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San Agustinito de las Madres del Agua

Este sábado a las cinco de la tarde, como cada cuatro años, los vecinos de Arafo bajarán del barranco de Añavingo a la pequeña imagen del santo que logró reabrir las sepultadas fuentes de agua, tras una rogativa en 1751
El impresionante barranco de Añavingo, en cuyo interior se encuentra San Agustinito en un nicho sobre la pared. ANDRÉS GUTIÉRREZ

El pueblo de Arafo celebra a su copatrono San Agustín el último sábado del mes de agosto, pero cada cuatro años, desde que se recuperara la tradición en 1981, también celebra la que se ha convertido en la fiesta más populosa del municipio, San Agustinito, la pequeña talla que habita en el barranco de Añavingo y que este sábado volverá a ser objeto de devoción como lo ha sido desde 1751, cuando gracias a una rogativa, se reabrieron las madres del agua que fueron sepultadas años atrás.

Corría el año 1745 ó 1746 -aquí no se ponen de acuerdo los historiadores- cuando Arafo se quedó sin abastecimiento de agua debido a un desprendimiento sobre el naciente de Añavingo, algo similar a lo que había ocurrido en 1705 cuando erupcionó el volcán de Arafo. Los vecinos se organizaron en cuadrillas para despejar la zona, pero tuvieron que desistir acudiendo a Güímar a buscar el preciado líquido para sobrevivir. Años después, fue Juan Hernández Santiago quien promoviera llevar la imagen de San Agustín en plegaria hasta el lugar del desprendimiento, siendo el 12 de septiembre de 1751 cuando se sacó, después de novenario, en procesión un cuadro de San Agustín, acompañada por el párroco de la ermita de San Juan Degollado y el vecindario, en un día despejado y soleado. Dejaron el cuadro en una pequeña cueva con una vela encendida al lado y cuando regresaban al pueblo las nubes comenzaron a llegar de costa a cumbre descargando con tanta fuerza el agua que arrastraron los escombros y el naciente volvió a manar. San Agustín permaneció en la cueva 19 días hasta que fue devuelto a la ermita, hasta que al principio del siglo pasado, se cambia el cuadro por una talla del santo, comprada por una señora en señal de agradecimiento por la salvación de su marido tras caerse éste por la Canal Alta. Precisamente, el pasado 4 de junio, se restauró la talla -no llega al medio metro de altura- que se estrenará este sábado en la Bajada a la que seguramente asistirán miles de personas, de Arafo y de otros lugares de la Isla, muchos más de los que vendrán a final de mes a la romería anula, a la llamada de San Agustín, pese a ostentar desde la etapa de Domingo Calzadilla como alcalde, el reconocimiento de Fiesta Turística.

Llama la atención al cronista oficial Febe Fariña, que en este relato que no se acuda a rogar la intercesión de San Juan Degollado, santo bajo cuya advocación se encontraba la ermita, sino a San Agustín, lo que demuestra la influencia en el lugar de Arafo del convento agustino del Espíritu Santo de La Laguna, poseedor desde hacía más de dos siglos de esa agua y tierras que habían sido dadas a cambio de un tributo a los descendientes de Catalina Núñez y Tristán Báez en el siglo XVI.

Sentimiento arafero

Para Juan Ramón Martín, concejal de Arafo, el barranco de Añavingo, supone adentrarse en un espacio que resume lo que es Arafo: en primer lugar, el paisaje de un barranco precioso y antes de llegar al mismo nuestros espacios agrícolas y una cumbre también ligada a actividades económicas”.

Recuerda Martín que Añavingo marca “la distribución actual del municipio, y nos adentra con el milagro a la cultura del agua, tan importante en nuestro municipio, ya no solo con los nacientes de Añavingo, objeto del milagro sino de las perforaciones horizontales que nos encontramos durante el camino dond muchos araferos se dejaron la vida”.

“También como arafero, subir a Añavingo supone el ir y el volver con el vaso de vino en cualquier bodega, la conversación , y ese hacer Arafo entre todos”, resume el concejal, emocionado como sanagustinero.

Toñi Pérez, miembro de la comisión de fiestas, que componen solo cinco personas pero con el respaldo de cientos de araferos, señala que la Bajada recuperada en 1981 cuenta con cuatro patas fundamentales: “La comisión de fiestas, encargada de recoger el dinero de los vecinos para dotar de lo necesario a los asaderos que están distribuidos por el recorrido, los fuegos artificiales y la custodia de la imagen durante la Bajada, que este año como novedad está restaurada por Elisa Campos y contará con un himno”. “La segunda pata -prosigue Toñi Pérez- es la Iglesia, que ha puesto todas las facilidades posibles para la realización de la Bajada, una vez hemos logrado el permiso, como siempre, de la Comunidad de Regantes de Añavingo, que son los propietarios de la imagen; la tercera pata es la del Ayuntamiento, que se encarga del buen estado del sendero, del tramo del barranco, de las vías, la preparación de la verbena y de la seguridad, mientras la cuarta pata es la de los vecinos que colaboran en la limpieza de Las Tanquillas, Los Lavaderos y de los asaderos”. Y es que hay pocos en Arafo que no tengan que ver con lo que viene el sábado: San Agustín, el chiquito, San Agustinito o San Agustín de Añavingo, que así se le conoce.

Fotos de ANDRÉS GUTIÉRREZ

Juan Curbelo: “Un barranco con endemismos, mariposas y agua, un ecosistema único en el Sureste

Juan Curbelo es técnico de Medio Ambiente y un gran conocedor del barranco de Añavingo, del que se le nota enamorado cuando habla de él. “Es el mejor ecosistema conservado del Sureste de la Isla por la gran cantidad de endemismo, por su flora y su fauna”, destacando las trece especies diferentes de mariposa, casi únicas en Tenerife, o la presencia única de una planta que los araferos llaman Santamaría o cabezón.

La ubicación del barranco, con su altitud, orientación y bioclimatología, supone una excepción importante en el Sur de Tenerife. En Añavingo podemos encontrar flora endémica interesante en todos los estratos vegetales. En el herbáceo hallamos bicácaros, maljuradas, Malpicas, capitana, cerrajones , tomillo de burro, cabezote. En cuanto a arbustos, los más numerosos son las jaras, jaguarzos, escobones, granadillos y leña negra. En el estrato arbóreo contamos con la presencia de follaos, pino canario, aceviños, madroños, brezos, fayas, laureles y palo blanco, destacando Juan Curbelo la necesidad de “controlar al pino canario para que no termine comiéndose el interior del barranco”, tarea que realizaba precisamente estos días -junto a otros que allanaban el camino- como preparativos del sendero que recibirá este sábado a miles de personas.

El sendero que penetra en el barranco desde la Canal Alta hasta el nicho de San Agustinito es fácil de recorrer y no tiene más de tres kilómetros, reforzado para la ocasión con ‘quitamiedos’.

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