san miguel de abona

Don Marcial, el guardia que no multaba

Durante 15 años fue el único policía municipal de San Miguel de Abona, y en casi cuatro decenios solo sancionó a dos conductores; jubilado desde 2002, recuerda que entre sus funciones estaba buscar reclutas y “arreglar matrimonios”
A Marcial García González, a sus 80 años, lo siguen recordando como la persona “que resolvía todos los problemas en San Miguel”. DA

En 38 años puso dos multas, lo cual lo dice todo de alguien que, teniendo la responsabilidad de velar por el orden en el municipio, arreglaba los problemas siempre por las buenas. A don Marcial, el guardia, como se le conocía -y se le conoce- en su pueblo, San Miguel de Abona, le bastaba un “eso no se hace”, un “que no vuelva a ocurrir” o, en el peor de los casos, una reprimenda algo más seria, en vez de sacar de su bolsillo su bloc y su bolígrafo. Accedió a la Policía Municipal en 1964 y durante 15 años fue el único agente en esta localidad sureña que entonces apenas sobrepasaba los 4.000 habitantes. Pero más allá de lo que indicara su placa, Marcial García González era, sobre todo, un educador.

Todo el mundo tenía que ver con él. También la Guardia Civil, que iba a su casa cuando trataba de localizar a algún delincuente de poca monta por la zona. “Me preguntaban ¿dónde vive fulanito? Y yo les decía, “pero si ese es un pobre desgraciado”… Les acompañaba y cuando le iban a poner las esposas les advertía de que no hacía falta. Me dirigía al detenido y le decía “pórtate bien” y el hombre se iba tranquilo y sin esposas”, recuerda.

En cambio, los fines de semana en que había baile se producían peleas con cierta frecuencia y ahí estaba obligado a intervenir. “Venía gente de fuera y muchas veces se armaba. Cuando había una riña me metía en medio de los dos que se pegaban y soltaba: “¿qué pasa aquí?”. Y siempre había alguien que decía: “háganle caso al guardia” y la cosa no pasaba a mayores”. Reconoce que desenfundó la porra en contadas ocasiones y solo con ese gesto “se apaciguaban los ánimos”. Si, excepcionalmente, no funcionaba ese método, había que ponerse en contacto con el cuartelillo de la Guardia Civil. “Los llamaba y les pedía que me echaran una manita porque la cosa se estaba poniendo fuerte. Venían y los casos se resolvían”.

A sus 80 años, y jubilado desde el 2002, sigue sintiendo el cariño del pueblo. No tiene más que pisar la calle para que todo el mundo lo salude. El “buenos días, don Marcial” es la frase más repetida cada mañana entre los viandantes con los que se cruza por las calles del casco urbano de San Miguel de Abona. Él devuelve el saludo llamando a cada vecino por su nombre. Los conoce a todos.

Memoria y sentido del humor no le faltan a la hora de relatar algunos capítulos de su vida profesional. “A mí me han tocado a las dos de la madrugada para decirme que había una pelea en un barrio, y yo preguntaba “pero cuánto se tarda” (entonces no había coche-patrulla) y me decían que un par de horas, a lo que yo respondía: “cuando llegue todos están muertos”… Así y todo, iba caminando los 5 o 6 kilómetros hasta el sitio y al llegar preguntaba: “¿alguno quiere ir al médico? Pues si no quieren ir, váyanse para su casa que yo me voy para la mía”. Y no denunciaba el tema para evitarles males mayores”.

No les falta razón a los vecinos que hoy le siguen recordando como “la persona que resolvía todos los problemas de San Miguel”. Y es que las competencias de don Marcial no tenían límite: realizaba funciones de administrativo, encargado de obra, pagador de jornales, agente judicial, lector de contadores de agua, cobrador de los recibos casa por casa, chófer del alcalde, encargado de darle cuerda al reloj de la plaza y hasta buscaba en fincas y domicilios a los reclutas que debían incorporarse al servicio militar.

Pero entre sus cometidos recuerda que también estaba “arreglar matrimonios”. “Mi papel ahí era cumplir lo que me ordenaba el alcalde”, aclara. “Me llamaba y me decía: “parece que fulanito le dio unos cachetones a su mujer”. Y yo iba a hablar con el hombre para advertirle de que el alcalde tenía competencias del gobernador civil en el municipio y podría llamar a la Guardia Civil para llevarlo detenido. Yo le decía que no lo volviera hacer más y le recomendaba que, además de pedirle perdón a su mujer, se disculpara con el alcalde”.

ayudante del forense

También ejerció como ayudante de forense en varias autopsias. “Participé en cinco o seis. Me metía allí con él, porque nadie más quería hacerlo, y tomaba nota de todo lo que me iba diciendo, esa era mi función”. Jamás olvidará la vez que se enfrentó al primer cadáver. “Era un chiquito joven que se cayó y se dio un golpe en la cabeza con una piedra”, aunque señala que los casos más habituales eran los fallecidos por ahogamiento. De aquella experiencia se queda con la “belleza de ver el cuerpo humano por dentro”.

Preguntado por las dos únicas multas que puso en casi cuatro decenios, don Marcial señala que “ya eran cuestión de orgullo”. “Fueron dos hechos temerarios de tráfico, y en un caso los afectados fuimos mi mujer y yo, cuando un coche casi nos mata sacándonos de la carretera. Esta no la puedo perdonar, me dije”.

Don Marcial ha dejado una profunda huella en San Miguel de Abona. La profesionalidad, la nobleza y, sobre todo, el talante campechano de este agricultor, hijo de una modesta familia del campo, que un día aprobó las oposiciones para ocupar la única plaza de policía municipal, ha creado escuela. Su pueblo, al que se entregó en cuerpo y alma, lo tiene entre sus vecinos más queridos. No es para menos.

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