie de viaje en el tiempo, del siglo XVII al XXI, no es nuevo para usted…
“Toda mi carrera se ha desarrollado en ese viaje entre siglos. Es trabajoso, porque tiene su miga, pero en realidad es exactamente lo mismo: teatro. Le propones al público una historia y se la cuentas. Y eso es así desde hace unos 30 siglos. Da igual que maneje textos de Cervantes o de Shakespeare, o uno de mi cosecha. El objetivo es idéntico: tratar de llevar una idea al escenario y que el público lo disfrute”.

-A finales de septiembre presenta en el Teatro Guimerá Medida por medida. ¿Cómo concibe la adaptación, la puesta al día de un texto clásico?

“Shakespeare, como decía, facilita las cosas. Y eso que Medida por medida se suele considerar una obra problema, pues requiere un tratamiento especial, al enlazar de una página a otra la tragedia desgarrada y la comedia hilarante, lo que puede aturdir al principio. Pero por eso mismo es una obra muy contemporánea, una mezcla de géneros. Y es algo que ocurre cada vez más, no solo en el teatro, también en el cine, en la televisión, en la novela. Son medios que se pliegan a una forma de hacer que un genio como Shakespeare ya descubrió en el siglo XVII”.

-¿Y de qué nos quiere hablar Shakespeare en esta ocasión?
“El argumento alude a cosas que al ciudadano del siglo XXI le tocan. Habla de la corrupción en todas sus facetas, de la perversión en el uso del poder, de cómo te puede cambiar. Y eso, por desgracia, está a la orden del día”.

-¿Llega a influirle el vínculo emocional cada vez que tiene la oportunidad de presentar su trabajo en Canarias, en Tenerife?

“Sin duda. Venir aquí con mi trabajo no es algo que he podido hacer con asiduidad, por lo que cada vez que me ha ocurrido es una alegría enorme. Me crie en la calle Ángel Guimerá de Santa Cruz, con lo cual poder representar una obra en un espacio tan bello como el Teatro Guimerá, que para mí representa tanto, supone primero un honor, y luego, de alguna forma, es también una recompensa. Me reconforta compartir con mi gente el trabajo que hago. Porque es verdad que me siento muy afortunado, que puedo mostrarlo a públicos de todo el país, y también de fuera de España, pero sin duda constituye algo muy especial poder ir a mi tierra y hacerlo en el Guimerá”.

-Háblenos de Las crónicas de Peter Sanchidrián, de su transbordador intergaláctico y de ese mundo que se aproxima al Apocalipsis.

“Las crónicas de Peter Sanchidrián plantea que el fin del mundo es aquí y ahora, y precisamente los espectadores que están viendo la función son los que se van a poder salvar de la quema porque han adquirido su billete para escapar en la nave de Peter Sanchidrián. Pero claro, al meter a un grupo de seres humanos en una nave, se producen muchas cosas buenas y otras que no son tan buenas. Es una fantasía cienciaficcionesca total: habla de nuestra capacidad para amar, pero sobre todo para desamar y del dolor que eso supone. Todo en clave de comedia, no nos hemos cortado en ese sentido, pero creo que también se propone una reflexión que está detrás del humor”.

-Es un lugar común hablar de la crisis del teatro, pero no cabe duda de que la cultura no ha escapado de estos años de recortes. ¿Se aprecian ya en su oficio los famosos brotes verdes de los que hablan los más optimistas?

“Es pronto para verlos, por lo menos fuertes y sanos. Pero igual que desde que llegó esa lacra del 21% del IVA mucha gente ha dejado la profesión y han mermado mucho las propuestas, confío en que con la rebaja al 10% todo mejore en el futuro. Aunque más allá de lo económico, que ha sido un desastre absoluto, sin duda, nuestro teatro dispone de muchos recursos en el sentido de la creatividad. Vivimos una época brillante en ese aspecto. El nivel de nuestros directores y directoras, dramaturgos, actrices y actores es tremendo. Llevo veintipocos años en esta historia y creo que estamos en un gran momento”.

José Padilla y las actrices. | VANESSA RÁBADE

-¿Cómo concibe su vertiente como autor? ¿Es teatro de guerrilla, una invitación a reflexionar?

“Es complejo definirlo. Mi estilo no se va formando de manera consciente, sale así. Suelen decir que soy muy ecléctico y supongo que se debe a que no me he centrado en una única forma de hacer teatro. Sé que quiero hacer teatro y contar historias, y también sé que hay muchas maneras para ello. Evidentemente, habrá un patrón que una todas mis obras, aunque yo no sé identificarlo. Procuro siempre que el próximo proyecto sea muy diferente al anterior. Quizás responda a una cuestión de egoísmo: por nutrirme yo, por hacerme mejor autor y aprender más. Así que en ocasiones hago comedias y otras veces tragediones…”.

-¿Y en esos textos salidos de su imaginación qué peso tiene su experiencia adaptando clásicos de Shakespeare, de Lope, de Cervantes o de Bulgákov?

“Un peso brutal. Hablamos de colosos de las letras y, por cenutrio que uno sea, algo de ellos se te queda. Porque te has de detener en sus formas de hacer y, siendo un poquito permeable, eso te va tocando. Aparte del absoluto gozo que supone versionar a todos estos monstruos de la literatura, para un dramaturgo son clases magistrales gratuitas. Definitivamente, todos ellos han ido marcando mi forma de hacer”.

-El Almagro Off, el Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España, los Réplica… Cuando no resulta sencillo dedicarse a lo que usted se dedica, llevar a las tablas lo que en su momento apenas fue una idea, un esbozo de proyecto teatral, ¿qué significa recibir el reconocimiento del público y de la crítica?

“Hay una parte tremendamente positiva, que es el propio reconocimiento, saber que te están respaldando. Pero eso conlleva un peligro: si te anclas ahí, te haces un flaco favor y estás confundiéndote muchísimo. Si en cambio entiendes los premios como que los profesionales, el público, la crítica te dan un voto de confianza, te dicen que vas por el camino correcto, luego has de trabajar más. Si lo interpretas así, son útiles. Visto de esa manera, creo que para eso me han servido, aparte de la alegría que me han aportado. Lo que no es poco”.

-¿En qué nuevos proyectos trabaja?

“Pues ahora me meto con el segundo montaje de una productora que se llama Ventrículo Veloz y se centra en el público adolescente. Es un reto fascinante: vamos a hacer una obra sobre los trastornos alimenticios, Por la boca. Luego, a finales de octubre me voy a Málaga a dirigir un texto de un autor contemporáneo, Samuel Pinazo, titulado Hécate y la frontera. Es un trabajo de un joven malagueño y va a ser la primera vez que dirijo una obra de un escritor actual que no soy yo. Hay otros proyectos, pero esos son los más inmediatos”.

-Y si hablamos de sueños teatrales, ¿qué objetivos le gustaría ver cumplidos, digamos, de aquí a cinco años?
“Mala profesión para hacer planes. Hay algo que he aprendido con el tiempo, y es a no pensar tan a largo plazo. Quiero seguir proponiendo historias, perseverar, continuar aprendiendo. Y si de aquí a cinco años sigo haciéndolo, será muy buena señal. No tengo grandes planes: intento ser cada día mejor y llegar a más gente. Pero no me hago cuentos de la lechera, porque no es una profesión que invite a hacerlo; es más, no debemos hacerlo. Y si en cinco, en diez o en veinte años continúo presentando mis historias, me doy por más que satisfecho”.

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